Una agrupación política que se identifica como somocista ha proclamado a Daniel Ortega como su candidato presidencial.
Esto no es nuevo. El respaldo de antiguos militantes somocistas a Daniel Ortega viene ocurriendo desde hace años. Los nostálgicos de la dictadura somocista que gobernó con brazo de hierro pero con mucho éxito económico por más de cuarenta años, han venido apoyando a Ortega prácticamente desde que recuperó el poder presidencial, en enero de 2007.
Analistas y dirigentes opositores —incluyendo a disidentes del FSLN— han explicado cómo y porqué el régimen de Ortega se parece cada vez más a la dictadura de los Somoza, tanto en el manejo de la economía y la política como en la corrupción y la demagogia. Y en la calle se escucha con frecuencia la consigna “Ortega y Somoza son la misma cosa”.
Antes del triunfo de la revolución sandinista de 1979, el FSLN acusaba a la oposición democrática que se agrupaba en la Unión Democrática de Liberación (Udel) y el Frente Amplio de Oposición (FAO), de que quería establecer un somocismo sin Somoza. Y entre los líderes revolucionarios que con más vehemencia acusaban de eso a la oposición democrática estaba Daniel Ortega.
En realidad, el objetivo estratégico de Udel, organizada en 1974 bajo el liderazgo del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, y del FAO, que se formó después que lo asesinaron, era sustituir la dictadura somocista con una democracia republicana en la que hubiera elecciones libres, Estado de derecho, independencia y balance de poderes, economía libre de mercado, lucha contra la corrupción, justicia social y respeto a los derechos humanos.
En cambio el plan de Daniel Ortega y del Frente Sandinista era sustituir al somocismo con otra dictadura, revolucionaria y socialista, como la de Cuba, pero dictadura al fin y al cabo. Consideraban que Udel y el FAO eran un obstáculo a sus planes revolucionarios radicales y por eso los denigraban acusándolos de propugnar un somocismo sin Somoza. Pero ahora, como una especie de sarcasmo histórico, ha sido Daniel Ortega el que impuso un somocismo sin Somoza.
El doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal escribió en su libro Estirpe Sangrienta: los Somoza, que la dictadura somocista “aparentaba ser una democracia pero no lo era… Siempre que se presentaba una elección (Somoza) tenía que ganarla. Su sistema era simple y no aceptaba pérdidas posibles de ninguna parte: los que hacían el escrutinio… apelaban al cínico expediente de invertir las cifras, o de contar los votos sin examinar el nombre del candidato que aparecía en ellos”.
Muchos otros rasgos del somocismo que el doctor Chamorro Cardenal describió en ese libro, son propios también del actual régimen orteguista. De allí que esté bien dicho que el orteguismo es un somocismo sin Somoza y que Ortega y Somoza son la misma cosa.