14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Fernando Bárcenas

Julio Buitrago, un héroe actual

El combate heroico de Julio Buitrago contra la guardia somocista, el 15 de julio de 1969, casi diez años exactos antes de la expulsión de Somoza del poder, es uno de esos elementos subjetivos que implican un salto de conciencia en el imaginario colectivo.

Las condiciones objetivas de la crisis del somocismo llegarán nueve años después. Pero, en ese lapso, se habrá acumulado en la conciencia de las masas un rechazo terminante a los abusos y vejámenes de la dictadura, en cuyo acopio, a un alto precio personal, jugarían un papel concluyente —que también urge reproducir ahora— las constantes denuncias de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal en el Diario LA PRENSA. Tanto así, que su asesinato detonará la sublevación popular decisiva en contra de la dictadura somocista.

¿Quién lo diría, cuando en vida Chamorro no convocaba casi a nadie? La conciencia política es un elemento discontinuo. Luego de acumulaciones cuantitativas silenciosas, manifiesta, sorprendentemente, saltos de calidad explosivos.

Ante las formas de opresión política de la actualidad, conviene rescatar el heroísmo que aporta Julio Buitrago a la lucha de la nación por su liberación. Es un elemento insustituible en la conciencia política de las masas trabajadoras, como sujeto del cambio revolucionario impostergable.

Sin percatarse de su error, al emboscar a Julio Buitrago con sus métodos asesinos, la Guardia puso al descubierto, ante los ojos atónitos de la población, la moral de combate superior que se había formado contra la dictadura. Un chivato denunció que Carlos Fonseca se encontraba en la casa clandestina en la que, en realidad, se escondía Julio Buitrago, en el “barrio maldito”, en las cercanías de las Delicias del Volga (como se llamaba pretenciosamente entonces, con retazos de imaginación desbordante, a una concurrida cantina esquinera).

La reacción de Buitrago ante la Guardia, que en aquella ocasión extremó el despliegue de fuerzas del Ejército, fue la de un héroe mítico. Leonel Rugama (un jovencito guerrillero de 20 años, estudiante de matemáticas, que caería en circunstancias similares seis meses después), no sin razón le comparó a Leónidas.

Buitrago respondió con su ametralladora UZI al ataque sorpresivo de una escuadra táctica de la Guardia. Subió luego al segundo piso. Y allí, en ese espacio reducido como una sábana, recibió el fuego de la tanqueta Sherman. Aún se pueden apreciar en la casa del combate, convertida ahora en un museo descuidado y triste, las perforaciones de  60 cm de diámetro hechas por el cañón de 75 mm, que con su impacto expansivo, aun cuando no hiriese directamente a Buitrago, habrá sacudido mortalmente sus vísceras. La pared del frente de la casa, agujereada como coladera, muestra las trazas de las ráfagas de dos ametralladoras 50, que disparaban desde la torreta de la tanqueta. Para colmo, Buitrago recibió del cielo las rachas de metralla de 7.62 mm de un avión Cessna 337. El combate desigual, era el de un pequeño ejército convencional contra un solo hombre.

Julio Buitrago, con su ametralladora UZI de 9 mm, a pesar que subía y bajaba por las escaleras, disparando en secuencia para dar a creer que hubiese con él un comando guerrillero, respondía parcamente al fuego granado de alto poder. Ahorraba avaramente los tiros, lo suficiente para contener, mientras permaneciera vivo, el asalto final de la tropa que sumaba en el momento cumbre más de 300 efectivos alrededor de la casa, con francotiradores acechantes desde los maltrechos tejados de la vecindad, para impedir su fuga.

Al fin, dos horas después, la ametralladora UZI enmudeció. La Guardia, al entrar precavidamente en la vivienda, vio con sorpresa que no había más que un muchacho de baja estatura, de 25 años, con anteojos de marco de carey y lentes gruesos de miope, acribillado en el suelo del segundo piso, junto a la ventana del frente, en su puesto de combate. Una marca de forense registra aún, en el piso, la silueta de Julio Buitrago en el sitio que terminó muerto.

El heroísmo —difícil definirlo con palabras—  tiene, sin embargo, una forma sencilla: esa silueta de Buitrago en el piso. El coraje y generosidad del héroe seguramente no bastan para la transformación progresiva de la sociedad, pero, son elementos morales imprescindibles para el cambio consecuente.

El autor es ingeniero eléctrico

Opinión Julio Buitrago archivo

COMENTARIOS

  1. Jacqueline
    Hace 8 años

    No lo conocí pero igual es un orgullo enorme saber que es mi tío, su abuelito mi tío bisabuelo Santos y mi bisabuelita Petrona eran hermanos…

  2. Ojo al tiro
    Hace 8 años

    JUlio no un amigo era influencia de hermano , carinoso lo conoci’ a e’l y a su familia .

  3. Alejandro de Miami
    Hace 8 años

    Eso lo recuerdo muy bien porque Julio Buitrago y yo fuimos a la escuela, yo lo pasaba trayendo por su casa, cuando vivia pegado a la escuela Rafaela Herrera, muchos años fuimos amigos, ivamos de vez en cuando a jugar volleyball, a la Normal de Varones, Julio Buitrago si se merece el titulo de comandante, bonito reportaje bien apegado a la verdad, y lo recuerdo como si fuese ayer.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí