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Róger Pérez de la Rocha exhibe sus pinturas en Hispamer, hasta el próximo martes 31 de mayo. /La Prensa:Jorge Torres

Róger Pérez de la Rocha muestra su pasión por el arte

En un breve diálogo el pintor hace un recorrido por su vida, sus pinturas, los maestros que le marcaron y los sueños de juventud

Por toda una vida en las artes el maestro Róger Pérez de la Rocha fue homenajeado por el Centro Cultural-Hispamer, que exhibe en su galería una muestra de sus pinturas que estará abierta hasta el próximo martes 31 de mayo.

En un breve diálogo el pintor hace un recorrido por su vida, sus pinturas, los maestros que le marcaron y los sueños de juventud.

Desde niño usted quiso ser pintor. ¿Cómo fue ese llamado?
Nací definitivamente marcado. Desde niño sentía como una fuerza que me atraía. Recuerdo tantos instantes de mi niñez, a veces en los troncos de los árboles de jiñocuabo, ahí rayando con un clavo en las paredes, por supuesto que me regañaban, mis garabatos de niño recuerdo que significaban algo para mí y que yo insistía en eso.

¿Esa vocación fue alimentada por sus padres?
A veces me metía en problemas en el barrio porque andaba dibujando en todas las aceras a las señoras, cuando pavimentaron el callejón de mi casa, yo nací en el callejón de Alí Babá y los cuarenta ladrones que antes era una calle sin pavimento. Cuando mi calle la pavimentaron, para mí, esa acera fue como una gran pizarra, dibujaba con tiza, con teja, con carbón, me puse a dibujar a todas las vecinas a manera de caricatura, hubo muchos regaños y muchos comentarios. Eso a los 12 años.

¿Cómo recuerda a esa abuela que lo crió?
Mi abuela que me crió era una mujer humilde, trabajadora. Ella se las ingeniaba para sacarme adelante. Tenía un bello jardín, tenía plantas medicinales, vendía comida. Había quedado viuda con siete hijos y yo era su hijo octavo porque fui un nieto que creció sin padre.

De mi abuela aprendí el sentido del trabajo, desde muy temprano aprendí a hacer las tareas, la responsabilidad de ir al mercado, de ir a dejar el producto que ella hacía. Pero al final me matricularon con Rodrigo Peñalba en la Escuela de Bellas Artes y al año me conseguí una beca que eso salvó mi situación para seguir estudiando, y así fue que me puse encarrilado a lo que yo siempre había soñado.

LA ESCUELA, PEÑALBA

¿Qué tal fue ese primer día en la Escuela de Bellas Artes?
Nunca se me olvida el olor de la Escuela de Bellas Artes, era lugar muy limpio porque ahí había sido la Casa Presidencial y en el aire se venía el olor a trementina de los muchachos que trabajan al óleo, no se me olvida eso, el primer día que entré a la Escuela de Bellas Artes.

¿Cómo lo marcan las enseñanzas de Rodrigo Peñalba en la Escuela de Bellas Arte?
Rodrigo Peñalba venía convencido a hacer una escuela, sacrificando su propia creación. Fue un profesor estupendo, él era un hombre de una buena familia acomodada. También le dio oportunidad a muchos jóvenes de extracción popular como Arnoldo Guillén que venía de la Isla de Ometepe, Orlando Sobalvarro de la Mina del Jabalí, Leoncio Sáenz que venía de las Montañas de Paxila, y yo del callejón de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Peñalba se empeñó en enseñarle a estos jóvenes Silvio Miranda de San Carlos, y que al final fueron los representantes de la pintura moderna de Nicaragua.

¿Cómo lo marca la huella de Peñalba?
Me marca en el sentido que era un hombre exigente que nos enseñó a ver, también a trabajar en serio, te borraba lo que estabas haciendo y te hacía comenzar de nuevo, pero te explicaba el porqué. Él se fajaba con nosotros de ir a pintar paisajes al natural, agarraba un bus con nosotros en pleno sol y se iba al sector de Campo Bruce que antes eran campos y todos pintábamos.

CON EL REMBRANDT

El crítico de arte Julio Valle-Castillo dice que en sus pinturas está la influencia de Rembrandt.

¿Cómo descubre a este gran maestro?
En la escuela, el mismo Peñalba nos enseña a Rembrandt. También teníamos a René Sandino Argüello que nos impartía la clase de Historia del Arte, desde entonces lo descubro en los libros y en mis viajes y mi formación en España ya que tuve la oportunidad de enfrentarme con él en los grandes museos.

