En memoria de María Elba Villanueva
1
Tengo en casa un retrato de mi madre
con un mensaje a su esposo: “Regresa pronto.
Solo tuya. María Elba”. Mujer de pocas
palabras creo que escribió mucho.
Su imagen bastaba para amedrentar a la fiera. Mi padre
la enmarcó y la fijó en la pared del dormitorio.
Así vivió vigilado por el amor primerizo,
el resplandor de una muchacha de 22 años.
En ella prevalecen sus ojos y la caligrafía exacta
para entender la espera del romance.
Muy tarde percibí en esa foto
el peligro mortal de su belleza.
2
Si entraras por alguna puerta de la noche
o sales por esa misma brecha ¿estas perdida?
Una señal, un surco sobre la tierra no es abismo
descrito torpemente sobre la superficie
sigilosa de la historia.
Ninguna salvación oculta el universo, (el universo
nunca oculta alguna salvación) siempre la luz
en tu ausencia continuará entibiando vuestro lecho.
Las sombras de la fe obstruyen
a quien desea penetrar al cielo sin peaje.
Indulgencia. ¡Ay! Garrancho y fierro.
Moldura herrada del paraíso en la carne
del que ahora muere.
3
Canta un gallo y la noche es la misma;
picotean las madrugadas hasta desaparecer
las estrellas.
¿Alguna vez el oído observó con más claridad
las hilachas del día? El misterio
nos concede otra noche en quien sospechar.
4
Baja de tu alcoba a tocar las flores del jardín,
el sol sea cada mañana. Pétalo y mano aproximen
cantos del cenzontle, aguas primaverales,
arrullos multiplicados. Oye lo que puedas oír
y mira lo que debe poseer tu mirada. Tu casa
acoja los días visitantes, el bullicio afanoso de la calle.
Goza con voluntad lluviosas noches, la fracción
del rayo sobre el cielo. Que cada madrugada
te despierten los versos de tu esposo siendo tuyo.
5
Quedó el polvo y la herrumbre del ford
en el zaguán, hijos y palabras heredados
a la viuda Berta Suárez.
Fotos tiesas y sombras atraviesan la calle.
Todo lo puedo olvidar
menos esos ojos que seguirán viviéndonos.
La costumbre de habitar algún sueño,
la verdad de seguir otros cielos, la fortuna
de encontrar esos nombres, ruinas
que merecieron encontrarse.
6
Mi estoicismo se reduce a poca virtudes
alejadas de los diez mandamientos y los
siete pecados capitales. ¿Estas variables
pueden crear vacuidad espiritual
o negación en la existencia? Mi vida se reduce
al día de hoy, a un poco de estrellas
en éxtasis capaz de engendrar este instante
celebrado por mi madre: ¡Jorge Eliécer ven!
Sé que existo . Su voz me despierta
cada mañana si el sol la deja respirar.