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Edmundo Jarquín

Circunstancias parecidas, personajes semejantes

Hace dos días un grupo de 27 ciudadanas y ciudadanos firmamos un manifiesto titulado: “No permitamos que una minoría secuestre a la nación”. El simbolismo del número, 27, es evocado citando el “Grupo de los 27”, como en 1974 se conoció al puñado de ciudadanos que, encabezados por Pedro Joaquín Chamorro y Ramiro Sacasa, ante las elecciones que se realizarían ese año, emitieron el manifiesto “no hay por quién votar”.

Son muchas las personas que se preguntarán cuáles eran las circunstancias, hace 42 años, que llevaron a esos nicaragüenses a llamar a la abstención.

Para entonces, habían transcurrido cuarenta años desde que el fundador de la dinastía de los Somoza se había hecho del poder total, después del asesinato de Sandino. Con esa dictadura dinástica Nicaragua había tenido un fuerte crecimiento económico e importantes transformaciones sociales, como libros publicados recientemente lo documentan. A la vez, el régimen somocista había llegado a entendimientos con la élite económica de entonces y a través de sucesivos pactos políticos, con Emiliano Chamorro a principios de los cincuenta y Fernando Agüero a finales de los sesenta, había logrado construir una oposición política domesticada que asistía a las elecciones como ritual para conservar “espacios políticos” que en el marco de una dictadura, y no de un sistema democrático, apenas sirven para algo, si es que para algo sirven.

El último de los Somoza había logrado, a través de un procedimiento no tan burdo como el de Ortega, esquivar la prohibición de la reelección convocando a una Asamblea Constituyente mientras una Junta de Gobierno, controlada por él, estaba a cargo del Ejecutivo mientras se convocaba a nuevas elecciones en las cuales volvería a ser candidato.

Pero entonces, como ahora, los resultados electorales estaban predeterminados por reglas del juego amañadas y el total control del poder electoral, al extremo que el diario LA PRENSA, el día antes de las elecciones, circuló con un enorme titular: “Candidatos que ganaron en la elección de mañana”.

A lo inmediato, la crisis de legitimidad que se intentaba con el llamamiento a “no hay por quién votar” no fue visible, pero en la medida que el desborde de corrupción provocó tensiones con la élite económica, el FSLN dio algunos golpes espectaculares y cambió la política de los Estados Unidos con el triunfo del presidente Carter en 1976, la crisis de legitimidad que se había buscado se tornó evidente.

Obviamente, las condiciones actuales no son una réplica calcada de las de 1974, pero semejanzas existen pese a las muchas diferencias. La única ideología de Somoza, independientemente de la retórica, era el poder, el poder por el poder, pero también el poder por el dinero y el dinero por el poder. Lo mismo que Ortega. Y ambos, dinásticos. Y los vientos externos favorables, si bien no han cambiado totalmente, lucen al menos encontrados. Es también evidente, cómo el documento de hace dos días lo pone de manifiesto, que más allá de la complacencia de quienes se han beneficiado del gobierno de Ortega, este no solamente ha sacrificado las libertades políticas democráticas sino también desperdiciado una gigantesca oportunidad económica, que incluye casi 20 mil millones de dólares entre cooperación externa y remesas. En el caso de Somoza, el terremoto había impuesto un enorme sacrificio humano y económico y la lucha social estaba en ascenso como lo demostraron las huelgas de obreros de la construcción y enfermeras.

Frente al proceso electoral de 2016, a diferencia de 1974, el documento que firmamos no llama a la abstención porque se luchará por condiciones mínimas, sin embargo es claro en señalar que “las distintas fuerzas políticas y la ciudadanía en general deben estar preparadas para participar, pero también para no hacerlo y retirarse cuando las circunstancias así lo exijan. No podemos prestarnos a avalar resultados que falsifiquen la voluntad soberana y en tales circunstancias, la ciudadanía debe estar presta a denunciar enérgicamente ante la nación y el mundo la falta de garantías previas o el fraude, si este fuese consumado”.

El perfil plural de quienes firmamos el documento reciente —liberales, sandinistas, independientes, excontras— también recuerda a los firmantes de 1974, lo mismo el hecho que entonces el poder de Somoza lucía incólume, como ahora el de Ortega.

El autor es excandidato a la Vicepresidencia de Nicaragua.

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