¿Si hoy se encontrara en este lugar con Rembrandt, qué le diría?
Le diría, ¡padre!, gracias ¡padre!

¿Cuál es el pintor nicaragüense que admira más por su propuesta estética y por su temática?
Los admiro a todos, porque cada uno nos aporta algo, creo que por lo que debemos de preocuparnos es por ser mejores nosotros mismos cada día. A los compañeros del Grupo Praxis, al mismo Peñalba, a los que nos antecedieron, a Amador Lira, en fin, no tengo preferencias, quiero a todos los pintores nicaragüenses.

¿Cómo valora su experiencia con el Grupo Praxis?
Yo era el más chico del grupo, me llevaban algunos ocho a 12 años, a veces 15. Ahí me formé en el terreno como pintor. Era fajarnos en una actitud de lucha contra el somocismo y era una situación de lucha de clases, leyendo marxismo, el libro rojo, eso me formó mucho como individuo a ver las cosas, a analizar más las desigualdades en la sociedad y qué hacer. Pero más allá de hacer un arte de denuncia, sino desde adentro, desde tu propio estilo de decir las cosas.

LA MUESTRA EN HISPAMER

¿Esta exposición qué representa para usted?
El homenaje, la exposición significa una muestra de cariño por lo cual yo me siento agradecido de aquel niño que un día quiso ser pintor y que empezó rayando en las paredes y que hoy se realiza como pintor, lo cual me compromete a ser mejor.

Espero tener un encuentro con los jóvenes pintores para que hablemos sobre mi trabajo y escuchar sus inquietudes y por lo menos yo tener una palabra de aliento para ellos.

¿Qué le diría a los jóvenes que inician en las artes?
Que se fajen los pantalones y que obedezcan a su vocación y que no sean miedosos, que sean valientes, rebeldes que solo la rebeldía nos hará salir adelante. No podemos estar adormecidos igual para los poetas.

Algunos jóvenes artistas han caído en drogas y adicciones . ¿Qué les diría, usted que ha pasado por estas experiencias?

Hay tres profesiones que son propensas a caer en el alcoholismo, en las adicciones. Están los artistas, los médicos y los militares, será por el asunto del estrés que pueden estar ansiosos y estar sometidos a las presiones y los artistas por ser sensibles.

Entre los artistas creo que los músicos y los poetas están a la cabeza, aquí tenemos muchos ejemplos, comencé coqueteando con la cerveza y después terminé noqueado por el alcohol, gracias a Dios me supe reponer.
Los artistas tienen que reflexionar, esta es una profesión como cualquiera, y hay que asumirla con responsabilidad, hay que dar ejemplo.

¿Qué le dice a un pintor que se está formando?
Le diría que se lean Las Cartas a Teo, que estudien la vida de Van Gogh que es un héroe de la humanidad y que cuando alguien esté triste —sea pintor, poeta, gerente de banco— vaya a leer la vida de Van Gogh y a la m… la tristeza, todas las cuitas que te estén pasando es babosada para lo que le pasó a él.

¿Cuál es su gran reto al momento de pintar?
Lo jodido es la página en blanco y vos lo sabés. En la pintura es salir airoso, dejar que vaya todo fluyendo según el instinto. A veces seguir la mano que te lleva por un camino y regresás por otro.

¿Se considera un pintor de éxito?
El éxito es una palabra jodida porque por lo general se asocia al dinero, pero sí, soy un pintor de éxito que logró cumplir sus sueños y además mis sueños todavía no se terminan porque hay mucha caña que moler.

COLORES Y ARTE

¿Color preferido? Rojo. Me llamo Rojo Pérez de la Rocha.
¿Color que no le gusta? Todos me gustan.
¿Comida que prefiere? El indio viejo.
¿Comida que no le gusta? Todas me gustan.
¿Poetas que le hayan ayudado en el proceso de crear? Pablo Antonio Cuadra, mi benefactor, el que me mandó a estudiar a España y el que me publicó mis dibujos en LA PRENSA Literaria, Ernesto Cardenal. Mi estancia de dos años en España la pasé con Carlos Martínez Rivas todos los días, tuve la suerte de andar de su mano aprendiendo día a día.
¿Sus maestros en arte? Francisco de Goya, Rembrandt y todos los impresionistas.

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