Aun cuando su manera de hablar da la impresión que sirve más para ocultar que para decir, al menos yo prefiero a un Román “Chocolatito” González así, que a un bocón de esos que intentan ganar sus peleas, más con la boca que con los puños.
El muchacho del barrio La Esperanza, que cabalga con desespero hacia la grandeza, aprendió también esa forma de dirigirse a los rivales de Alexis Argüello, a quien se llamó el “Caballero del Ring”, a pesar de los destrozos que ahí causaba.
Quizá nos hubiese gustado un “Chocolatito” más suelto, con mejor capacidad para expresarse y mayor dominio de los escenarios, un detalle clave en esta época en la que las estrellas se miden en el campo de acción, pero también en el mercado.
Sin embargo, prefiero al que se expresa como pocos sobre el cuadrilátero. Ahí es un maestro, muy fluido, más preciso y más concluyente. Su habilidad no es la oratoria. Es pulverizar oponentes sin importar su calibre. Y eso lo sabe McWilliam Arroyo, su rival de mañana.
Román no se expresa con ritmo ni rima, pero combate con vigor y se mueve con elegancia. Es sencillo y respetuoso con sus rivales, quizá porque ha entendido que la arrogancia es el fondo, una manifestación de un corazón angustiado y temeroso.
El “Chocolatito” está en la cima del pugilismo, pero habla como un aspirante hacia el estrellato. Probablemente eso lo hace mantener los pies en el piso, como lo hizo Alexis , quien alcanzó la gloria sin dejar la humildad, que lo hizo más grande todavía.
Para González ya acabará el período de las palabras y se dará paso a las acciones sobre el ring. Ahí se expresa como nadie, como el mejor.