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Humberto Belli Pereira

¡Qué contraste!

Es difícil saber dónde estamos si no sabemos de dónde venimos. Por eso es tan importante la historia. Ella nos permite ubicarnos, comparar y entender mejor el presente. Por eso fue tan refrescante la reciente presentación de un libro sobre Ramiro Sacasa, El Poder de Servir, escrito por Melvin Sotelo.

De él pueden deducirse los contrastes entre los políticos y funcionarios de gobierno, en tiempos del somocismo, y los de hoy. Aunque en la historiografía dominante los Somoza emergen como tiranos rodeados de corifeos sumisos, la realidad es que, en varias de sus etapas, el partido y los gabinetes que los apoyaban tenían personalidades vigorosas, que no doblaban la cerviz.

Ramiro Sacasa fue de uno de ellos. Otro su padre Crisanto, quien, como presidente de la Convención Liberal de 1956, tuvo el coraje de oponerse a Somoza cuando este forzó su nominación para un nuevo período. Casos similares fueron el de Adolfo Altamirano, quien también se le opuso en el Congreso, en 1944, por la misma razón, o el de Jerónimo Ramírez Brown, su ministro de educación, quien en el mismo año le renunció en protesta cuando Somoza cerró la universidad, o el de Leonardo Argüello, a quien el dictador intentó poner como presidente títere, pero quien se resistió, afirmando su independencia, hasta que Somoza lo derrocó.

Muerto Somoza García en 1956 le sucedió su hijo Luis en 1957, quien nombró a Ramiro ministro de la Presidencia, a pesar de ser hijo de don Crisanto, demostrando una actitud abierta, rara en nuestros líderes autoritarios. Luis y Ramiro protagonizaron uno de los períodos de mayor progreso institucional en la historia del país. En amplias discusiones con los miembros del partido, crearon una Corte Suprema de Justicia independiente, integrada por magistrados de gran reputación, a quien se les otorgó constitucionalmente el rango de vitalicios; se otorgó la autonomía a la universidad y se prohibió la reelección, así como la candidatura de parientes del anterior presidente.

Luis quería alternabilidad. Le sucedió René Schick, quien falleció en el poder. Luego, en 1967, tuvo que tragarse el ascenso a la Presidencia de su hermano, a la cual se oponía. Tres semanas después murió víctima de un infarto. Tacho junior, aunque recelaba de Ramiro, lo nombró ministro de Educación para congraciarse con las bases liberales. Estas, contra su voluntad, lo habían electo presidente de la convención liberal de 1966. La armonía no duró mucho. Tacho había llegado al poder aspirando a reelegirse. Cuando en octubre de 1967, LA PRENSA preguntó a Ramiro, qué pensaba al respecto, dijo: “No quiero ni reelección ni herencia del poder”. Fue una bomba que sacudió al partido, dentro del cual algunos notables lo respaldaron abiertamente, como Trejos Somarriba y el Ché Lainez. Ramiro recorría el país cosechando simpatías. Eran tiempos en que correligionarios y funcionarios influían con sus criterios, tiempos en los que los ministros nombraban con libertad a sus colaboradores y funcionaba con mucha autonomía. Somoza lo despidió hasta en diciembre de 1968.

¡Qué contraste el de esos tiempos y el de hoy! ¿Sabe usted lector quién es el ministro de Educación? ¿Lo ha oído opinar alguna vez? ¿Conoce algún diputado del partido dominante que se atreva a expresar una opinión independiente? Parece que hoy estamos en tiempo de los ministros invisibles; de un partido, sin ideología ni debates, que dejó de serlo para convertirse en un colectivo de sumisos servidores de la familia dominante. Un partido que olvidó la frase de Ramiro Sacasa Guerrero: “Un partido no es una manada de siervos, sino una asociación de hombres libres”.

El autor fue ministro de Educación en el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
[email protected]

Opinión contraste Humberto Belli Pereira Opinion archivo

COMENTARIOS

  1. Pepe Turcon
    Hace 8 años

    Así es Humberto, es triste lo que le esta pasando a nuestra pobre Nicaragua y me vinieron a la mente dos cosas luego de leer tu articulo. Primero es que ahora comprendo como habra sido la llamada “Dark ages”, la Edad Oscura en la historia y la otra es que que nos detiene ahora para que después de Ortega venga algo aun peor. Sin duda que habra que rezar mucho.

  2. Pepe Turcon
    Hace 8 años

    Así es Humberto, es triste lo que le esta pasando a nuestra pobre Nicaragua y me vinieron a la mente dos cosas luego de leer tu articulo. Primero es que ahora comprendo como habra sido la llamada “Dark ages”, la Edad Oscura en la historia y la otra es que que nos detiene ahora para que después de Ortega venga algo aun peor. Sin duda que habra que rezar mucho.

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