La Real Academia de la Lengua Española define la palabra “estadista” como “persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado”, pero su significado va más allá de una breve definición académica. Winston Churchill, definió claramente lo que es un hombre de Estado: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
Algunos en este país han hecho la utópica afirmación de que el comandante Ortega es un estadista, en otras palabras, pretenden manipular la realidad y quieren hacernos creer que el actual gobierno tiene visión de nación. Un verdadero estadista antepone el interés nacional a cualquier interés particular o partidario. El gobierno de turno ha demostrado a lo largo de estos dos periodos presidenciales que su único fin es la perpetuidad en el poder.
La persona que el 10 enero de 2017 sea investida como presidente de la República de Nicaragua debe tener claro, que antes de pensar en ideologías de derecha o izquierda, debe pensar en un Estado democrático y republicano. De tal modo, que los electores tengan la seguridad de que sin importar quiénes ascendieron al poder, sus derechos civiles, políticos, constitucionales van ser respetados.
El estadista debe plantear una visión de largo plazo a la nación e impone su propio sello a su época. Contrario a esta visión, el presidente Ortega tiene una visión clientelista, imponiendo su voluntad de forma recalcitrante a todos aquellos que no armonizamos con su proyecto político. Esta labor la ha realizado, a través de maniobras constitucionales, el irrespeto al Estado de Derecho, utilizando a su favor a los guardianes de poder (Policía y Ejército) y utilizando las fuerzas de choque como mecanismo de represión e intimidación.
La convocatoria a elecciones nacionales, por parte del Consejo Supremo Electoral sin mencionar la observación nacional e internacional independiente, es una señal más, de que el gobierno prioriza el poder a costa de la estabilidad económica y social.
Nicaragua en la primera magistratura requiere a una persona con gran capacidad de conducción, que tenga la habilidad de concretar acuerdos de carácter nacional con las demás fuerzas políticas, es decir, que practique el consenso y no la imposición como un pilar de una verdadera democracia.
Nicaragua necesita un presidente que no utilice la cultura política prebendaria y corrupta, llena de zancudos políticos, que tanto daño le han causado al país. Un gobierno presidido por un estadista impulsaría leyes que se dirijan a fortalecer el juego democrático. Estimularía la participación ciudadana en temas políticos respetando la pluralidad política para todos los actores. Los nicaragüenses no queremos un politiquillo del montón, necesitamos a alguien que haga honor a la frase “la política es el arte del bien común” que se preocupe en preservar el bienestar de quienes han depositado en él su confianza.
Finalmente, el comandante Ortega no es un estadista o humanista como algunos piensan. Sus políticas están dirigidas al endiosamiento de su figura y a restringir las libertades públicas, él ha establecido un Estado-partido autoritario que no tolera las voces disidentes. Por tanto, no debemos confundirnos, todo estadista es político pero no todo político es estadista. Y Nicaragua necesita un estadista.
El autor es estudiante de diplomacia y relaciones internacionales, UAM.