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Managua 20 de Enero del 2016 . Jaime Arellano,presentador y politologo T/V ,Posa para Ping Pong .Foto Uriel Molina/LAPRENSA

Vida con sobrepeso y obesidad

El miedo a la muerte, el amor a la comida, la ansiedad y la depresión suelen ser los principales protagonistas de la historia de una persona con sobrepeso. Estas son historias de cómo se vive la vida y de cómo se acaba cuando se es obeso.

El público aplaudía excitado. Hombres musculosos vestidos como gladiadores halaban la enorme carreta y, al centro de esta, el titánico Nerón con una enorme y brillante capa azul, traje blanco y una corona de laureles saludaba al público. Dos mujeres lo abanicaban y besaban en las mejillas. Canastos de uvas, melones y toda clase de frutas adornaban su trono.

Fue una de las pocas veces que Róger Porfirio, quien representó al emperador romano Nerón en las celebraciones de Ben Hur en 1997, pudo salir de su casa. Después de pasar más de ocho años postrado en cama pidiendo ayuda por las mil libras que él mismo aseguró llegar a pesar, finalmente falleció.

Roger Porfirio, representando a Nerón en las celebraciones de Ben Hur. Aseguró que llegó a pesar mil libras y después de estar ocho años postrado en una cama, falleció. LAPRENSA/ARCHIVO
Roger Porfirio, representando a  Nerón en las celebraciones de Ben Hur. Aseguró que llegó a pesar mil libras y después de estar ocho años postrado en una cama, falleció. LAPRENSA/ARCHIVO

En 2014 la Organización Mundial de la Salud aseguró que en el mundo cada año mueren como mínimo 2.8 millones de personas adultas a causa de la obesidad y el sobrepeso. En Nicaragua, la nutricionista Nidia Báez, del Hospital Metropolitano Vivian Pellas, acepta con cierta preocupación que al menos el 85 por ciento de los pacientes que atiende la buscan porque padecen esta enfermedad.

Jaime Arellano, presentador del programa de televisión Jaime Arellano en la Nación, aún lucha todos los días contra la obesidad y el miedo a morir por las complicaciones que esta implica. La vida de Miguel Icaza cambió completamente cuando, después de pesar 270 libras, bajó más de 100. Roberto, a quien llamaremos así por petición de su papá por respeto a su memoria, y Róger Porfirio llegaron a la última instancia de la enfermedad: la muerte. Estas son historias de cómo se vive la vida y, de cómo se acaba también, cuando se es obeso.

“Necesito ayuda”

La última publicación de la cuenta de Facebook que corresponde a Róger Porfirio tiene fecha del 4 de septiembre de 2013. Él mismo compartió su fotografía de perfil. Se ve a un hombre de grandes dimensiones postrado en una cama y cubierto solo con una sábana blanca. Su rostro pide a gritos que alguien lo salve de sí mismo. “Necesito ayuda”, se lee en el pie de foto.

En otra publicación de la misma cuenta, Róger aseguraba que había llegado a pesar 1,000 libras y aclaraba que para 2013 ya pesaba 500. “Buenos días, me gustaría saber si me pueden ayudar por lo menos con un reportaje, ya que mi salud está muy mal debido a mi problema de peso, ya que toda mi vida he vivido con este mal. Esto está afectando mi salud y soy de escasos recursos”, reza el escrito, que al final lleva su dirección y su número de teléfono.

Lo que más le molestaba a Róger Porfirio, según dijo a un canal local era la presión que sentía al estar encerrado entre las cuatro paredes de su casa y no poder salir. “Yo le pido a Dios que me dé fuerza y fortaleza y que toque corazones para que me ayuden, para mis alimentos, para mis medicamentos”, dijo al medio. Pero fue tarde para él. Según su mamá, quien no quiso proporcionar su nombre o alguna entrevista —asegurando que no tiene caso porque “ya no puedo revivirlo”—, él falleció hace unos ocho meses.

La OMS considera la obesidad como el quinto factor de riesgo de defunción en el mundo. No por gusto ha sido catalogada como la “enfermedad del siglo” por esta misma organización, ya que está directamente asociada a los padecimientos crónicos, como las enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión arterial y varios tipos de cáncer. Y las tendencias reflejan que para 2020 estas enfermedades crónicas serán la causa del 73 por ciento de las muertes en el mundo.

