Una ruptura amorosa es una de las situaciones más comunes y dolorosas para hombres y mujeres. Las causas se asocian a factores como: la rutina, la “demoledora convivencia” y la disminución de la pasión.
Se calcula que más del 80 por ciento de las personas, que acuden a una consulta de Psicología, lo hacen por este motivo, señala Sergio García, psicólogo, quien reflexiona sobre este asunto: “Nos cansamos cuando el pacto que se hizo con la pareja ya “no es el mismo y varía la situación”; entonces se opta por la decisión de rehacer, o no, el compromiso para seguir caminando juntos.
Según explica, los cambios en las sensaciones “amor-pasión” y la extinción de la intensidad en el sentimiento (como mariposas en el estómago) hacen inevitable que se pasen momentos de tristeza, especialmente porque tendemos a “jugarnos” toda la felicidad a la carta del amor.
“Nos han inculcado que el amor romántico es lo mas importante del mundo, y cuando esto se viene abajo, es como si nos dijeran que no somos válidos como personas”, agrega García.
¿CÓMO EVITAR LLEGAR A ESE PUNTO DE RUPTURA O CÓMO ENFRENTARLO?
Para el psicólogo, “vivimos en un mundo de príncipes y princesas” en el que no hemos aprendido a gestionar los momentos negativos, pensamos demasiado en lo idílico. Por eso advierte que se debe entrar en una relación siendo conscientes de que las expectativas o ideales que nos hacemos a prioridad del otro, no van a cumplirse.
“Es necesario quitarnos la venda de los ojos para poder ver a esa persona”, afirma Sergio García.
¡CUIDADO CON LOS HIJOS!
En un conflicto de pareja también hay otros damnificados. Es el caso de los hijos, quienes entran a jugar un papel antagonista, y muchas veces no entienden lo que pasa entre sus padres.
De ahí que, ante un divorcio o separación, García insiste en la necesidad de actuar de forma “civilizada” y evitar manipular a los hijos para no causarles un mayor sufrimiento.
El psicólogo aclara que “la ruptura en sí, no tendría por que ser traumática para ellos, pero no sabemos hacerlo”. Además previene a los padres de no discutir delante de los hijos, y considerar que, tanto en la niñez como en la adolescencia, son como “esponjas”, y pueden absorber los conflictos y llevarlos al colegio.