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La voz que clama en el autobús

Eran las 6:00 de la mañana cuando de pronto un hombre vestido en harapos, en la parada de buses de la rotonda El Güegüense.

Eran las 6:00 de la mañana cuando de pronto un hombre vestido en harapos, en la parada de buses de la rotonda El Güegüense, se montó en la parte de atrás gritando: “Mi nombre es el verdadero nombre, ergo no necesito decir cuál es mi nombre, ya que mi verdadero nombre no es un nombre que todo hombre pueda conocer, porque la verdad siempre o casi siempre ha estado delimitada para unos cuantos nombres y hombres aquí en la tierra como en el infierno”.

—Y haciendo una pausa para sacar una bolsa plástica con monedas continuó diciéndonos a grito partido a todos los que íbamos esa mañana para el trabajo — “Yoo , yoooo Soy la greda perfumada que el alfarero un día modeló en sus manos de artista comprometido y que por ironía de la existencia del ser se equivocó en su laboratorio del destino y la fatalidad para poder darle a su obra un motivo o una trama que lo mantuviera ocupado y de esa forma poder demostrarse a sí mismo que un creador es un jugador o un artista que siempre logra crear una obra de arte a su gusto y antojo. Yo, yooooooo no te vengo a predicar a ningún dios, pues yo, yo…” Repitió moviéndose bruscamente al centro del transporte colectivo que a esa hora no llevaba a nadie de pie.

“Yoooo —grito a todo pulmón— soy el que soy, yo soy la zarza que arde y no se consume, yo, yoooo yo soy Diossssss…. Infieles”. Terminó diciendo ya ronco para tomar aire y agregar casi en susurro, y tocando ahora el hombro de un usuario dijo:

“Y la cosa creada no puede ser capaz de renegar de su alfarero, porque él posee el poder de hacer todo lo que le dé la regalada gana hacer y nadie puede evitarlo o contradecirlo, ya que posee la libertad y la autoridad para poder determinar cuándo, dónde y a qué hora todo esto se puede terminar, dijo golpeándose el pecho y añadió casi sin voz: “Él, él… es como quien dice el sacerdote, el sacristán, el que toca las campanas y el templo en donde se encuentran escondidas las cosas grandes y ocultas que solo yooooo conozco”, y dirigiéndose a mí me quedó mirando fijamente con sus pequeños y ojerosos ojos de ardilla y me dijo en un casi imperceptible murmullo: mi nombre es Jesús y estoy hambriento y necesito que me ayuden, no tengo techo y estoy solo en este burdel que mi YO Soy el que Soy me ha creado, me terminó diciendo mientras dos lágrimas le salieron de sus cóncavos ojos ciegos: yo le di lo que tenía y mientras él pasaba la bolsita a todos los pasajeros comprendí que la necesidad tiene cara de perro loco en el burdel del autobús de la vida de muchos ancianos.

Dedicado a los ancianos indigentes.

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