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Rubén Darío, Nicaragua,Escritor

Poeta Ruben Dario.LA PRENSA/Archivo

Rafael Núñez el benafactor de Rubén Darío

Rafael Núñez es una de las figuras más importantes y controvertidas en la historia de Colombia. Pero, para nosotros los nicaragüenses, Rafael Núñez merece nuestro reconocimiento.

Rafael Núñez es una de las figuras más importantes y controvertidas en la historia de Colombia. Pero, para nosotros los nicaragüenses, Rafael Núñez merece nuestro reconocimiento por haber sido uno de los benefactores claves de Rubén Darío. En efecto, fue este célebre presidente, a quien Rubén visitó en su retiro de “El Cabrero”, en Cartagena de Indias, Colombia, en 1892, quien gestionó su nombramiento como Cónsul General de Colombia en Buenos Aires. Además, su generosidad permitió a Rubén visitar New York y París y luego radicarse, en 1893, en la “gran Cosmópolis del Sur”, donde pronto se constituiría en jefe indiscutible del movimiento Modernista.

Así como muy pocos colombianos conocen este hecho, tan definitivo en la vida y obra de nuestro Rubén, la mayoría de los nicaragüenses también ignora quien fue Rafael Núñez, uno de los personajes más singulares e influyentes en la historia de Colombia, tan singular que la controversia sobre su personalidad se reflejó en los artículos que se publicaron en los principales diarios de Bogotá en ocasión del centenario de su muerte.

¿QUIÉN ES RAFAEL NÚÑEZ?

Rafael Núñez no sólo fue el principal inspirador de la Constitución de Colombia de 1886, que estuvo vigente por más de cien años (1886-1991), sino que fue también un distinguido escritor y poeta, autor de la letra del Himno Nacional de Colombia e impulsor del movimiento político que se conoce en la historia colombiana con el nombre de “la Regeneración”, inspirado en las ideas políticas del Libertador Simón Bolívar.

Desde muy niño Núñez dio muestras de poseer un gran talento. Fue un estudiante brillante, dueño de una memoria privilegiada. Obtuvo su grado de bachiller en la Universidad de Cartagena, donde también cursó sus estudios de Derecho, graduándose en 1844 antes de alcanzar la mayoría de edad. Muy joven comenzó a escribir versos, siendo Víctor Hugo su poeta preferido y cuyo poema, “Al pie de un crucifijo”, tradujo. Asiduo lector, devoró las obras de los clásicos españoles y de los autores franceses más conocidos de entonces. Cultivaba a la par la poesía y el ensayo político-filosófico, y seguramente fue mejor ensayista que poeta.

Su primer cargo público fue el de Secretario General del Gobernador de Cartagena, Tomás Herrera. Desde esta posición alentó una serie de iniciativas en beneficio de su provincia, entre ellas la de conmemorar la fecha de la independencia absoluta de Cartagena, el 11 de noviembre, transformada más tarde en fiesta nacional. En saludo a esa efeméride Núñez compuso un canto que más tarde, con algunas modificaciones, se transformó en el Himno Nacional de Colombia.
Pero antes de ser Presidente de Colombia, Núñez fue catedrático y Rector del Colegio Superior de Cartagena; diputado por el Partido Liberal al Congreso de 1853; Ministro de Guerra y de Hacienda en la Administración de Manuel María Mallarino y Secretario del Tesoro.

Desilusionado por la actuación pública de su partido, el Liberal, Núñez se alejó unos años de la política, trasladándose a Europa en calidad de Cónsul General de Colombia en Liverpool (Inglaterra). Durante sus largos años de permanencia en Europa, Núñez se dedicó al estudio de las Ciencias Políticas y ejerció brillantemente el periodismo, enviando artículos y crónicas a varios periódicos de América del Sur.

Desde Europa, Núñez seguía muy de cerca los acontecimientos de su patria, donde reinaba la más completa anarquía: una cadena ininterrumpida de golpes de Estado, dictaduras militares, sublevaciones y guerras civiles.

Trece años después, Núñez regresó a Colombia trayendo nuevas ideas para reorientar el rumbo del país. Convocó a los mejores ciudadanos de ambos partidos, liberal y conservador, para formar un partido Independiente, que se empeñara en sacar al país del lamentable estado en que se encontraba, víctima de las ambiciones desmedidas de los caudillos de los dos partidos.