A diferencia de Róger Porfirio, quien suplicaba que lo ayudaran, Roberto, un muchacho de 33 años más bien intentaba ocultar sus problemas de obesidad a su familia. Su papá, quien también pidió se omitiera su nombre, aseguraba que desde pequeño Roberto empezó a comer sin control. “Desde pequeño fue recio”, dice.

Era el primer hijo y le daban de todo, comía lo que él pedía y quería. Llegó a medir seis pies, más de 1.80 metros y todos lo veían fuerte, recio, “hermoso”. Sin embargo, cuando tenía unos 25 años llegó a pesar 315 libras. Su papá asegura que no se notaban por su tamaño, pero ya empezaba a tener problemas: con las sillas en los restaurantes, no podía abordar los buses o vehículos, si estaba en un baño pequeño se sofocaba. “Yo creo que fue una vida muy desordenada. Y hay que ponerle mente temprano”, dice su papá.

Entre más grasa llevara la comida, para Roberto estaba mejor. Comía mucha comida nica: nacatamal, vigorón, vaho… “Mucho, mucho vaho”. Como vivió en casa con sus padres la mayoría del tiempo, si se levantaba a las 10:00 de la noche o a las 5:00 de la mañana al baño, por ejemplo, siempre pasaba por la refrigeradora buscando algo para comer. Cuando salía con sus amigos podía llegar a comerse siete u ocho pupusas con su respectiva gaseosa.

Empezó teniendo problemas para respirar. Como dormía en su propio cuarto no les decía nada a sus padres. Luego siguieron los problemas del corazón, retención de líquidos y várices que se reventaron, hasta que finalmente buscó ayuda.

Comenzó una dieta que, su padre asegura, fue lo que lo llevó a la muerte. En sus últimos ocho meses llegó a pesar de 315 a 240 libras. “Cuando uno quiere ayudar ya es tarde. Su corazón había crecido. El tratamiento afectó el hígado y los riñones. La presión y el azúcar afectó muchísimo, por una dieta fortísima”, dice su papá.

De los últimos ocho días que estuvo internado en el hospital, tres estuvieron en salas normales y luego en Cuidados Intensivos. Su respiración iba disminuyendo poco a poco, su corazón latía cada vez más lento y le pusieron un tubo con oxígeno. Era lo único que lo mantenía vivo. “En sus últimas 12 horas él platicó… Me dijo que ya iba de viaje y que ya no había nada que hacer, que aceptáramos eso”, cuenta su papá. Dos paros cardíacos pusieron fin a su vida. Uno a las 5:00 de la tarde y el segundo a las 2:00 de la mañana.

Aquel “gordito bonachón”

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Según su papá, Roberto era el típico “gordito” de buen corazón. Se esmeró en hacer amistades, en agradar y en caerle bien a todos. “Una persona que nunca tuvo en contra a nadie. Todo el tiempo lo que hizo fueron amigos”, dice su padre. De hecho él asegura que para su funeral vinieron amigos de otros países y hasta cubrieron los gastos de su entierro.

La imagen del “gordito bonachón”, gracioso, amable, cariñoso, de buen humor e incluso un poco torpe ha sido inculcada a través de caricaturas y personajes de series animadas y películas de toda clase. Por ejemplo, Santa Claus, el típico hombre obeso que es bueno con los niños; el gracioso Homero Simpson; Kung Fu Panda, el oso medio torpe; Rusell, el entrañable y tierno niño de la película animada Up; incluso, religiosamente, el Buda, en algunas ocasiones se representa como un hombre con sobrepeso, como parte de una teoría que indica que “originalmente fue un dios de la fertilidad o prosperidad y que su panza redonda y grande era un símbolo de buena cosecha”, según la cultura budista.

Raúl Morín, presidente de la Academia Mexicana para el estudio de la Obesidad, aseguró al diario El Tiempo, de Colombia, que “en ocasiones se trata de una máscara que se ponen estas personas para contrarrestar la discriminación a las que muchas son sometidas. Se muestran con un aspecto condescendiente y sociable, pero detrás de eso puede haber depresión y ansiedad”. Según Morín, un estudio realizado por la Universidad de Guadalajara reflejó que el sesenta por ciento de las personas obesas padecen de depresión.

