Los templos chinos (que están por todas partes en Taiwán), llaman la atención por su hermosa y vistosa arquitectura.
También despierta la curiosidad de los visitantes que llegan de Occidente, que en la entrada de los templos se muestran figuras del Ave Fénix y el Dragón.
En realidad, el Fénix y el Dragón están en todas partes, en todos los tamaños y elaborados a base de madera, jade, oro y otros materiales preciosos.
Y no son solo figuras decorativas. El Fénix y el Dragón son seres esenciales de las creencias religiosas y la tradición cultural china.
En Occidente, al Ave Fénix se le imagina como un mítico pájaro que cada cierto tiempo muere incendiado pero renace inmediatamente de entre sus mismas cenizas. En la creencia china el Ave Fénix también es inmortal, pero no muere jamás.
El Ave Fénix (Feng Huang en chino) es macho y hembra al mismo tiempo. Ambos vuelan en conjunto porque representan que la vida es diversa pero armoniosa. Por eso es que su figura se encuentra tanto en los templos como en los hogares, particularmente en las habitaciones de los recién casados para que le procuren el entendimiento y la armonía conyugal.
En la creencia occidental al Dragón se le asocia con el mal, por eso es aplastado por los pies de la Virgen María. Por el contrario, en la mitología china el Dragón es símbolo de nobleza y bondad. Es un ser amigable, sabio y benefactor. Regula las aguas bienhechoras, de la lluvia, los mares, los ríos y los lagos. Se quema incienso en su honor y para que prodigue la buena fortuna.
En una antigua leyenda china se cuenta que la Tierra se comenzó a formar en medio del caos. Ella es la emperatriz Feng, toma la forma física del Ave Fénix y se va creando en desorden pero llena de energía y creatividad.
Quien está ordenando su creación es el Dragón, que controla los cielos, las aguas, las montañas, las selvas, determina la fecundidad y vela por el equilibrio del mundo. El Dragón ama a la emperatriz Feng y con paciencia amorosa controla su desorden creativo.
El Dragón se complementa con el Ave Fénix, se equilibran y se atraen. Sin el Ave Fénix no existe la creación infinita ni la renovación de la vida, y sin el Dragón no hay orden y ni equilibrio. Juntos representan el Tao, que es la esencia primordial y fundamental del universo, el orden natural de la existencia en todas sus formas.
El Fénix y el Dragón forman el Ying y el Yang, que significan la dualidad de todo lo que existe, las fuerzas fundamentales que se oponen y complementan, la esencia dual de todas las cosas.
El Ying es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la inercia y la absorción. El Yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la acción y la penetración.
El Tao, dice el Diccionario de Filosofía, de Dagobert D. Runes (Tratados y Manuales Grijalbo), Es “el camino; principio; orden cósmico; naturaleza. El Tao que puede expresarse en palabra no es el Tao eterno. Es vago y evasivo, profundo y oscuro, pero hay parte de él en la forma y la esencia, la realidad está en él. Él produce el uno; el uno produce el dos; el dos produce el tres, y el tres produce todas las cosas. Su norma es la naturaleza.
“Tao tiene realidad y evidencia, pero ni acción ni forma. Puede ser transmitido, pero no recibido. Puede ser alcanzado, pero no visto. Es su propia esencia y su propia raíz. Tao actúa y se siguen los resultados. Tao no tiene límite. Está en la hormiga, en una lenteja, un tiesto, una basura” (Todo eso es dicho por el filósofo Cuang Tzu, quien vivió entre los años 399 y 295 antes de Cristo).
El taoísmo es una filosofía surgida a partir del Tao Te Ching, una obra que habría sido escrita por el filósofo Lao Tse (Viejo Maestro) en el siglo VI antes de Cristo.