De abolengo
Jorge Eliécer Rothschuh
En Nicaragua la Colección Somoza ilustró su historia
de terror con detalles costumbristas del insurrecto
analfabeta Pedro Altamirano.
Los cristeros mexicas gozan cuando observan
la cabeza de Miguel Hidalgo colgando del alero.
Ciertos itálicos calcan todavía la decapitación
de Marco Tulio Cicerón por sanguinaria casta de patricios.
En Oriente cualquier tribu ejecuta libre y a pleno pulmón
su letanía, desconociendo que detrás de sus hojas sagradas
se pueden soportar otras palabras mas hermosas y justas.
Nadie disculpa algún diseño ni estilística perdurable alude
espantosas muertes desde cualquier ángulo sentimental.
Pero los engendradores del exterminio jamás desean
que los castren o les den el metódico e imperturbable
tiro de gracia sobre la nuca.
Huellas de Acahualinca
Existe Managua desde antes de la guerra,
desde mucho antes del terremoto.
Vive a pesar de la muerte, a pesar de sus héroes,
a pesar de sus llantos: forzosa trashumancia.
¡AQUI ES MANAGUA! La historia se arrastra
camuflada como un libro en su armario.
Ciudad dramática conserva su mercado
su plaza, su capilla, su parranda.
Para nacer cada día deja volver
al prójimo existir junto a la sombra
al borde del goteo de esta nueva lluvia.
Furor Dómini
Pedrarias Dávila encabestra su sombra
asediado por ronca pena de huertero.
El frío de la muerte
le entrega la cabeza de Vasco Núñez,
la cabeza de Hernández de Córdoba.
¿Cortejan el funeral del cuidador de puercos?
Pedrarias depositaba en las crónicas
la crueldad de sus manos
el colmillo de sus perros
la ardiente vejiga contagiosa
el aliento infernal.
Atento presagiaba el porvenir siniestro.
A su manera besó las nalgas del obispo
aliado en su fortuna.
Lo enterraron en León Viejo, Nicaragua, 1531.
La historia reconoce sus crímenes.
Chiapas, México 2015-16