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Cercas altas

Cada vez que el aspirante a candidato presidencial republicano Donald Trump abre la boca es para decir algo políticamente incorrecto. Y en cada ocasión a medio país se le hiela la sangre en tanto se reafirma en muchos otros la voluntad de votar por él. Por disparatados que puedan parecer sus comentarios y propuestas no mellan la popularidad de que goza.

Cada vez que el aspirante a candidato presidencial republicano Donald Trump abre la boca es para decir algo políticamente incorrecto. Y en cada ocasión a medio país se le hiela la sangre en tanto se reafirma en muchos otros la voluntad de votar por él. Por disparatados que puedan parecer sus comentarios y propuestas no mellan la popularidad de que goza.

Consciente de eso, llegó a decir retadoramente en enero, para que no alborotaran tanto sus críticos más críticos, que él podría dispararle a alguien en plena Quinta Avenida y el entusiasmo de sus posibles votantes no mermaría. También reconocen no pocos de sus opositores las dimensiones inusitadas del llamado “fenómeno Trump”.

El cómico profesional Bill Maher, que en 1993 inauguró el programa televisivo llamado Politically Incorrect, en una entrevista que le concedió ahora en abril a la revista Variety, también se pregunta qué tendría que hacer el billonario neoyorquino para que la gente le diera la espalda: “¿Soltar un pedo en la cara de Jesús? ¡Es una locura!” Y lo atribuye al rechazo de los norteamericanos precisamente a esa corrección política que empezó a apoderarse de los Estados Unidos hará cosa de dos décadas y desde entonces no ha hecho sino exacerbarse. Claro, el ejemplo tal vez no sea el mejor debido a los feroces ataques institucionales, mediáticos y hasta judiciales que recibe aquí el cristianismo de un tiempo a esta parte con absoluta impunidad.

Pero acaba de ocurrir un incidente que le viene como anillo al dedo a la campaña de Trump. El empresario —que por otra parte ganó fama adicional conduciendo la serie televisiva The Apprentice entre 2008 y 2010 y los gritos destemplados de “You’re fired!” con que despedía a los concursantes— la primera bomba que dejó caer cuando anunció su candidatura fue la del muro que promete construir en la frontera sur para parar en seco la invasión de millones de indocumentados de toda nacionalidad y condición que se cuelan cada año por ahí. Argumenta que penetran narcotraficantes, ladrones, estafadores, tratantes en armas, tratantes en blancas, violadores, asesinos y muy pronto estarán entrando terroristas de ISIS y otros del Medio Oriente. Dice que, en tanto constructor, ha erigido edificaciones altísimas y el muro fronterizo será también muy alto. Y afirma que, por caro que resulte, México lo sufragará. Por supuesto, el rechazo a tal proyecto es considerable —en primerísimo lugar desde la Casa Blanca— por lo costoso, dificultoso, casi impracticable, inamistoso, etcétera etceterina que resultaría. Sin embargo, la Casa Blanca, cuyos inquilinos son apenas el presidente y su familia, está asimismo rodeada por un muro, en este caso una cerca metálica que cada cierto tiempo algún orate o exhibicionista escala o salta con ayuda de una garrocha o un resorte.

Hasta un tipo una vez penetró en la mansión de 1600 Pennsylvania Avenue, Washington DC, tripulando un mini helicóptero. Nunca ha habido desgracias que lamentar, Dios sea loado, porque el servicio secreto, vigilante insomne, de inmediato se moviliza y captura al intruso en un dos por tres. Pero las invasiones se han multiplicado no se sabe por qué desde que Barack Obama ocupa la mansión presidencial y el servicio secreto, lo mismo que la propia Casa Blanca, han llegado a preocuparse y anuncian que la cerca tiene que ser sustituida por otra más alta y más fuerte.

Ni corto ni perezoso Donald Trump pregunta que cómo para la familia presidencial tiene que reforzarse la cerca y a los 330 millones de americanos no hay que protegerlos con cercas de ninguna clase. De modo que escribió en su página de Facebook: “El presidente Obama entiende que se construyan muros más fuertes, altos y hermosos para que no penetren extraños”. ¿Percibe el amigo lector lo contradictorio, irónico, risible de la situación?

©FIRMAS PRESS. El autor es analista político

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