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El nuevo ataúd de Keith Taylor con una nueva muñeca y ahora le agregó un cangrejo. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

Keith Taylor, los Dantos y el general

Keith Taylor se vino de la Costa Caribe del país hacia Managua, para integrarse a los Dantos y convertirse en el mejor cargabates de la historia del beisbol de Nicaragua

A Omar Cisneros el general Humberto Ortega lo mandó a la Costa Atlántica a buscar peloteros, pero el joven mánager lo que hizo fue traer un cargabates: Keith Taylor Downs. Luego, Cisneros tuvo que cargar por mucho tiempo con esa broma: “Te mandaron a traer peloteros y trajiste un cargabates”. Ahora hasta al mismo Cisneros le da risa.

Los Dantos, el equipo del Ejército Popular Sandinista (EPS), estaba participando en el beisbol de primera división del país desde 1981 y en 1986, cuando Cisneros incorporó a Taylor, el equipo ya había disputado dos series finales: la primera la perdieron en 1982 contra el Frente Sur de Rivas y, la segunda, la ganaron en 1985 al Granada.

El accionar de Los Dantos era bueno. Tenían buena fanaticada entre los militares y un poco entre los civiles, pero cuando Cisneros llegó quería que el equipo ganara más espacio en el corazón de los managuas. “Los Dantos vinieron a rescatar el orgullo de los managuas. En ese tiempo el Bóer andaba de capa caída”, recuerda el historiador y exdirectivo del equipo de los militares, Roberto Sánchez Ramírez. El Bóer no ganó ningún campeonato entre 1977 y 1995.

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Keith Taylor fue cargabates de los Dantos, la Selección Nacional y el Granada. Muchos le consideran el mejor en la historia del beisbol nicaragüense. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

Cuando en 1986 Cisneros fue enviado a Puerto Cabezas, donde se disputaba el Campeonato Nacional de Beisbol Mayor A, lo que más le llamó la atención fue ver que cada vez que un negrito delgado se ponía a bailar, el público se agitaba, gritaba, aplaudía. Cisneros no la pensó dos veces y se fue a hablar con él.

LA HISTORIA DE KEITH TAYLOR

El día que Omar Cisneros habló con él por primera vez, Keith Taylor recuerda que andaba de cargabates del equipo de Puerto Cabezas. En realidad Taylor era el cargabates del Corn Island, pero este equipo ya había sido eliminado por Siuna. Taylor no quería salir del campeonato y se ofreció para ser cargabates de Puerto Cabezas.

Taylor había nacido en Corn Island, el 4 de febrero de 1951. Sus padres, Robin Taylor y Migela Downs, habían tenido problemas porque los padres de Migela no estaban de acuerdo con la unión de la pareja y Robin tomó la decisión de llevarse a la familia a una comunidad ubicada cerca del río Coco, casi en la frontera con Honduras. Allí Taylor apenas logró aprobar el sexto grado, porque sus padres no tenían las condiciones económicas para mandarlo a la secundaria en Puerto Cabezas. Así que Taylor tuvo que buscar trabajo con un machete rozando patios. Lo que más recuerda de su infancia es de cuando iba a pescar. Sacaba sábalos, róbalos, mojarras y hasta cangrejos. También le gustaba cazar palomas.

De Corn Island se fue cuando tenía 2 años de edad y regresó hasta que tenía 34. Solo le decían: “Este es tu tío y esta es tu tía. Aquel es tu primo y aquella tu prima”. Pero él no conocía a nadie.

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Lo que más añora Keith Taylor es volver a andar con Los Dantos. Ahorita no puede porque trabaja de vigilante en la Alcaldía granadina y la alcaldesa, Julia Mena, no le da permiso. “Le pido al general Julio César Avilés que le mande una carta a la alcaldesa para que me deje ir con Los Dantos”, dice Taylor. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

Antes de conocer a Los Dantos, Taylor trabajaba en una casa de huéspedes del gobierno, en una comunidad cercana a Puerto Cabezas. Había una casa amarilla y otra blanca. Él era el que hacía todo allí y le tocaba recibir a los comandantes de la revolución cuando estos llegaban a descansar al lugar. Pero Taylor solo recuerda a Lumberto Campbell, porque “los de Managua” solo lo saludaban de lejos.

Cuando se iba a realizar el campeonato de Mayor A en Puerto Cabezas, Taylor no se lo quería perder. Le apasionaba el beisbol y había jugado la posición de receptor. A los 19 años había sido subcampeón nacional de Mayor A con Corn Island. Pero después dejó de jugar porque le “metieron un pelotazo” y le dio miedo.