La nutricionista Nidia Báez en algunos casos recomienda que una persona que padezca de sobrepeso también visite un psicólogo, pues este padecimiento muchas veces está ligado a problemas y vacíos emocionales, depresión y ansiedad, como el caso de Miguel Icaza.

Manuel Icaza, la derecha de fotografía, llegó a pesar 276 libras. LAPRENSA/CORTESÍA
Miguel Icaza, la derecha de fotografía, llegó a pesar 276 libras. LAPRENSA/CORTESÍA

Cuando Icaza tenía 6 años su mamá falleció y desde entonces nadie lo controló. “Como niño comencé a llenar vacíos, pedía las cosas llorando para chantajear. Mi abuela para que no llorara me complacía”, dijo a la revista Magazine, de LA PRENSA.

A través de los años se le fue haciendo normal tener sobrepeso y él también se acostumbró a ser el “gordito gracioso”. “Siempre quise ser delgado porque es como incómodo ser gordo. No por la gente, sino porque no alcanzamos en algunos lugares, los chistes. Quería ser delgado porque se ve bonito y además por salud. Yo siempre fui el gordo divertido, el que todo el mundo quería”, aseguró Icaza.

A pesar de que su familia lo apoyaba con psicólogos y nutricionistas, sus intentos no tenían resultado. A los 18 años se puso un balón gástrico, lograba reducir su peso por unas cuantas libras, pero se cansaba, comía y otra vez volvía a subir de peso. Pero fue una cirugía de “manga gástrica” lo que finalmente le ayudó y reconoce que lo hizo por cuestiones de salud. Fue difícil tomar la decisión, pero una vez que vio los resultados se dio cuenta de que valió la pena.

Después de haber llegado a pesar 276 libras, Icaza llegó a perder 110 libras. Sin embargo, aseguró que “todavía me siento gordo. Cada vez que dicen gordo yo me volteo porque según yo están hablando de mí, veo una camisa y digo: esto no me queda y me la pongo y me queda grande”. Actualmente pesa 167 libras.

Miguel Icaza, después de realizarse una "manga gástrica". Ahora pesa 167 libras. LAPRENSA/Uriel Molina
Miguel Icaza, después de realizarse una “manga gástrica”. Ahora pesa 167 libras. LAPRENSA/Uriel Molina
Nicaragua y la obesidad

Una persona tiene sobrepeso cuando su índice de Masa Corporal va desde 25 hasta 29.99 puntos. Y se considera obesa cuando el Índice de Masa Corporal es de 30 puntos en adelante. El cálculo para saber el índice de masa corporal se realiza con una fórmula que consiste en dividir el peso en kilos entre la altura en metros al cuadrado.

Según la doctora Nidia Báez la situación de la obesidad en Nicaragua es “bien grave”. “Lo que pasa es que en Nicaragua no nos hemos dedicado a sacar tantas estadísticas bien hechas sobre cuánta gente obesa hay, pero si uno va caminando por la calle creo que se puede ver fácilmente que hay más cantidad de obesidad hoy en día”, asegura Báez.

Nidia Báezm nutricionista del Hospital Metropolitano Vivian Pellas asegura que el 85 por ciento de sus pacientes padecen de obesidad. LAPRENSA/Maynor Valenzuela.
Nidia Báez nutricionista del Hospital Metropolitano Vivian Pellas asegura que el 85 por ciento de sus pacientes padecen de obesidad. LAPRENSA/Maynor Valenzuela.

A pesar de que cada vez es más común ver personas en la calle con abdómenes abultados en Nicaragua existen pocas cifras sobre las personas con sobrepeso y obesidad. Según algunas cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), en el 2010 el sobrepeso tuvo una incidencia del 60 por ciento en hombres y más del 70 por ciento en las mujeres; mientras que la obesidad tuvo casi un 20 por ciento de incidencia en hombres y poco más del 40 por ciento en las mujeres. “Sí te puedo decir que es bastante predominante en Nicaragua y cada vez más en gente cada vez más joven, que es lo preocupante”, asegura Báez.

La mayor parte de sus casos se tratan de pacientes con sobrepeso y obesidad. Al menos representan un 85 por ciento del total. La nutricionista explica que cada vez que diagnostica con obesidad a sus pacientes estos suelen asustarse, pues la mayoría están acostumbrados a pensar que el obeso es aquella persona que casi ni se puede mover.

