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Joaquín Absalón Pastora

La ausencia

Hay árboles que padecen la ausencia de las ramas fértiles. Tienen la equivalencia de la soledad. Un medio radial caracterizado por ser perseverante en el enfoque crítico, Radio Corporación, culpabiliza a la ausencia. Reitera: “La culpa no es de los que se equivocan, es de los ausentes”. No decir presente se convierte en una evasión penalizada, casi en una felonía. El árbol multiplica a la existencia con el sabor productivo de sus frutos.

Así como en la naturaleza vegetal hay vacíos, así también los hay en la naturaleza humana. Esta no depende de las ramas sino de los habitantes que lo conforman. En ella hay seres que se distinguen por poner la espalda del silencio. Son reacios a la suma contributiva. También en los gobiernos prevalece el mutis tanto en las cumbres como en sus ángulos inferiores.

En el gobierno actual bien puede notarse el estilo evasivo cada vez que ocurre un acontecimiento digno de plantearse con la importancia y seriedad justificadas. Se resisten a opinar, a exponer iniciativas resolutivas de rostro a rostro en el escenario de los conflictos. Empero es peor esquivar. Cuando se plasma esa tendencia el pecado se convierte en mortal. Ha crecido la notoriedad del mutis oficial, la ausencia de la primera voz representativa en el escalafón. Sobran los ejemplos de esta supeditación al vacío. Faltaría espacio para mencionarlos. Dentro del surtido de “botones de muestra” puedo citar uno que reproduce en “cuerpo entero” la inclinación de evadir en vez de hacerse presente, en vez de presentarse con sinceridad no emotiva sino que práctica.

No hace poco quedó instalada la celebración de la Cumbre del Sistema de Integración Centroamericana (SICA). Debían reunirse personalmente todos los presidentes de cada uno de los países de la región en un momento herido por la tensión en que se necesitaba con requerimiento vital la participación directa de cada uno de ellos para que las soluciones tuvieran expedita y fluida posibilidad. Una vez más el titular nicaragüense confirmó la abstinencia personal. No afloró siquiera la sustitución conforme al orden jerárquico. Si el presidente no estaba había que escalar los peldaños sustitutivos —por el orden— el vicepresidente y en la opción posterior el canciller. Pero eso no ocurrió: el vacío fue débilmente llenado por un ministro asesor. El desconcierto tuvo ribetes más agudos en cuanto a la correspondencia cuando el presidente de Costa Rica incurrió en la misma deficiencia al enviar al vicecanciller. La ausencia produjo un empate entre los dos sugiriendo que estaban parejos en el desaire. Así la Cumbre quedó desprovista de dos cabezas primarias que debieron fortalecer una relación ligada a los intereses de cada uno de los mandatarios, a la intimidad geográfica irreversible impuesta por el destino de la vecindad, a los antecedentes y presentes históricos, a innumerable continuidad de razones. Lo único menos gris en la crisis del colorido racional fue el anuncio de la reincorporación por parte de Costa Rica al sistema en una actitud de promesa y no de sintomática acción. Costa Rica se había retirado en diciembre del 2015. Volver tendrá por los antecedentes tan solo el tamaño de una esperanza o de una ilusión. Volver con pie firme y de valoración idónea no para pronunciarse discursos de corte bizantino a través de terceros sino para convertir en integración lo que en la actualidad es, tensa, penosa confrontación.

El autor es periodista.

Opinión Radio Corporación Sica archivo
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