“YO NO SÉ MI MAMÁ”
Recuerdo un cuento de Pancho Madrigal en el que un abogado aconsejaba a su cliente que contestara a toda pregunta del juez : “Yo no sé mi mama” porque no había forma de dar una explicación lógica a su crimen. La estrategia era, pues, hacerse el dundo. Me acordé de este cuento ahora que miles de ciudadanos presentaron una iniciativa para derogar la Ley 840, la del canal interoceánico, y directivos de la Asamblea Nacional la rechazaron bajo el argumento de que “ya la Corte había confirmado su constitucionalidad”. Dijeron esto a pesar que los más de cinco mil ciudadanos que presentaron la iniciativa de ley no estaban pidiendo que la Asamblea revisara la constitucionalidad de la ley, porque eso no le toca, sino que la derogara como ha derogado cientos de otras leyes, perfectamente constitucionales, pero que la Asamblea elimina o reforma por conveniencia para el país. Cualquier niño de primaria sabe que los parlamentos aprueban y derogan leyes todos los días, pero ahí estaban los diputados Wilfredo Navarro y Alba Palacios, repitiendo mecánicamente que rechazaban la iniciativa porque la ley a derogar era constitucional aunque nada tenía que ver con la iniciativa. O sea: “Yo no sé mi mama, yo no sé mi mama…”
METER MONO
En Nicaragua ahora sabemos que la campaña electoral comenzó, no porque el Consejo Supremo Electoral convoque a elecciones, porque ni para eso sirve, sino cuando el poder judicial desempolva otra vez la litis del PLI que estaba engavetada desde la elección pasada y recalienta el juicio al hermano de Eduardo Montealegre. El mono, el mono, proclaman.
SOMOCISTAS
Miren como andan las cosas en este país que es un partido que se proclama somocista el mayor y más visible defensor del Consejo Supremo Electoral y es un declarado admirador de Daniel Ortega. O sea, para ellos gritar vivas a Somoza o a Daniel Ortega en una sola consigna es lo mismo. Y todavía hay quienes dicen que esta es la “segunda” etapa de la revolución.
ADOPTAR UN ÁRBOL
Adoptar árboles no resolverá el problema de desforestación y sequía que padecemos, pero es sin duda una buena idea. En algo ayudará. Sembrar árboles no sirve de mucho si nadie los cuida luego. Adoptar un árbol implica el compromiso de cuidarlo de por vida. Adoptar árboles debería ser una campaña permanente que involucre a ciudadanos, empresarios, organizaciones, alcaldías y gobierno. Recuerdo haber visto en Colombia empresas y organizaciones que ofrecían el servicio de cuidar árboles de por vida. O sea, por una cantidad de dinero usted compra un árbol y se lo regala a un cumpleañero o a unos recién casados, como presente, o a algún ser querido que murió, en lugar de coronas fúnebres. La empresa le muestra un mapa donde usted escogería el árbol, le pondrá una placa con algún pensamiento y el nombre del dueño al que quiere homenajear y puede visitar su árbol cuando quiera. Es una iniciativa comercial, es cierto, pero que importa que alguien haga dinero con ello si eso significará tener más árboles en las ciudades.
ARBOLATAS
Y ya que estamos en este punto, no se olviden de los arbolatas. Ellos también necesitan ser adoptados. A ver, todo esos que han defendido su existencia y utilidad, pues ahí está, que lo demuestren con hechos. La cuenta esta clara: unos 25 mil dólares por la construcción de cada uno que se le reintegraría al Estado, la energía de 15 mil bombillos en cada arbolata (equivalentes al consumo de 23 casas medianas), reparaciones, pintura y la rotación de guardas de seguridad que lo cuidan. ¿Quién se apunta? Se necesitan unos cien voluntarios.
CRÍMENES
Ya son demasiados los crímenes violentos que la Policía decide ignorar. ¿Qué sucedió con las investigaciones de los casos OcupaINSS, los vejámenes a las mujeres de Nueva Guinea, la mochila bomba de Pantasma y el atentado contra Carlos Bonilla? Nada. Para la Policía es como que no ocurrieron. No hay detenidos, no hay proceso, no hay declaraciones, y hasta se ofenden cuando en alguna conferencia algún periodista le pregunta por ellos como si no fuese su responsabilidad dar la cara por esos crímenes. ¿Va a suceder lo mismo con el asesinato del campesino Andrés Cerrato de Ayapal? Callar no quita el dedo acusador que los señala. Al contrario, refuerza la sospecha que no se investiga porque al hacerlo podrían terminar atrapando su propia cola.