El rosado de las mejillas que daba vitalidad al rostro del Amado Felipe ya no está. Ahora se esparcen dolor y tristeza por su semblante y su cuerpo se ve desmejorado por las casi treinta libras que ha perdido en un mes a causa de las fiebres y los fuertes dolores que le está cobrando su cáncer de páncreas. Hace apenas un mes nació la preocupación de Amado por su condición, pues desde ese tiempo es que la conoce, y a pesar de ello, su boca esboza una gran sonrisa cada vez que ve a su hijo, también de un mes de nacido.
Valentín Castillo López, como se llama realmente, es un conocido teatrista y actor nicaragüense que desde hace 37 años ha destacado dentro y fuera del país. Su humor y picardía siempre lo han caracterizado, al punto de jamás pasar desapercibido en las actividades a las que acude. Es común verlo contando chistes, cantando o sacándole a todos una sonrisa con sus ocurrencias.
Su familia es muy unida, quizás eso le ayudó a forjar su carácter, pues creció en un hogar donde vivían nueve personas: cinco hermanas y dos hermanos, su mamá, Manuela López, y su papá, Alberto Castillo. Valentín y sus hermanos nacieron en Managua, pero después del terremoto de 1972 se mudaron al fresco y norteño Estelí.
A pesar de sus 54 años, las hermanas de Valentín lo consienten. Lo ven como el pequeñito de la casa. Pero quizás la que más amor le profesa es su hermana Azucena Castillo, pues según ella desde niños han tenido una conexión muy fuerte, a lo mejor impulsada por el rol de hermano mayor que asumió desde que la vio nacer, aunque apenas tenía 6 años.
“Él es mi maestro, me enseñó a nadar, a andar en bicicleta, a jugar beisbol. Aprendí a hacer teatro con él. Hemos sido cómplices en muchas historias”, recuerda sonriente Azucena. Y no es la única en sentir eso, porque la unión que tiene Valentín con su mamá Manuelita, como le dicen cariñosamente, es aún más fuerte. Él vivió sus primeros tres años de vida solo con ella, porque sus padres se separaron y cuando se volvieron a juntar “él se convirtió en la alegría que unió a ambos”, cuenta Azucena.
MADERA DE ACTOR
La primera vez que Valentín actuó fue en una Judea que organizaron en la iglesia donde él era catequista. Tenía 12 años y ahí descubrió su pasión. Luego se integró al grupo de teatro Río de Piedras y conoció a Rosario Pérez (La Cholita), quien lo empujó a la vida actoral. Ambos formaron el grupo Nixtayolero y pronto emprendieron un viaje por varias partes de Nicaragua.
En uno de esos viajes se presentaron en la Universidad Centroamericana (UCA) y al ver la pasión y dedicación que él ponía en escena, le ofrecieron una beca para estudiar Derecho. Él la aceptó. En ese entonces su grupo logró mucho éxito y les ofrecieron salir de gira a Alemania. No lo pensó dos veces, dejó sus estudios e hizo maletas.
Los viajes se hicieron cada vez más frecuentes y, según Azucena, se presentaron en 56 países. Pero no todo fue color rosa. De hecho, casi pierden la vida. “Estuvieron en Malaui, al sur de África. Ahí se contagiaron de malaria y casi se mueren de regreso. Tuvieron que cambiarles la sangre a La Cholita y a Valentín en San Francisco. ¡Estuvieron a horas de morirse!”, recuerda su hermana sin importarle alzar la voz.
DEL TEATRO AL AMOR
De joven Valentín tuvo pocos amores. A todas sus novias las conoció haciendo teatro. Se casó dos veces y tuvo una hija de su primer matrimonio y adoptó a tres.
Cuando se divorció de su primera esposa ella decidió irse a Suecia con su hija. Ella tenía dos hijos de su matrimonio anterior y él los adoptó, pero uno se quedó a vivir con su abuela y el otro se fue a vivir con él. Recientemente se volvió a casar con una compañera de trabajo y adoptó a Dylan, otro bebé que tan solo tiene un mes de nacido y que será el último, pues desde que le diagnosticaron diabetes no puede tener más.
Sin embargo, Alejandro, el que se fue a vivir con él, murió hace dos años a causa de cáncer. Tenía 21 años y le detectaron un tumor en el pómulo derecho, pensaban que era a causa de la muela cordal, pero con el tiempo los dolores aumentaron y fue diagnosticado con cáncer linfático. Y murió a los siete meses.
El mundo de las enfermedades no es extraño para Valentín. Hace 15 años le detectaron diabetes y a partir de ese día su vida cambió. Desde entonces come más saludable y todos los días toma sus medicinas religiosamente, pero por ahí de mayo de 2015, sintió unos dolores en el estómago que jamás había experimentado. Acudió al hospital asustado y le diagnosticaron gastritis. Siempre le daban suero y pastillas contra el dolor, pero nunca le practicaron estudios más especializados. Su familia creía que se trataba de una molestia causada por la diabetes.
Los dolores fueron aumentando y hace unos meses se tornaron muy intensos. Y un día, vomitó. Los doctores ordenaron hacerle unos exámenes, pero estaban programados para junio. Entonces una hermana, que vive en Estados Unidos, le dijo que viajara allá para realizárselos antes.
El diagnóstico fue sombrío, porque revelaba un cáncer de páncreas avanzado que le causó una metástasis (extensión de un tumor) en el estómago, el bazo y el hígado. “A él debieron hacerle exámenes desde hace rato, desde que presentás un dolorcito el médico debe saber que es una alerta, pero a él siempre le mandaban suero, pastillas. Quizás si se hubiera detectado a tiempo pudiera hacerse más”, lamenta Azucena Castillo.
Como el cáncer ya está avanzado la única opción de Valentín es someterse a un tratamiento experimental que consiste en incubación del virus oncolítico en su cuerpo, pues según expertos, este logra inhibir en un 80 por ciento el crecimiento del cáncer de páncreas diseminado. Pero el procedimiento solo se realiza en algunas clínicas de Estados Unidos, Cuba y Argentina y, según las cuentas que hizo su familia, necesitan como mínimo treinta mil dólares.
Azucena guarda la esperanza de que él logre viajar para luchar por su vida, pero en su interior enfrenta todas las posibilidades. En su cuenta de Facebook, por ejemplo, escribió hace unos días:
“Un búho pequeñito nos visita desde hace una semana. También lo hizo cuando despedimos a Alejandro. Puede ser otro, pero igual es pequeñito y ya parece habitar en nuestro entorno”.
LA ESPERANZA DE VALENTÍN
La familia Castillo López está realizando una campaña de recolección de fondos para que Valentín Castillo viaje a Argentina para tratarse. Si usted desea ayudarlo puede donar en la cuenta de Banpro con el número: 10021910001934.