Keith Taylor está casado con Ana Luisa Sandoval y tienen un hijo de 18 años de edad que se llama igual que él. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA
Keith Taylor está casado con Ana Luisa Sandoval y tienen un hijo de 18 años de edad que se llama igual que él. LA PRENSA/ ROBERTO FONSECA

De la comunidad donde Taylor estaba había que ir en lancha a Puerto Cabezas, pero sus jefes le dijeron que no iba a viajar porque “había mucho que hacer” en la casa de huéspedes.

El día que iba a partir la lancha, Taylor agarró dos bolsas plásticas y unas llantas y se las amarró a la cintura. Cuando dijeron “la lancha ya se va”, se tiró al mar y se asió de un mecate que sujetaba el ancla. La gente de la lancha comenzó a decirle que se soltara pero él les gritaba que si no lo llevaban no se soltaba. A los de la lancha no les quedó más remedio que llevarse a Taylor. “Llevémoslo a este jodido”, recuerda Taylor que dijo uno de sus jefes.

Fue en esa ocasión que se encontró con Omar Cisneros. “¿Querés irte a conocer los departamentos del Pacífico?”, dice Taylor que le preguntó Cisneros. Taylor le dijo que le diera chance para pensarlo. En los recuerdos de Taylor está que a los dos meses de esa plática llegó una aeronave a Corn Island para recogerlo. Era el general Humberto Ortega quien le mandó la avioneta. “Solo íbamos el piloto, el copiloto y yo. Me llevaron directo a Managua”, rememora Taylor.

El día que Taylor llegó a la capital, cuando se adentró en la ciudad “salió corriendo cuando vio los carros”, asegura Omar Cisneros.

EL SHOW DE TAYLOR

Omar Cisneros había sido mánager de un equipo de juveniles de Don Bosco y se estaba ganando la fama de ganador, porque había conquistado varios campeonatos. Los Dantos lo captaron en 1986 y un año después ya estaba disputando su primera serie final en el mejor beisbol del país nada menos que contra el Bóer, los “mimados” de los capitalinos. ¡Qué final aquella!

En las páginas de los diarios quedaron registradas las largas filas que se hacían en el Estadio Nacional para obtener un boleto. Como bien escribían los cronistas de ese momento, era una época de guerra, en la que el costo de la vida era alto y había pocas oportunidades para divertirse. Los cronistas de la época van más allá y afirman que el beisbol nica en ese momento no tenía calidad. Pero era lo que había.

En alguna manera, aunque no era así, Los Dantos representaban al gobierno por ser patrocinado por el ejército. Y la gente a veces iba contra Los Dantos y apoyaba al Bóer por esa razón. El general Humberto Ortega recuerda que los comandantes del Frente Sandinista (FSLN) apoyaban a ciertos equipos. Él apoyaba a Los Dantos, su hermano Daniel y Tomás Borge al Bóer, Jaime Wheelock al Frente Sur de Rivas, Carlos Núñez al León, Lumberto Campbell a la Costa Atlántica, Daniel Núñez a los Productores de la UNAG, y así.

Los comandantes llegaban a los estadios a apoyar de vez en cuando a sus equipos. El exmilitar Roberto Sánchez Ramírez recuerda que era encargado de la seguridad del Estadio Nacional y era difícil la situación especialmente con la presencia de los comandantes. “Yo los vergueaba a todos”, dice el general Ortega riéndose, aludiendo a que casi siempre Los Dantos ganaban y recordando aquella final contra el Bóer en la que los “mimados” perdieron y con ellos también Daniel Ortega y Tomás Borge.

Fue en ese escenario y en ese contexto en que se lució Keith Taylor.

Taylor cargaba una cajita que parecía un ataúd pequeño. Dentro andaba una muñeca que tenía las manos hacia atrás y al final de cada bateada, ya fuera de los Dantos o del equipo contrario, se iba al home plate o a la primera base y tiraba la muñeca en el suelo. Luego comenzaba a bailar alrededor de ella e inmediatamente salía el cargabates del otro equipo o algún jugador contrario hacia donde estaba el “brujo”.

Inmediatamente Taylor tomaba la muñeca, la metía dentro de la caja nuevamente y salía huyendo hacia el dogout de Los Dantos. La gente gritaba. Taylor también bailaba y la afición se emocionaba. Si eran los contrarios lo abucheaban. Ese era un gran gozo para los fanáticos.

