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¿Es necesario cambiar el futuro?

Por supuesto es imposible conocer a ciencia cierta lo que ocurrirá en el futuro. Pero es posible efectuar un ejercicio bastante preciso de prognosis a partir de algunas tendencias en marcha.

Por supuesto es imposible conocer a ciencia cierta lo que ocurrirá en el futuro. Pero es posible efectuar un ejercicio bastante preciso de prognosis a partir de algunas tendencias en marcha.

Las previsiones más precisas que pueden hacerse corresponden al terreno demográfico. Las personas que dentro de 20 años tendrán 60, 50 y 40 años están entre nosotros. Las tendencias de la fecundidad apuntan a que, dentro de pocos años, la misma alcanzará un promedio de 2.1 hijos por mujer. Mientras, la tasa de mortalidad se sigue reduciendo y la esperanza de vida aumenta.

Esto significa que el país ha iniciado el tránsito a la fase de envejecimiento de su población. Se trataría entonces de reconocer estas tendencias y desarrollar un consenso acerca de cómo prepararse, desde ahora, para hacer frente a los desafíos de este proceso.

En primer lugar, sería imprescindible invertir lo necesario para dotar a todos los niños y niñas del capital humano que les permita, además de sobrevivir, desarrollarse plenamente.

El aumento en la inversión por niño a su vez tiene el potencial de generar un círculo virtuoso. Si se materializa esta inversión, los futuros niveles educativos más altos se traducirían en una reducción ulterior de la tasa de fecundidad, liberando recursos para mejorar aún más la inversión por niño.

El resultado sería un incremento sostenido, a lo largo del tiempo, en la dotación de capital humano por trabajador y que las próximas generaciones de población económicamente activa, con una mayor y mejor dotación de capital humano, fuesen más productivas que la actual.

Este punto es importante porque implica que, si bien los países con bajas tasas de fecundidad tendrán en el futuro menos trabajadores, estos se habrán beneficiado directamente de una mayor inversión en capital humano.

Si el capital humano aumenta de manera importante la productividad, la fuerza de trabajo más reducida del futuro será más productiva que la actual fuerza de trabajo más numerosa, y será capaz de generar los recursos necesarios para sostenerse a sí misma, incrementando su nivel de vida, y a la vez sostener niveles de vida también crecientes para el número en aumento de adultos mayores.

En segundo lugar, la fase actual de la transición demográfica se caracteriza por un fuerte incremento de la población económicamente activa, como resultado de la incorporación anual de decenas de miles de jóvenes a la edad de trabajar y al incremento en la tasa de participación laboral de las mujeres.

El aprovechamiento verdaderamente pleno del bono demográfico y de género implica que este incremento en el número de trabajadores sea absorbido de manera predominante por empleos de creciente productividad y remuneración.

Para que ello ocurra debería producirse un proceso de permanente diversificación de la estructura productiva hacia actividades de cada vez mayor productividad y densidad de conocimientos, y en la correspondiente reasignación de la fuerza de trabajo hacia estas actividades.

A su vez, ello significaría que esta población en edad activa está dotada con los conocimientos, capacidades y destrezas específicas requeridas.

En la medida en que un porcentaje creciente de los empleos vaya siendo de mayor productividad, se producirá un proceso de incremento sistemático en la productividad media a lo largo del tiempo, de manera que se logre arribar a la fase de envejecimiento en mejores condiciones.

A su vez, hogares con mayores ingresos per cápita debido al incremento en el número de personas trabajando en empleos de mayor calidad, y a un menor número de niños, podrán invertir mucho más por cada niño.

Si ello ocurre, en efecto el número más reducido de trabajadores del futuro, resultantes de la menor fecundidad, serán mucho más productivos que los actuales, más numerosos.

Si esto no es lo que está ocurriendo, tenemos que hacer lo que sea necesario para cambiar el futuro, y hacerlo más esperanzador.

*Economista
[email protected]

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