Pocos sabían que Román “Chocolatito” González está hospedado en la habitación 823 del Hotel Sheraton. Para platicar con él en el interior de su hábitat se debe solicitar una reunión con anticipación y correr con la suerte de que atienda. Abrió la puerta. “Chocolatito” no estaba solo, lo acompañaba su amigo Henry Membreño y su novia Sofía, “no me gusta estar solo”, indicó el peleador. En esta etapa donde pesa 115 libras, tienen que tener cuidados intensivos, ni un parpadeo, ni un desliz.
La habitación que alberga al mejor del mundo está acorde con su técnica de boxeo, tiene estilo mediterráneo, un sofá verde en el que se puede tomar un descanso y dormir como cama, una mesa con cinco sillas, dos televisores plasmas de 50 pulgadas y servicio de todo tipo de películas. La luz es poca, cuando el cuerpo tambalea se necesitan mil y una distracciones para sobrevivir el día a día.
“Ya no tomamos casi agua”, dice Román, tampoco comen en el hotel. “Tenemos miedo que nos hagan una mala jugada”, agrega.
Comenta que su rival McWilliams Arroyo es un peligro porque tiene un volado y un cruzado de izquierda que puede derribar cualquier pared. Ahora explica que lo ven diferente en Los Ángeles, pero más en el mundo del boxeo. “Cuando venía en otras veces me tomaban como cualquier cosa, siento que ya me dan mi lugar, me he ganado ese respeto”.
La novia de Román se sienta en una esquina de la habitación, le pregunto el por qué hace eso cuando tiene una mesa deslumbrante. “Todos cuidamos a Román y sería cruel que coma frente a él, siempre como a escondidas para que no me vea”, relata la abnegada muchacha, quien tiene un día de haber arribado al campamento y apoya moralmente al tricampeón.
La luz es mala y debemos de cambiar de lugar, “Chocolatito” escupe, la boca está reseca y su rostro anhelando un bocado. “Tengo que chupar naranjas para que me ayude a calmar el hambre y la resequedad”, explica.
González cuenta que nunca ha sentido un golpe que le haya mandado a ver las estrellas, piensa retirarse si gana un millón de dólares, aunque cuando ripostó sobre la ambición de volverlos a ganar se queda pensativo, saca una risa y dice: “si me los pagan una vez difícilmente lo harían dos veces”.
Termina la conversación, no sin antes advirtiéndole a McWilliams Arroyo que desea una pelea de choque, como si dos trenes colisionaran frente a frente. “Quiero darle espectáculo a la gente, estoy preparado para cualquier tipo de pelea que me haga, pero deseo que se faje, yo voy a responder dependiendo como venga”, concluye, mientras su amigo Membreño le da una botella de agua para que se enjuague la boca.
Suena el teléfono, solicitan otra entrevista. “Estoy agotado, voy a dormir”, dice, otros periodistas no corrieron con suerte.