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Jesús, vida

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

Para los cristianos Cristo es la forma humana de Dios, su estilo en la historia, la mediación más plena, para descubrirnos qué y quién es Dios.

Cuando abrimos las páginas de la historia, nos damos cuenta de que una de las palabras más desconcertantes es la palabra “Dios”.

En el nombre de Dios se han sacrificado muchas vidas humanas a través de la historia. En el nombre de Yahvé-Dios las autoridades políticas y religiosas judías crucificaron a Jesús. En el nombre de Dios se han llevado a cabo “guerras religiosas”. En el nombre de Alá se ha asesinado y se sigue asesinando a muchas personas en nuestro siglo XXI.

Por otra parte Jesucristo es quien nos habla de la mejor manera y con el mayor respeto de Dios. Es más, la única forma de que nosotros conozcamos a Dios es reconociéndolo en el mismo Jesús…
Jesús es la única fuente para conocerlo. Es en Jesús y solo en Jesús como los hombres podemos conocer a Dios, Padre, Hijo y Espíritu.

El Dios de Jesús es el “Abba”, el Papacito bueno que siempre está a favor de sus hijos, los hombres, y optando en favor de ellos por su liberación, por el amor que se hace justicia, servicio y fraternidad.

El Dios de Jesús es “Hijo”, carne de nuestra carne, Dios hecho uno de nosotros para salvarnos a todos. En Jesús Dios se nos ha revelado cercano.

El invisible se ha hecho visible en Jesús (Jn. 14, 9). El indecible se ha hecho Palabra en Jesús (Jn. 1, 1-18). El que buscábamos sin poder encontrar (Is. 45, 18), se ha hecho el encontradizo en Jesús (Jn. 14, 9). El inalcanzable se ha hecho don, gracia, en Jesús (Jn. 1, 11-12).

Para los cristianos Cristo es la forma humana de Dios, su estilo en la historia, la mediación más plena, para descubrirnos qué y quién es Dios.

La divinidad solo es accesible en su humanidad, no al margen de ella. Y no hay revelación mayor que la de Cristo, ni alguien o algo que nos diga quién es Dios, cómo se comporta con nosotros de forma mejor que el personaje humano del judío Jesús.

El Dios de Jesús es “Espíritu”: La luz que brilla en medio de tantas oscuridades que vamos creando los hombres y nos hacen incapaces de ver con claridad lo que somos y debemos ser. La fuerza que nos anima en la lucha por la justicia y la fraternidad y todos esos valores que dignifican nuestra vida y convivencia.

El Dios de Jesús, Padre, Hijo y Espíritu, pone a la persona humana y la dignidad de la vida humana hasta por encima del culto y solo se deja amar a través de los hombres en los que Él está presente haciéndose misericordia y perdón: “Porque yo quiero amor, no sacrificio” (Os. 6, 6; Mt. 5, 23 s.).

Con Jesús el correcto servicio a Dios, Padre, Hijo y Espíritu, pasa por el correcto servicio a los hombres que son sus hijos; por eso nos dice San Juan: “Todo el que ama, ha conocido a Dios. Quien no ama, no ha conocido a Dios porque Dios es amor” (1 Jn. 4, 7-8).

Un Dios que es Padre de todos los hombres, a los que con todo su corazón quiere felices, tenía que estar supremamente allí donde la conciencia de la fraternidad está despierta y el amor por el hermano se hace activo.

Un Dios en el que creo, al que amo y deseo servir y le glorifico diariamente. Gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén

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