Había otros dos cargabates que sobresalían en esa época, pero ninguno tenía “la chispa” de Taylor, asegura Roberto Sánchez. Se trataba de “Chavelo”, del Bóer y Freddy Siles, de los Productores de la UNAG. Ambos eran enanos. Aunque no era cargabates, por el Bóer también animaba Clodomiro “El Ñajo”. En aquella final de 1987 la “rifa” estuvo entre Taylor y Clodomiro. Ganó Taylor en todo.
“Yo inventaba (trucos) y esos inventos daban resultados porque ganaban Los Dantos. Inventaba como que yo era brujo y la gente creía que era verdad. En realidad no, no me gusta hacer daño a nadie. Yo solo bailaba para darle suerte al equipo”, explica ahora Taylor.
“El enanito (Chavelo) no me quería, él quería ser rival mío pero no. Quería llegar a la Selección y allí estaba yo. Los boeristas en sí no me querían, Clodomiro tampoco y si es el enanito de la UNAG, Freddy Siles, ese me dañó el cartapacio en el que yo andaba el ataúd, me lo arrebató, se fue y lo orinó”, dice Taylor.

Hace poco Taylor llegó a Boaco con el equipo de esta segunda etapa de Los Dantos. El mánager de Boaco era Tomás Guzmán, el que fuera el receptor indiscutible de Los Dantos en los años ochenta. Guzmán y Taylor se saludaron con gran entusiasmo, pero Guzmán, según Taylor, le dijo: “Esa mierda (ataúd) no te va a dar resultados, aquí te vamos a cargar a verga”.

AQUELLA FINAL DEL 90

No todo fue éxito con Los Dantos. En 1988 comenzaron flojos la temporada, pero terminaron ganando nuevamente el campeonato, esta vez ante el poderoso equipo de la Costa Atlántica, la tierra de Taylor.

En 1990 otra vez Los Dantos fueron a la final, contra el León de Noel Areas. Los Dantos, a quienes se le conocía como “La maquinaria roja”, estuvieron ganando la serie 3-0, a solo un triunfo de ser campeones otra vez. Pero León remontó y acabó siendo el campeón.

Taylor recuerda el día del juego final, el 10 de mayo de ese 1990. Llegaron a la casa club del equipo y había comida preparada en abundancia. Habían matado dos cerdos. Querían que él comiera algo pero no podía. Estaba roto en llanto. Todo mundo estaba molesto. Los comandantes del ejército se habían decepcionado con el equipo.

Los Dantos ganaron un campeonato más, en 1991, contra el Chinandega. Pero en 1993 se terminó el equipo. Los sandinistas ya no estaban en el poder y el Ejército ya no tenía recursos para seguir manteniendo al equipo.
Keith Taylor quedó triste pero la vida seguía. Así que pasó a ser el cargabates del Granada, donde lo fue por 11 años. Hoy trabaja como vigilante en la Alcaldía granadina, cuidando el parque Subtiava.

Taylor asegura que él sabía que algún día regresarían Los Dantos y su sueño se hizo realidad. Estuvo nuevamente con el equipo. En esta temporada actual no ha podido estar con ellos pues la alcaldesa granadina, Julia Mena, no le da permiso, sino que quiere que Taylor sea cargabates del Granada. Taylor no quiere. Quiere estar con Los Dantos.

“Le pido al general Julio César Avilés que le mande una carta a la alcaldesa para que me deje ir con Los Dantos”, dice Taylor, quien hace poco pidió 15 días de vacaciones para poder andar con su equipo, de gratis. “Cuando me muera quiero que me entierren con el uniforme de Los Dantos”, pide Taylor, quien asegura que demostró lo que valía y que Omar Cisneros no se equivocó cuando se lo trajo de la Costa Atlántica a Managua, para ser el mejor cargabates que ha habido en la historia del beisbol nicaragüense, tanto en Los Dantos, en Granada como en la Selección Nacional.

EL PRIMER DANTISTA

El creador de Los Dantos es el general Humberto Ortega. Cuando los sandinistas triunfaron Ortega se acordó de su amigo y subordinado en la guerrilla Germán Pomares Ordóñez, el “Danto”, a como le apodó por ser de contextura fuerte el guerrillero Santos López, el mismo que anduvo con Sandino.

El general Humberto Ortega y el guerrillero Germán Pomares Ordóñez, el “Danto”. LA PRENSA/ CORTESÍA
El general Humberto Ortega y el guerrillero Germán Pomares Ordóñez, el “Danto”. LA PRENSA/ CORTESÍA

“A Pomares le gustaba mucho el beisbol. Antes de meterse a la guerrilla Pomares era jugador en el equipo del ingenio San Antonio y también en el de El Viejo. Era cácher y también jugaba en la clandestinidad”, recuerda Ortega.

Así que Ortega le puso Los Dantos al equipo en honor al fallecido guerrillero y también impulsó que la liga de beisbol se llamara Germán Pomares Ordóñez, los “Pomares”, a como se le conoce.

A Ortega también le gusta el beisbol. “Yo era pícher. Era paralítico del brazo pero pichaba, me salían unas curvas todas raras”, recuerda Ortega, quien asegura que no le bateaban fácilmente. Al exmilitar e historiador Roberto Sánchez se le preguntó si era verdad que era difícil batearle a Ortega y respondió entre risas: “Yo no sé. Yo nunca le bateé, a un jefe no se le batea”.

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El general Humberto Ortega, en los años ochenta, lanzando una de sus curvas “envenenadas”. LA PRENSA/ CORTESÍA

Ortega recuerda que él gestionó que al Estadio Nacional se le colocara una viga antisísmica para que se jugara sin temor a que ocurriera una desgracia. “Yo fui quien impulsó levantar el beisbol amateur, yo con el apoyo de Daniel. El que lanza la primera bola en la primera liga (después del triunfo) fui yo”, rememora el general.

LA CASA CLUB DE LOS DANTOS

Si hay un lugar que Keith Taylor añora es la casa club de Los Dantos. Quedaba en la entrada a Esquipulas, donde hoy está una venta de autos, dice Omar Cisneros.

El exdirectivo de Los Dantos, Roberto Sánchez, recuerda que la organización quiso darle buena alimentación a los peloteros e instalaron una buena cocina con un menú especial para deportistas. También instalaron un gimnasio Hércules, jaulas de bateo y fueron los primeros en traer máquinas lanza pelotas al país.

Y para descansar buenas camas. Habían hasta cinco boxes para que entrenaran los pícheres. La idea era que se mantuvieran como en una especie de internado y, comenta Sánchez, cuando el pelotero iba de pase a su casa se le daba una provisión muy útil “en aquellos tiempos difíciles”.

Los Dantos lo tenían todo. Fueron los primeros en tener casa club. Keith Taylor asegura que de vez en cuando mataban a dos cerdos y se hacían comilonas en la casa club. “Es que el general Humberto Ortega atendía personalmente a Los Dantos”, afirma Roberto Sánchez.

EL MEJOR CARGABATES DE LA HISTORIA DEL BEISBOL NACIONAL

Keith Taylor sabía qué bate era el favorito de cada bateador. Los tenía listo antes de que los bateadores se los pidieran. “Julio Medina manejaba el bate 34. Panal Delgado era el 35. El 33 era para Sandy Moreno”, recuerda Taylor.

“Soy cargabates con orgullo. El éxito de un cargabates es mantener su postura con respeto. Respeto a usted mismo, al público, a hacer tu trabajo, estar atento y saber los bates”, dice Taylor, quien también dice que hay que saber pasar las señas del mánager a los jugadores. “El hombre más cerca del bateador es el cargabates. Hacía como que los estaba sacudiendo y les decía: “Dice el hombre que toqués la bola”.

Taylor fue cargabates de la Selección Nacional y en una ocasión, cuando fue a las Antillas Holandesas, se le ocurrió ponerle el pequeño ataúd debajo de las nalgas al cácher de la selección de ese país. Cuando el hombre se percató “pegó tres brincos y allá fue a caer”. Después, toda la selección de Antillas Holandesas se le vino encima a Taylor. “Esos no creen en eso”, dice Taylor. Argelio Córdoba le dijo que se escondiera en lo más profundo del dogout porque si no lo iban a matar.

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COMENTARIOS

  1. maria de los angeles
    Hace 8 años

    que coincidencia somociana, Somoza Garcia tenia su equipo Cinco Estrellas y el hijo Somoza Debayle el equipo Somoza Junior, con jugadores de la Costa.Atlantica.Hasta en eso son similares.

  2. Alfonso Omega
    Hace 8 años

    Quien recuerda a un simpático carga-bates en el mundial de 1972? Es el mismo Taylor? Recuerdo que en esa época los medios de comunicación le decían “El Bufon “. Este bufon fué Keith Taylor? Si alguien conoce o recuerda a este personaje de ese memoriable mundial, sería muy oportuno aclararlo.

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