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Llama guardada fue el primer poemario con el cual se dio a conocer en los años setenta la poeta Vidaluz Meneses. LAPRENSA/ARNULFO AGÜERO

Vidaluz Meneses presenta sus memorias, vida literaria y cultura en la revolución

Al recapitular su vida hasta los años noventa, Meneses Robleto revela los momentos felices de su infancia, los dolorosos años de la guerra insurreccional y guerra civil, antes y después de los ochenta, y la muerte de su padre de crianza, el general Edmundo Meneses Cantarero, a manos de guerrilleros guatemaltecos.

“Me recuerdo niña desnuda aterida, bañada en lavadero de cemento con pana que iba de la pila de agua helada al cuerpo, del cuerpo a la pila, en medio del patio con chagüite y trinitarias sobre el cerco de piedra”, es el primer párrafo del libro Balada para Adelina, que reúne las memorias de la poeta Vidaluz Meneses Robleto.

Se presenta este viernes a las 6:30 p.m., en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica. (De la entrada Las Colinas, siete cuadras arriba). Entrada gratis

Al recapitular su vida hasta los años noventa, Meneses Robleto revela los momentos felices de su infancia, los dolorosos años de la guerra insurreccional y guerra civil, antes y después de los ochenta, y la muerte de su padre de crianza, el general Edmundo Meneses Cantarero, a manos de guerrilleros guatemaltecos.

De su nacimiento confiesa la poeta, fue “fruto de la pasión y curiosidad de una pareja de jóvenes”: su madre Vida Robleto y Julián Soza, viendo la luz un 28 de mayo de 1944. Fueron los días cuando se dormía con los cuentos de la tía Adelina y se despertaba bajo la cariñosa mirada de ojos verdes de la tía Pastora, cuenta la poeta.

Los nicaragüenses de entonces, añade, vivían una ambiente de fuerte raíz patriarcal, de religiosidad y supersticiones; de música en vitrolas y violines de talalate; de alimentos elaborados a mano; también se oía declamar poemas como La casada infiel, de Federico García Lorca.

Eran los tiempos de sus tías abuelas (Adelina Valle, Elvira y Victoria) devotas de la Virgen del Carmen, las que “cuidaban su virginidad como el bien más preciado”, relata Meneses Robleto, en una prosa con aires de novela familiar y de vivencia testimonial en la revolución.

Durante su infancia en 1951 su familia se trasladó a Bonanza donde vivía su tío Leslie N. Hoey quien trabajaba en la mina. “En Bonanza viví la tradición anglosajona de Santa Claus y de los huevos de Pascua, así como la celebración de Halloween”, cuenta la poeta quien se ubica como una persona de clase media.

Debido al trabajo militar de su padre, su familia radicó tiempos en Camoapa Ocotal, Jícaro, Matagalpa, y finalmente a Managua en 1958, ciudad que la atrapó en la literatura, la promoción cultural, las fiestas juveniles y la vida política.

libro
ENTRE RIMAS Y POETAS

Meneses Robleto explica que en sus inicios amó la poesía de rimas de Amado Nervo y Bécquer, y que se sintió atraída por Carmen Centeno (autora de Al pie de tu letra) y animada por el periodista Gabry Rivas.

También habla de su cercana amistad y admiración de los poetas Ernesto Cardenal y Pablo Antonio Cuadra, y de su primera publicación en LA PRENSA LITERARIA con la firma de VIME.

De su amistad con Michèle Najlis, Gioconda Belli y Angelita Saballos, compañeras del colegio de La Asunción; y con Álvaro Gutiérrez y Leonel Calderón, del Grupo Presencia. Y con el padre Uriel Molina en los trabajos cristianos y sociales.

Da a conocer con orgullo cartas de Carlos Martínez Rivas (CMR) y recuerda un comentario a su primer libro Llama guardada (1974) que le sustrajeron del carro a inicios de los años ochenta.

LIBROS PROHIBIDOS

Meneses estudió Humanidades con mención en bibliotecnología; después del terremoto de 1972 se hizo cargo de la Librería Universitaria, una de sus tareas “subversivas”, para entonces fue promover textos de la Editorial de Universidades Centroamericanas (Educa).

Entre esos libros prohibidos por el somocismo —refiere— estaban La patria del criollo, de Severo Martínez Peláez; Los monos de San Telmo, de Lizandro Chávez Alfaro; El último juego, de Gloria Guardia, basada en el asalto al Palacio Nacional, para citar algunos.

Hoy, dice la poeta, lee más a Isabel Allende y Elena Poniatowska, “a esta última tengo el gusto y realmente el honor de conocerla personalmente: todo me gusta de ella, su visión del mundo, su talento literario y de cronista”, subraya.

Le encanta el libro de Tinisima, una biografía de la fotógrafa y activista Tina Modotti, y la poesía de la mexicana Rosario Castellanos, de quien dice ha adoptado como su maestra.

ATENTADO A SU PADRE

“Mis actitudes ya no corresponden a la emotiva adolescente ni a la poeta idealista”, les escribió Meneses Robleto, a su padre Meneses Cantarero, definiendo sus ideas y posición sobre el régimen militar de Somoza.

Su convicción socialcristiana la llevó a ser parte en protestas en 1978, entre ellas de madres frente a las oficinas de ONU Naciones Unidas que condenaban al sistema por la muerte de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.

Su padre era embajador de Somoza en Guatemala. Un 16 de septiembre de este mismo año fue ametrallado, el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) se atribuyó el atentado. Falleció un 29 de septiembre de 1978, tenía entonces 53 años de edad, relata la poeta.

EL AMOR DE ADELINA

Meneses Robleto también abre su espacio al amor dramático de Adelina su tía-abuela. “Sus últimos años los vivió conmigo, en plena revolución sandinista, pero tampoco obtuve de ella, con claridad, su verdadera historia sentimental”.

A los 14 años se enamoró de Vidal Blandón, un joven violinista a quien amó desde lejos; un día este le mandó una carta para que se fugaran pero por temor a su padre Valle Pérez no accedió a rebelarse, le confesó en su vejez a la poeta. El joven, tiempo después se suicidó, esto generó diversas historias.

El libro también expone su relación con su esposo Carlos Icaza, el nacimiento de sus hijos Karla, Carlos y Vidaluz, y presenta una colección de fotografías históricas, familiares y de amigos en la vida cultural y política.

CIERRE DEL MINISTERIO DE CULTURA

Esta memoria también dedica un buen espacio a la Cultura. En 1989 Ernesto Cardenal andaba de gira en Japón cuando recibieron un mensaje de la Presidencia que decía que en el lapso de 72 horas debían entregar el Ministerio de Cultura, al Ministerio de Educación.

“Rosario Murillo mantuvo una actitud totalmente adversa al ministerio de Ernesto Cardenal. Se trataba de la lucha por el poder a cualquier precio”, sostiene Meneses al referirse a la “compactación” o cierre del Ministerio, y creación del Instituto de Promoción Cultural que luego dirigió Murillo.

El ministerio fue creado en 1979, en él figuraron la ex viceministra Daisy Zamora, Antonina Vivas, Auxiliadora De Nueda, Adilia Moncada, Amelia Barahona, Mercedes Stadthagen, Julio Valle-Castillo, y otros afines a la administración cultural de Cardenal.

La poeta también habla de su trabajo apasionado en las diversas instancias administrativas, así en la Brigada Cultural Leonel Rugama y la Revista Nicaráuac.

 

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