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Partidos políticos. Nicaragua
Julio C. Amador

¿Adictos a los caudillos?

Los nicaragüenses siempre hemos cargado el estigma de ser adictos a los caudillos, causa probable de tanta inestabilidad política.  Al caudillo se le define como líder, jefe, sobre todo político o militar.

No dudo de que en determinado momento sea bienvenido (el caudillo), específicamente ante invasores u opresores.

Para consuelo nuestro, parece que este es un mal de la humanidad.  Gustave Le Bon (1841-1931), basándose en los estudios de Sighele y (Jean Gabriel) De Tarde sobre la Revolución Francesa, describe las transformaciones de las personas al aglomerarse en una muchedumbre: pierde su individualidad, su criterio propio, siendo sumamente sugestionable.  Leamos a Le Bon respecto a la multitud: “… Respeta la fuerza, y no ve en la bondad sino una especie de debilidad que le impresiona poco.  Lo que la multitud exige de sus héroes es la fuerza e incluso la violencia.  Quiere ser dominada, subyugada y temer a su amo…”, y agrega: “Por el solo hecho de formar parte de una multitud, desciende, pues, el hombre varios escalones en la escala de la civilización…”.

Otros pensadores, a la manera de Nietzche (1844-1900) hacen distinción entre individuos gregarios y lo que no lo son (independientes), necesitando los primeros que les digan: qué hacer, qué pensar, qué creer.

Con Edward Bernays  (1892-1995) se origina lo que actualmente llamamos “propaganda”, introduciendo el término “ingeniar consenso”, y lo define como: “El arte de manipular a las personas”.  Los nazis, por medio de su ministro de propaganda, Goebbels, emplearon los métodos de Bernays.

En el caso de Nicaragua, tras la llegada de los españoles, estos quitaron la buena costumbre de los chorotegas, dice Oviedo: “No se gobernaban por caciques e único señor, sino a manera de comunidades, por cierto número de viejos escogidos”.

Tras 300 años de sometimiento total y acondicionamiento mental por la corona española vino la Independencia, la cual pocos la comprendieron a plenitud, dividiéndose en dos bandos antagónicos, luego, esta lucha pasó a ser localista (León- Granada).

Tanto Squier como Stimson mencionan que el real problema de Nicaragua era “la intolerancia”.  El partido que llegaba al poder no quería abandonarlo, dejando como única opción la conspiración y la revolución.

La dinastía Somoza acondicionó nuestras mentes por cuarenta años (de casualidad el mismo número de los tanques).

Al pueblo hay que educarlo, utilizando la propaganda de una manera constructiva, así como en poco tiempo se han destruido los cimientos del Estado de Derecho, asimismo, este proceso se puede revertir, también en poco tiempo.  Para esto se necesitan buenos dirigentes, comenzando por democratizar a los partidos políticos, cambiar de actitud, esparciendo conocimientos de Estado de Derecho, respetar la Constitución, filosofía política, valorar el sufragio universal (legado de la humanidad), combatir la desinformación, pregonar la tolerancia.

Sin duda los máximos educadores deben de ser los que llegan al poder, mientras tanto, es deber de todos y de cada uno de nosotros.

Veamos a los desposeídos como un fin y no como un medio.  Cuidémonos de los demagogos y del llamado “populismo”, ya sea de derecha o de izquierda, ya que en sí lleva el germen del continuismo, ya que pregona el peligroso “mesianismo”, el misticismo, los 1,000 años (a la manera de Hitler), lo que Jean Jacques Dubois denomina:  “Una nueva religión”.

El autor es ingeniero civil.

Opinión caudillos Nicaragua archivo
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