Uno de los mitos de la obesidad y el sobrepeso es creer que “la panza a cierta edad ya es normal”. Sin embargo, según el diario El Tiempo, de Colombia, “la grasa ubicada en esta zona del cuerpo ha sido asociada con la diabetes mellitus, la hipertensión, problemas cardiovasculares y con la disminución de la funcionalidad de órganos como el páncreas y el hígado”. No es necesario encontrarse postrado en una cama para ser diagnosticado con obesidad. Según el Índice de Masa Corporal, un paciente puede ser diagnosticado con sobrepeso, obesidad tipo I, obesidad tipo II y obesidad tipo III, también llamados “mórbidamente obesos”.

“Amarrarme los zapatos es casi imposible”

Jaime Arellano, de 55 años, el conductor del programa matutino Jaime Arellano en la Nación empezó a engordar a partir de los 22 años. De hecho, antes de que alcanzara las 355 libras que hoy pesa, era muy activo, “uno de los mejores jugadores de futbol, de beisbol”, según él, y hasta fue becado en los Estados Unidos como deportista. “Siempre he sido comelón, pongámosle así, pero hacía los ejercicios para no engordarme, pero seguí siendo comelón, dejé de hacer ejercicios y comencé a engordar”, explica Arellano.

A los 18 años pesaba 165 libras y medía cinco pies, diez pulgadas. Ahora mide cinco pies, diez pulgadas, pero pesa 355 libras.

Lo máximo que ha llegado a pesar han sido 370 libras. A pesar de su gordura dice que no ha tenido problemas con sus triglicéridos o su colesterol; sin embargo padece de dolores en las rodillas, en las pantorrillas. “Mi cuerpo no está para soportar el peso que tengo”, explica.

Todos los días después de su programa de televisión se va con sus invitados a desayunar. Normalmente come huevos revueltos con jamón o chorizo y tomate, cuatro o cinco rodajas de pan con mantequilla y jalea y dos vasos de refresco. El pan y la gaseosa son sus grandes debilidades, se toma unas seis u ocho al día y no toma agua. Le gustan las hamburguesas de donde sean y todo lo que es comida rápida le encanta.

Arellano asegura que es bastante probable que conozca a todos los nutricionistas del país. Ha hecho dietas y ha logrado bajar hasta veinte libras. “Desgraciadamente no he tenido la fuerza de voluntad para mantenerla”, se lamenta. Eso sí, ha pensado seriamente en operarse y muchos doctores se lo han recomendado, pero cada que lo intenta surge algo. Una vez ya estaba listo para operarse, pero le descubrieron cinco úlceras; en otra ocasión tuvieron que sacarle la vesícula de emergencia y la operación se pospuso.

Vivir el día a día para Jaime Arellano no es sencillo. Todo empieza por la mañana, cuando le cuesta ponerse los calcetines y amarrarse los zapatos le resulta casi imposible. Dice que la obesidad le hace pasar muchas situaciones vergonzosas. “No encontrás ropa porque no hay ropa de tu tamaño y tenés que ir a las tiendas especiales para hombres grandes. Todo se te complica. Es feo salir a caminar, salir a pasear, y hasta viajar en los aviones. Llegás a un lugar y tenés miedo de sentarte en una silla porque no sabés si te va a aguantar. Es lo peor que puede pasarle a uno”, se lamenta.

Una de las razones por las que come tanto es porque a veces padece de ansiedad y los nervios y eso lo hacen comer, a veces tiene estados depresivos y también lo hacen comer. “Estoy aceptando dar esta entrevista para que cuando la gente la lea aquellos jóvenes u hombres que estén empezando a engordar aprendan de la lección de uno y no caigan en el error”.

Jaime Arellano actualmente lucha contra la obesidad. Pesa unas 355 libras. LAPRENSA.
Jaime Arellano actualmente lucha contra la obesidad. Pesa unas 355 libras. LAPRENSA.

Si él pudiera dar un consejo a quien está empezando a engordar es que empiece a bajar todo lo posible desde ya para evitar engordarse, porque “una vez que vas engordando la vida cambia. Y para los que estamos gordos hay que pedir ayuda, porque es una enfermedad”, expresa.

