A Betsa, por tanto amor
Relampaguea al amanecer sobre el árido pellejo de abril.
Llueve en Managua,
la primera película del invierno se asienta en el asfalto,
el agua moja los labios de las bocinas urbanas
en las ramas caídas de un malinche el viento se despide del verano
y alegres los radioperiódicos se zambullen en sus noticieros.
¡Lluvia de Managua que por todas las Américas lleves tu agua!
Es verdad que el año pasado no nevó en Nueva York,
que en el Polo Norte los glaciares se descongelan,
que la cosecha de fresas guatemaltecas se perdió por la sequía,
que en El Salvador las cuencas del río Torolá se redujeron
—en parte por los estragos del fenómeno de El Niño—,
que en Honduras los expertos recomiendan no sembrar maíz
(en el Corredor Seco, por la Canícula),
que en Costa Rica los monos se están muriendo de sed y hambre,
que en Panamá de los ríos Mensabé, Guararé y Perales
solo quedan caminos de piedras que no van a ninguna parte. (Esta vez no deben ser muy festivos los vallenatos en Colombia cuando el Presidente de la República dice que “lo peor está por venir”, en Chile, en el gran Sur del Surel recuerdo de años donde llovía sin parar ha quedado en el olvido —Coquimbo ya se está desertificando—, en Brasil la deforestación es la causante del desecamiento, en Venezuela es apocalíptica la aridez, en Ecuador frente a la sequía extrema se agotan las reservas, el Poopó lago de aguas saladas en Bolivia avanza en su desaparición, en Argentina los productores no olvidan que “no llueve pasto” aún lloviendo en otoño en Uruguay se firman protocolos hidráulicos contra la desnuda tierra rajada en sus infértiles suelos en La Habana implantan la siembra de nubes mientras en todo el Caribe
se riega el zargazo con sus medallones de estupro sobre sus costas.
Aquí en Nicaragua
las gentes de la comunidad del Dulce Nombre de Jesús
se levantan en la madrugada a recoger agua de un pozo,
en Matiguás los ganaderos en vez de pegar el grito al cielo
están escarbando la tierra para sacar agua y dársela a las vacas,
la laguna de Tisma se secó y la de Tiscapa se pudrió la pesca de mojarras y guapotes
está escasa en los lagos Cocibolca y Xolotlán
pero en Managua cayó el primer aguacero
y trae el viento esencia sutil a tierra mojada.
¡Lluvia de Managua que por todas las Américas lleves tu agua!
Para que en Los Andes siempre liben los colibríes el néctar del Chiquiragua,
para que siempre navegue en el río Magdalena
la cumbia sabrosona de Guillermo Cubillos La Piragua,
para que los niños pobres del Paraguay no coman solo cuando hay
para que en los incendios de Canadá no falte el agua,
para que no emerjan más templos en Oaxaca
con tanta agua que el Calentamiento Global de las presas saca
y para que en la fragua de los días la esperanza no decaiga.
¡Lluvia de Managua que por todas las Américas lleves tu agua!
Llueve en Managua en sus barrios y residenciales
en sus sierras y en su malecón encabritado de garzales
sopla en sus andenes una primavera asediada por calores garrafales
y se despiden los jocotes y los mangos de sus ventas municipales
para que este invierno sea bueno en todas sus vertientes y raudales
para que reverdezcan los potreros vecinales en todos sus portales
para que no se marchiten las rosas frente a los novios confidenciales
para que los ríos, lagunas y quebradas frente al universo fallido
crezcan junto a sus manantiales
para que en Nagarote no cesen los cultivos de riegos bautismales
y las enredaderas y árboles ofrezcan en el bazar del Sol sus ferias frutales.
¡Lluvia de Managua que por todas las Américas lleves tu agua!
