Durante 107 años y sin un instante de desaliento, los fanáticos de los Cachorros han sostenido la ilusión de alcanzar la cima del beisbol, aunque las frustraciones se han sucedido una tras otra.
Ha llovido bastante desde 1908, cuando Chicago se situó en la cúspide. Fue un 14 de octubre. Venció 4-1 a Detroit en el clásico de otoño y quizá lo triste es que lo hizo frente a solo 6,210 personas.
El mundo era una aldea distinta en aquel entonces. La bandera de EE. UU. tenía 45 estrellas, solo en el ocho por ciento de las casas había teléfono, el 95 por ciento de los partos eran en casa y los autos viajaban a 10 MPH.
Pero mientras el planeta avanzó a un ritmo exponencial, los Cachorros fueron el equipo frustrante cada año. Regresaron al clásico siete veces más, pero siempre se las arreglaron para perder.
Ahora, han transcurrido 70 años desde su último viaje a una Serie Mundial (1945) y a pesar de que en su fidelidad y estoicismos, los fanáticos han estado firmes, este año creen que acabará el ayuno.
Han ensamblado el mejor equipo del beisbol. Tiene la mezcla perfecta de jóvenes y veteranos, para disponer de un club balanceado. Firme en defensa, sólido en picheo e implacable al bate.
Jake Arrieta, Jon Lester, Jason Hammel y John Lackey, forman un estupendo staff de tiradores, como Anthony Rizzo, Kris Bryant y Dexter Fowler, al frente de una alineación escalonada.
Tras sus primeros 26 juegos, ganan 20. Un ritmo así no lo tenían desde 1907. En aquel ocasión tuvieron 22-4. Y aunque falta mucho por recorrer, tienen demasiado talento como para fallar.
En el beisbol no hay nada escrito, pero creerles a estos Cachorros parece lo obvio.