La muerte es un pensamiento que lo visita todos los días. Se cansa muy rápido y a veces no puede dormir porque le falta el aire. Le da miedo, pero confiesa que puede más la tentación de la comida que el miedo a la gordura. “Y esa es la lucha”, manifiesta.

No encontrás ropa porque no hay ropa de tu tamaño y tenés que ir a las tiendas especiales para hombres grandes. Todo se te complica. Es feo salir a caminar, salir a pasear y hasta viajar en los aviones. Llegás a un lugar y tenés miedo de sentarte en una silla porque no sabés si te va a aguantar. Es lo peor que puede pasarle a uno”.
Jaime Arellano, conductor del programa Jaime Arellano en la Nación.

Opciones para bajar de peso

Dieta: Según la nutricionista Nidia Báez, lo más recomendable para bajar de peso cuando padece de obesidad es empezar a hacer dieta. Visitar a un nutricionista y que este le indique un plan de alimentación saludable para empezar a bajar de peso.

Operaciones para reducir el apetito:

Banda gástrica ajustable: Consiste en la colocación de un anillo de silicona ajustable desde el exterior a través de un pequeño dispositivo introducido debajo de la piel. Esta técnica permite minimizar la cantidad a tomar en cada comida de forma controlada.
Tubo gástrico: Es la conversión del estómago, habitualmente con estructura y función de bolsa, en un tubo estrecho que modifica de forma radical la alimentación.
Manga gástrica: Es un procedimiento en el que se extirpa quirúrgicamente una porción del estómago.

Seis mitos sobre la gordura

La panza no es peligrosa: Los hombres dicen que tener panza a partir de cierta edad es normal. Y es falso. La grasa ubicada en esta zona del cuerpo ha sido asociada con la diabetes mellitus, la hipertensión, problemas cardiovasculares y con la disminución de la funcionalidad de órganos como el páncreas y el hígado. Si un hombre tiene más de 94 centímetros y una mujer más de 90 de circunferencia abdominal, deben tener cuidado.

La bariátrica es la solución definitiva para bajar de peso: Esta cirugía forma parte de las opciones del tratamiento de la obesidad, pero dista mucho de ser la solución. Tiene indicaciones precisas para pacientes con obesidad mórbida y es la última opción que se debe usar, cuando los fármacos y un cambio de dieta y estilo de vida no han funcionado.

“Estoy pasado de kilos, pero una semana a pan y agua los desaparecen”: Un paciente obeso o con sobrepeso debe perder kilos comiendo de manera adecuada, no sometiéndose a dietas restrictivas, peligrosas para la salud. “Si le tomó tiempo subir, le va a tomar tiempo bajar. Esa es la realidad. Hay que cambiar el estilo de vida. La obesidad es una enfermedad crónica que es controlable, pero hay riesgos de producir piedras en la vesícula o trastornos cardíacos, por tratar de bajar rápido de peso”, dice Raúl Morín, presidente de la Academia Mexicana para el estudio de la Obesidad.

Ahora venden pastillas milagrosas para bajar de peso: De acuerdo con Patricia Restrepo, médica nutrióloga, “no existe ningún mecanismo que sin cambios en el estilo de vida resulte útil para perder peso. Yo me puedo tomar una pastilla, pero si como mucho no va a servir para nada. Las pastillas para controlar la obesidad bloquean el apetito y pueden tener otros efectos secundarios, la mayoría negativos, en el organismo”.

“Los gorditos son bonachones y felices”: Un grupo de psiquiatras encontró que el sesenta por ciento de las personas obesas tenían depresión. “En ocasiones se trata de una máscara que se ponen estas personas para contrarrestar la discriminación a las que muchas son sometidas. Se muestran con un aspecto condescendiente y sociable, pero detrás de eso puede haber depresión y ansiedad”, asegura Morín.

Todos los gordos están enfermos: Es otra falsa creencia en torno a la obesidad. Hay distintos grados de gordura que se miden según la cantidad de grasa que se tenga en el cuerpo. Cuanto mayor sea, mayor es el riesgo. “Una persona que pesa 150 kilos, pero son de músculo, puede no tener complicaciones metabólicas, mientras que otra puede tener bajo peso, pero está llena de grasa en la zona intraabdominal, que es de las más dañinas”, explica Patricia Restrepo.

Fuente: Diario El Tiempo,de Colombia.

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