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Vietnam-EE.UU.: de enemigos a socios

Muchas cosas se podrán decir de la política exterior de Barack Obama, pero nadie podrá negar la consistencia en impulsar la nueva dirección estratégica que prioriza la región del Asia-Pacífico.

Muchas cosas se podrán decir de la política exterior de Barack Obama, pero nadie podrá negar la consistencia en impulsar la nueva dirección estratégica que prioriza la región del Asia-Pacífico.

Durante una importante visita a Hanoi a finales de mayo, el llamado “primer presidente del Pacífico” normalizó completamente las relaciones con Vietnam, un país clave del Sudeste Asiático. También uno de los mayores enemigos históricos.

La guerra de Vietnam fue uno de los principales conflictos de la Guerra Fría. Se tornó todo un símbolo e inspiración para los movimientos de izquierda y el antimperialismo radical, para guerrillas latinoamericanas como el FSLN de Nicaragua que aspiraban a imitar el éxito castrista. Vietnam fue la primera derrota militar de Estados Unidos (EE.UU.) tras la IIGM. Los fantasmas del “síndrome de Vietnam” aún acosan a sus líderes y élites.

El anuncio principal fue la supresión total del embargo de ventas de armas. El último soldado estadounidense abandonó Saigón, la capital del extinto Vietnam del Sur, en abril de 1975. Culmina así un proceso de lenta reconciliación iniciado hace 20 años con el restablecimiento de relaciones diplomáticas, jalonado por la visita del Bill Clinton en 2000 y la de George W. Bush en 2006.

En lo que probablemente el principal aporte de su presidencia en la diplomacia, Obama impulsa el “pivote” en Asia-Pacífico, o “rebalancing”. La superpotencia está fortaleciendo alianzas político-militares, atendiendo las preocupaciones de seguridad de las naciones del Sudeste Asiático —presas de ansiedad ante el poderío creciente de China—, y concentrando más recursos en Asia. El instrumento comercial-económico de Washington para la región es el Acuerdo Transpacífico de Cooperación, o TPP, que daría a EE.UU. un posicionamiento ventajoso en comercio en este inicio del siglo XXI.

Washington no promueve una “contención” de China como contra la Unión Soviética. Sin embargo, su claro objetivo es posicionarse ante el crecimiento del poderío económico y militar chino, y ante el desafío —presente y futuro— a su hegemonía global. Asia es clave, ambos lo saben: el camino hacia ser superpotencia global de China pasa primero por ser el poder dominante de Asia, desplazando a EE.UU.

Vietnam es una pieza clave. Comparte extensas fronteras terrestres y marítimas con China, y una rica y compleja relación económica, histórica y sociocultural. Los héroes de la historia vietnamita son figuras que combatieron contra la tiranía de las dinastías chinas desde la antigüedad. La China de Mao apoyó a Vietnam en el conflicto con los estadounidenses. En 1979 invadió militarmente el norte de Vietnam para “dar una lección”, en palabras del patriarca Deng Xiaoping, al atrevido vecino que había derrocado al régimen genocida de Pol Pot de Cambodia, un satélite chino.

Hoy, China es el destino del 10.4 por ciento de las exportaciones y el origen del 30 por ciento de sus importaciones. El déficit comercial vietnamita es gigantesco. No obstante, EE.UU. es el principal mercado vietnamita.

Como otros países de la cuenca del Mar de China Meridional, Vietnam se enfrenta a la pretensión de Pekín de controlar el 90 por ciento del mar, ignorando sus reclamos de soberanía y zona económica exclusiva. Con frecuencia, pescadores vietnamitas son capturados u hostigados por patrulleras chinas; plataformas de perforación petrolera han sido instaladas en zonas disputadas.

La decisión de Washington permitirá adquirir medios modernos para el patrullaje marítimo. Es pragmática: significa también que los derechos humanos pasan a segundo plano ante los intereses geopolíticos. “Los cálculos geopolíticos dominaron este viaje, no los derechos humanos”, sostuvo un editorial del diario The Guardian.

Sin ser una alianza formal, EE.UU. apuesta a aprovechar el interés común de limitar las pretensiones chinas en los mares de Asia y cooperar en seguridad y defensa, y establecer vínculos comerciales importantes con la poblada nación del Sureste Asiático (94 millones de habitantes). Se dice que la Marina estadounidense podría tener una base en Cam Rahn Bay, una ironía histórica.

La política de “rebalancing” se puede ver amenazada por la política interna de EE.UU.: el aislacionismo de Donald Trump y la impopularidad del TPP. Vietnam balancea entre Washington y Pekín. Ha jugado bien la “carta americana”, como Obama la “carta vietnamita”. Veremos cómo Pekín jugará ahora sus piezas.

El autor es analista de asuntos Asia-Pacífico, Taiwan Fellowship Program 2016.

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