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El libro de la selva

Los estudios de Walt Disney le dan una remozada a uno de sus filmes clásicos. El Libro de la Selva, basado en las historias del británico Rudyard Kipling, se estrenó originalmente en 1967.

Los estudios de Walt Disney le dan una remozada a uno de sus filmes clásicos. El Libro de la Selva, basado en las historias del británico Rudyard Kipling, se estrenó originalmente en 1967.

En el modelo de distribución teatral de ese entonces, experimentó periódicos re-estrenos que la mantuvieron en el imaginario de generaciones. Un remake de carne y hueso pasó sin pena ni gloria en los noventas. Una secuela animada en el 2003 regresó a las bases infantiles. La nueva versión es un reinicio, concebido para los niños del siglo XXI, que quizás no tendrán mucha paciencia para el ritmo de la animación clásica.

Mowgli (Neel Sethi) es un “cachorro humano” que crece en la selva, como un animal más. La pantera Bagheera (Ben Kingsley) lo encontró bebé, y confió su crianza a la manada de lobos jefeada por Akela (Giancarlo Esposito) y Raksha (Lupita Nyong’o), después de que el tigre Shere Khan (Idris Elba) acabara con su padre. El gigantesco felino salió del encuentro con la cara quemada y una cuenta por saldar. El acecho constante convence a los amigos de Mowgli de que la única manera de salvarlo es llevarlo a la aldea de los humanos. La misión se complica por la gigantesca pitón Kaa (Scarleth Johansson) y el Louie, el rey de los monos (Christopher Walken), quienes tienen sus propios planes para el niño.

El actor John Favreau se convirtió en un director especialista en acción, gracias al doble golpe de Iron Man (2008) y su secuela (2010). Aquí, ofrece un sólido ejercicio de cine comercial para toda la familia. La película solo parece ser un filme de acción en vivo. En realidad, exceptuando al pequeño actor que interpreta a Mowgli, absolutamente todo lo que ve en pantalla es generado por computadora. La revelación más pasmosa no está en la trama, si no en una de las últimas líneas de los créditos finales: “Filmado en el centro de Los Ángeles”.

Los animadores y diseñadores viajaron a las selvas de la India para inspirarse en los paisajes que encendieron la imaginación de Kipling. La artesanía es impecable. El soplo de vida de los personajes virtuales les llega gracias a las voces del excelente reparto. Es una suerte que los cines y los distribuidores programaran la versión en inglés con subtítulos. Simplemente no se puede suplantar al reparto original. Me atrevería a sugerir que si sus niños aún no saben leer, probablemente la película sea demasiado intensa para ellos. Las secuencias de acción son efectivas y aterradoras. La cualidad foto-realista de las bestias intensifica las emociones.

La película corre como el viento, pero tropieza a la hora de rendirle homenaje a su antecesora. Dos canciones de los hermanos Robert y Richard Sherman, Lo más vital y Quiero ser como tú son incluidas con torpeza, gratuitamente. Las ricas orquestaciones originales, con inflexiones de swing y jazz, son suplantadas por un estilo parco, de acuerdo con el pretendido realismo de la nueva película. No funcionan, y detiene el flujo de la acción. En una decisión más afortunada, Confía en mí, el tema de Kaa, es relegado a los créditos finales, con Johansson cantando como lo haría una Chica Bond. El nuevo Libro de la Selva difiere de la antecesora en su resolución, para dejar la puerta abierta a una secuela. Dicho y hecho, justo el día del estreno, se anunció la luz verde para la secuela. Así de seguro está Disney en la taquilla de su filme. Por una vez, no puedo resentir la pretensión.

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