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Gabriel García Márquez.

Gabriel García Márquez. LAPRENSA/AP

García Márquez en inglés

En 1965 Anastasio Somoza Debayle era por herencia, no por antigüedad, ni por méritos castrenses o profesionales jefe director de la ahora extinta Guardia Nacional, ejército pretoriano al servicio de la familia Somoza.

En 1965 Anastasio Somoza Debayle era por herencia, no por antigüedad, ni por méritos castrenses o profesionales jefe director de la ahora extinta Guardia Nacional, ejército pretoriano al servicio de la familia Somoza. El hermano mayor Luis había sido presidente y ahora Anastasio había tomado la desafortunada decisión contra viento y marea de ser él también presidente. El mandatario de turno era Lorenzo Guerrero sustituyendo al fallecido René Schick, desaparecido en circunstancias no aclaradas; tanto este como su antecesor Luis Somoza, fallecido por infarto cardíaco, habían manifestado en las interioridades familiares y de gobierno, su desaprobación por una candidatura del menor de los hermanos. Luis quien conocía bien el carácter de Anastasio su hermano, razonaba que una vez instalado en el mando y disfrutando las mieles del poder iba a ser difícil bajarlo.  Y así fue, en 1979, el pueblo, levantado en armas tuvo que echarlo del poder, del país y del mundo, a balazos.

Dejemos a un lado el desarrollo histórico de los últimos años de la dinastía Somoza  y concentrémonos en conocer algunas de las intimidades que rodeaban al aspirante presidencial. Estaba casado desde hacía varios años con su prima Hope, quien era más gringa que criolla. Había pasado la mayor parte de su vida en los Estados Unidos, de modo que casi toda su formación pedagógica era de allá, por lo que se expresaba con mayor facilidad en inglés que en español, sus costumbres también eran extranjeras y casi no había tenido tiempo de salir a conocer o estudiar el país y hacer relaciones amistosas locales. Una sensible desventaja para ser la compañera de un aspirante presidencial. Por sí mismo era una hembra atractiva, aunque para algunos sensualmente un poco distante y hasta fría.

Los consejeros de Anastasio le recomendaron llevar a Hope a conocer y visitar los principales puntos de interés y de producción de Nicaragua y sus costumbres, así como estar al tanto con personas y familias que ejercen alguna influencia en la vida diaria del país. Francisco Laínez, amigo personal de Anastasio, tomó a su cargo esta ayuda para preparar a la que podría ser primera dama, era presidente del Banco Central y como tal no le resultaría difícil la tarea. En efecto encargó al funcionario Blas Bermúdez, quien hablaba inglés, la misión de preparar un programa de visitas con Hope y acompañarla a conocer personas de influencia, así como familiarizarla con sectores y áreas productivas de Nicaragua. La idea era empezar mostrar a Hope las principales letras para ser primera dama.

No resultó difícil, Blas era un joven hablantín, dicharachero y estaba vinculado con familias de cierto rango, también había estudiado su posgrado en los Estados Unidos y se mantenía al día de la cultura americana, era un poco menor que Hope. Pronto hicieron amistad y se entendieron fácilmente. Hope, según Blas, resultó ser una dama fina, educada y con dominio cultural al día, pero con innegable altivez que le impedía admitir como iguales a las otras señoras de su entorno frecuente, salvo aquellas cuya cultura era similar, educadas en el extranjero.

En su primer encuentro estuvieron de acuerdo con el programa, le hicieron reformas sugeridas por ella y también aprobaron el programa de visitas, Blas se acomodó al horario de ella, que no le fue tan difícil y además era lo menos que podía hacer. Salir a las ocho de la mañana y viajar en el carro de ella, conducido por su chofer personal César Gallardo en el timón, solos los tres. Estuvieron en Ocotal en casa de Isabel e Isacio Alvir y en Estelí en casa de René Molina. Para cada visita Blas preparaba un breve resumen del lugar, su importancia en el país, su producción, algunas costumbres y una pequeña lista de who’s who que ella repasaba y hasta memorizaba.

En los viajes de regreso comentaban los pormenores de la visita y afinaban el lápiz. Había tiempo suficiente para cuestiones generales, pero no se hablaba de política. La literatura moderna era un tema del agrado de Hope, le preguntó a Blas si había leído Cien años de soledad que era la novela de moda en todo el mundo y le contestó afirmativamente, ella dijo que también la había leído, iniciándose un intercambio de opiniones sobre los personajes de García Márquez y las fragmentos que a cada quien gustaba más de la novela. Hope le aclaró que ella la había leído en inglés, formándose otra discusión, ya que Blas sostuvo que una de los aciertos de Cien años… es la narrativa vernácula o criolla de la parte campestre de Colombia, lo que era probable que no se captaría esa riqueza en toda su integridad en otro idioma. A lo que Hope replicó que ella había disfrutado mucho la narrativa en inglés. Invitó a Blas a hacer un esfuerzo para leerla en ese idioma, —te la voy a mandar para que la leás—, le dijo. A los días Blas recibió un paquetito que le llevó Gallardo, era One Hundred Years of Solitude, con una tarjetita suya que decía For your eyes only, lo que Blas interpretó como una limitación por si tenía la tentación de hacerlo circular, ¿o sea que solo yo la puedo leer? A regañadientes Blas, con ayuda de un diccionario inglés-español se voló One Hundred Years of Solitude, en cien días de lectura impuesta, solo para darle gusto al capricho de una delicada y bella dama, que era de todo su agrado. Se acordaba de las noches enteras que pasaba en León en sus días de estudiante de Derecho repasando áridos capítulos de Derecho Romano para pasar con buenas notas el examen del doctor Barrera, o las estériles páginas de Internacional Privado para no hacer el ridículo ante el incisivo Ortega Aguilar.

No hubo más viajes juntos al interior del país, Hope mandó a Gallardo a recoger el libro y unas semanas después en El Retiro, la residencia de los Somoza Portocarrero, en una reunión con el grupo de los minifaldas se encontraron ambos y Hope le preguntó a Blas su opinión sobre García Márquez en inglés. Los personajes siguen siendo igualmente sugestivos, fue su repuesta pero le sugiero que haga tiempo para leerla en español, notará la diferencia y la va a divertir.

Blas Bermúdez nunca supo si Hope había hecho el esfuerzo por disfrutar a García Márquez en su propio idioma, el de él, quería que ella percibiera en español el sentimiento del recuerdo del coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento en Macondo, cuando niño su abuelo lo llevó a conocer el hielo, o el constante enamoramiento de Mauricio Babilonia, rodeado de mariposas amarillas, persiguiendo el amor imposible de Remedios la Bella.

Nunca se sabrá.

Cultura Gabriel García Márquez Macondo Somoza archivo

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