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Doraldina Zeledón Úbeda

Ruido en ambiente laboral

En casi todos los ambientes laborales hay ruido, en algunos por la misma actividad; en otros, por falta de prevención y control. Es también en este sector donde más normas administrativas y jurídicas tenemos. Incluyendo obligaciones para empresas y empleados, como el uso de protectores, condiciones laborales saludables y seguras. Y para iniciar actividades, la empresa debe tener licencia de apertura en materia de higiene y seguridad del trabajo, según Ley 618.

Entonces, además de contar con leyes (especialmente Código del Trabajo y Ley de Higiene y Seguridad del Trabajo), podríamos creer que es más fácil su aplicación, porque puede hacerse mediante el sindicato o la comisión de salud laboral. Sin embargo, el ruido sigue afectando a los trabajadores; quizás por desconocimiento o por temor, no reportan los incidentes.

Hay profesiones y oficios que por su propia característica generan ruido o están en ambientes ruidosos, como la industria, construcción, carpintería, minería, transporte, aviación, músicos, controlistas, locutores, trabajadores de discotecas, bomberos, conductores de ambulancias, docentes, odontólogos (aunque existen equipos silenciosos), militares, policías. En el campo, con la tecnificación de las labores agrícolas: tractores, camiones, podadoras, trituradoras. ¿Y en las maquilas? ¿En las tiendas con amplificadores?

También hay casos en los que se invisibiliza el problema del ruido, o más bien se silencia, como en algunos hospitales; por ejemplo, carretillas sin mantenimiento, aparatos médicos, nebulizadores viejos (ya hay silenciosos), sierras para cortar yeso, sistemas de comunicación, etc.; que, como son necesarios, quizás se toleren; pero pueden afectar tanto la salud del personal, pacientes y familiares, como la actividad propia del centro (auscultar signos vitales, escuchar sonidos que pueden informar, comunicación con el paciente, etc.)

La exposición a niveles superiores a 85 decibeles, durante largos periodos, puede producir pérdida de audición. Según el nivel sonoro y el tiempo de exposición, se debe reducir la jornada, si no se utilizan protectores auditivos. Por eso son necesarias las mediciones y exámenes periódicos. ¿Cuántas personas están aisladas y no hacen vida normal, debido a la pérdida de audición por causa laboral? ¿O se les segura la rehabilitación?

Pero no es solo el aspecto auditivo, también los efectos extraauditivos. El ruido incide en las actividades, comportamiento, salud en general (circulación, digestión, mareos, náuseas, presión arterial, dolor de cabeza, estrés, insomnio) y limita el disfrute de los derechos humanos. Si el trabajador se enferma, se afecta su economía. Y aumenta el número subsidios y de personas con discapacidad auditiva, que trae otra serie de repercusiones.

Además, el ruido puede interferir en las actividades de la empresa: enmascara la comunicación y no permite escuchar orientaciones, alarmas, funcionamiento de máquinas, lo cual puede traer accidentes, bajar la producción o la calidad.

Y según la Ley, cuando los inspectores comprueben la inobservancia de las disposiciones y que a su juicio implique un riesgo grave e inminente para la seguridad y salud de los trabajadores, deben ordenar la suspensión parcial o total de la actividad laboral.

¿Y si implica un riesgo para el medioambiente y los vecinos? ¿No entra aquí la competencia del derecho laboral? Cierto, hay comisiones interinstitucionales. Pero donde hay muchos responsables, nadie responde. Es lo típico en contaminación acústica. Las empresas deberían preocuparse por su público externo inmediato. Vestirse de verde auténtico desde el escritorio, la máquina y el muro perimetral, para luego proyectar ese verdor genuino, a su entorno.

Porque hay empresas “amigables con el medioambienteâ€, pero algunas se olvidan del ambiente sonoro y elevan los decibeles y los pintan de verde, para anunciar su amor por la naturaleza. Se les olvida, no saben, no les interesa, que el ruido también contamina.

La autora es comunicadora y abogada.

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