En el mundo moderno la ansiedad irrumpe con fuerza alterando la calidad de vida de quienes la padecen y sus familiares. No solo impacta en la salud de quien la sufre sino que es importante diferenciarla de trastornos que pueden poner en peligro la vida, dado que puede ser que no estamos frente a una persona “que padece de los nervios” sino de una enfermedad que amerita tratamiento salvador.
Una persona que ha iniciado de forma repentina o súbita miedo intenso o malestar que alcanza su máximo desarrollo al cabo de los diez minutos y que reúne cuatro o más de los siguientes síntomas califica para ser diagnosticada de un ataque de pánico.
Entre los síntomas destacan los siguientes: palpitaciones o taquicardia, sudoración, temblores, dificultad para respirar, opresión en el pecho, sensación de estar “atragantado”, náuseas o molestias abdominales y adormecimiento en algunas zonas del cuerpo.
También pueden presentarse escalofríos o bochorno, sensación de no ser la persona que es (despersonalización), miedo a morir, perder el control o volverse loco.
La inestabilidad, mareos y desmayos también son otros síntomas.
Para estar “más seguros” que estamos frente a una crisis de angustia averiguamos si en la familia hay historia de nerviosismos, los síntomas han aparecido en la juventud, hay preocupación “por perder el control” y recientemente se ha producido una situación de tensión nerviosa.
Siempre los médicos internistas descartamos, es decir debemos estar seguros que no exista una enfermedad de las glándulas endocrinas como tiroides, suprarrenales y otras. Historia de trastornos vertiginosos, epilepsia, derrames cerebrales, enfermedades cardíacas así como intoxicaciones.
Hay personas que sufren innecesariamente peregrinando de una emergencia a otra, de médico en médico. Lo recomendable es comenzar con el chequeo del médico internista que va a definir lo que es nervioso de lo orgánico.
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