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Los desafíos para la viabilidad de Nicaragua

Esta transformación implicaría un esfuerzo nacional coordinado orientado a promover nuevas actividades de alto dinamismo de la demanda interna e internacional, de mayor complejidad y elevada densidad de encadenamientos.

En nuestros países, a pesar de la modernización de las empresas de mayor tamaño que operan en los sectores de mayor productividad, la productividad de la economía como un todo se estancó o crece muy poco.

Esta paradoja se resuelve señalando que el crecimiento de la productividad en los bolsones más modernos ha sido contrarrestado por que el empleo en estos sectores creció menos que el empleo en las actividades de menor productividad, lo que deprime el nivel de productividad de la economía como un todo.

Este fenómeno es posible cuando en la economía existe una elevada heterogeneidad en materia de productividad —algunas empresas y actividades de mayor productividad coexisten con un gran océano de micro unidades y actividades de muy baja productividad— y las actividades más productivas no se expanden suficientemente rápido.

En última instancia, lo que mejora los niveles de vida es el crecimiento de la productividad de toda la economía, esto es la productividad media o agregada, no la modernización tecnológica de las empresas mayores en sí. Esta puede coexistir con una baja productividad de la economía como un todo, si la mayor parte del empleo la generan las actividades de menor productividad.

A la inversa, a veces es posible un aumento de productividad sin que se produzca una modernización tecnológica ulterior de los sectores de mayor productividad, si se diversifican hacia actividades capaces de crecer con mayor dinamismo y crear porcentajes cada vez mayores del empleo, esto es, capaces de absorber en empleos de mayor calidad y remuneración a la creciente masa de fuerza de trabajo derivada del bono demográfico y de género.

Ello impondría la necesidad de romper la estrecha especialización que se deriva del atenerse a un esquema de ventajas comparativas estáticas o ricardianas, el cual se ha reflejado en una matriz productiva y exportadora muy poco diversificada y altamente heterogénea, que promueve, más que la generación de rentas de innovación, la pugna por la apropiación de la renta de los recursos naturales, de rentas monopólicas y de rentas derivadas de una fuerza de trabajo muy barata. Esta transformación implicaría un esfuerzo nacional coordinado orientado a promover nuevas actividades de alto dinamismo de la demanda interna e internacional, de mayor complejidad y elevada densidad de encadenamientos, que puedan llegar a producir de manera competitiva en plazos razonables.

Para ello será necesario establecer mecanismos que aseguren inteligencia de mercados, financiamiento de mediano y largo plazo y acceso a la tecnología, y el desarrollo de la plataforma de recursos humanos y de investigación y desarrollo que haga posible desarrollar la capacidad tecnológica del país, así como las políticas —fiscal, monetaria, cambiaria educativa y de inversión pública— consistentes con este esfuerzo. Pero el requisito más importante es que se desarrolle la cohesión nacional y social básica indispensable para poder sostener un esfuerzo de largo aliento como el que sería necesario y esto, a su vez, implicaría que se hubiesen encontrado mínimos comunes en torno a la coexistencia social y política.

Esto resulta muy difícil en un país como el nuestro, que nunca logró encontrar esos mínimos comunes, y además se caracteriza por una elevada polarización, atomización y desintegración económica y social, que posibilitan el surgimiento de un poder político altamente concentrado que se coloca por encima de la sociedad y se nutre de ella.

Pero, a la vista de los desafíos que impone la transición demográfica, que conduce inexorablemente al rápido envejecimiento de la población, así como el que la frontera agropecuaria se haya agotado, dejando atrás una impresionante pérdida de cobertura forestal y suelos degradados, y los desafíos inminentes sobre la disponibilidad de agua, desafíos que ponen en riesgo la propia viabilidad para este país, encontrar esos mínimos comunes se convierte en un imperativo de sobrevivencia.

*Economista
[email protected]

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