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Doraldina Zeledón Úbeda

¿Viene la luna en el pino?

Hay un poema de Juan Ramón Jiménez, muy bonito y emotivo: Balada de la luna en el pino. Me viene a la memoria La canción de los pinos, de Rubén Darío. Se refiere, el poeta español, a la luna que está en el pino, pero luego traen el árbol muerto en una carreta que llora: “Llanto verde la carreta/ llora, del verdor del pino…” Y se pregunta si en el árbol viene la luna: “La luna estaba en el pino; / hoy viene en una carreta, /muerto y sin rumor, el pino… / ¿Vendrá la luna en el pino?”

Y no solo viene la luna. Viene, en los camiones con pinos, el agua, la fauna, la flora, la tierra fértil, la vida. Viene el paisaje escénico con crepúsculos y auroras, con cantos, colores, criques, flores y musgos. Con risas de niños y cantos de gallos. El rumor del viento, entre “largos cabellos” y “nidos de amor” (R. Darío).

¡Cuánto llanto van dejando los camiones cargados de pinos! Es un llanto verde de miles de árboles poblados. Y de “bebés” verdes y no germinados que claman por su herencia.

Porque el medioambiente es integral, abarca tanto lo natural como lo cultural y social; lo material y lo espiritual, lo humano y lo no humano, con sus interrelaciones, “también comprende los elementos subjetivos y evocativos, como la belleza del paisaje o el recuerdo del pasado, (…). De esta manera, para comprender el ambiente es tan importante la montaña como la evocación mística que de ella haga el pueblo”. (T. Hutchinson, en Daño Ambiental). Por eso, Pablo Antonio Cuadra dice: “He nacido en el cáliz de tus grandes aguas / y giro alrededor de los parajes donde nace el amor y se remonta”.

Necesitamos condiciones materiales y espirituales para la vida. Aunque hay quienes no valoran lo estético, cultural y bello del ambiente, y creen que lo importante es tener agua, árboles, aire, tierra, para la vida material. La belleza de una rosa, un paisaje, al parecer no tienen mucha importancia. Y menos la luna entre el aroma oscura de los pinos. ¿Cuánto vamos a pagar para verla, si se acaban los pinares? No tiene precio. Solo podremos apreciarla entre pinceladas. O entre plumas: “La luna argentaba lo negro de un pino, / y fui consolado por un ruiseñor” (R. Darío).

Así que, necesitamos árboles para respirar bajo su sombra, agua para tomar, maíz para las tortillas, madera para la vivienda; la luna que nos guíe en los cultivos, los pájaros que diseminen las semillas. Y también, heliotropos, el clarín del zanate, la sombrilla del malinche y lunas llenas, para alimentar y aquietar el alma. ¿Quién no valora un paisaje acuático, con su trinos y colores a la puesta del sol? (Si todavía no lo invade el ruido).

Por eso, en una evaluación de impacto ambiental es necesario incluir el paisaje sonoro natural, urbano y rural, que lo enmascaran las motosierras, hachas, pitos y parlantes, limitando la comunicación, también entre los animales, por ende su reproducción. Y al permiso para cortar un pino, añadir el precio de la luna y el poder consolador de un ruiseñor. ¿Lo pueden pagar?

¿Y entonces? ¿Viene la luna en los pinos? ¡Y también, los “nidos de amor”!

La autora es profesora y comunicadora.

Opinión Juan Ramón Jiménez pinos archivo
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