Postulado para la Presidencia de la República por el nuevo partido en las elecciones de 1875, Núñez hubiera ganado “si la mala fe de los gobernantes y los escandalosos combates que se libraron contra los electores no hubieran hecho que triunfase el candidato del gobierno”, afirma Acosta de Samper. Pero en 1880, una nueva coalición de liberales y conservadores, le llevó a la Presidencia de la República para un período de dos años y, por segunda vez, en 1884.

Poco a poco, el partido Conservador se fue constituyendo en el principal soporte político de Núñez. Los liberales radicales no dudaron en considerar a Núñez como un “traidor a sus ideas liberales” y no tardaron mucho en alzarse en armas contra él (1885). Núñez, apoyado por los conservadores y los liberales independientes, logró dominarlos e impedir que la anarquía se apoderara nuevamente del país. Al finalizar la revuelta, Núñez convocó a una Asamblea de Delegados Nacionales para redactar una nueva Constitución Política: la de 1886, inspirada en las ideas moderadas de Núñez, y que debía regir los destinos de Colombia por más de cien años, como vimos antes.

LA VISTA DE DARÍO A NÚÑEZ. DIÁLOGO ENTRE ELLOS

Reorganizado jurídicamente el país, la paz reinó por más de una década. Dos veces más fue electo Núñez a la Presidencia de Colombia, pero Núñez prefirió retirarse a su quinta de “El Cabrero”, en Cartagena de Indias, y dejar la autoridad suprema en manos del Vicepresidente. Fue en su retiro de “El Cabrero” que Rafael Núñez, Presidente titular de la República, recibió, en diciembre de 1892, la visita del joven poeta Rubén Darío cuando éste regresaba de España después de haber asistido, como Secretario de la delegación de Nicaragua, a las fiestas del Cuarto Centenario del descubrimiento de América.

En su Autobiografía, Darío describe así aquel encuentro, que debía de ser decisivo en su vida: “No tengo en la memoria ningún incidente del viaje de retorno, solamente de las horas que el vapor se detuviera en el puerto de Cartagena, en Colombia”… “No lejos de Cartagena está la residencia de Cabrero, en donde se encontraba entonces retirado el antiguo presidente de la República y célebre publicista y poeta, doctor Rafael Núñez. Este hombre eminente ha sido de las más grandes figuras de ese foco de superiores intelectos, que es el país colombiano. Digan lo que quieran sus enemigos políticos, el nombre de Rafael Núñez ha de resplandecer más tarde en una cierta y definitiva gloria. Era un pensador y un formidable hombre de acción. Bajé a tierra a hacerle una visita. Acompañábanle, cuando penetré a su morada, su esposa doña Soledad y una sobrina. Me recibió con gravedad afable. Me dijo cosas gratas, me habló de literatura y de mi viaje a España, y luego me preguntó: “¿Piensa usted quedarse en Nicaragua?” “De ninguna manera -le contesté-, porque el medio no me es propicio”. “Es verdad -me dijo-. No es posible que usted permanezca allí. Su espíritu se ahogaría en ese ambiente. Tendría usted que dedicarse a mezquinas políticas; abandonaría seguramente su obra literaria y la pérdida no sería para usted sólo, sino para nuestras letras. ¿Querría usted ir a Europa?” Yo le manifesté que eso sería mi sueño deseado; y al mismo tiempo expresé mis ansias por conocer Buenos Aires. “Puesto que usted lo quiere -agregó-, yo escribiré a Bogotá, al presidente señor Caro, para que se le nombre a usted Cónsul General en Buenos Aires, pues cabalmente la persona que hoy ocupa ese puesto va a retirarse de la capital argentina. Vaya usted a su país a dar cuenta de su misión, y espere las noticias que se le comunicarán oportunamente”. No hay que decir que yo me llené de esperanzas y de alegrías”.

El 17 de abril de 1893 el Presidente de Colombia interino, Manuel Antonio Caro, poeta también y traductor de Virgilio, firmó el nombramiento de Rubén Darío como Cónsul General de Colombia en Buenos Aires y, curiosamente, ese mismo día, el del gran poeta José Asunción Silva como Secretario de la Legación de Colombia en Caracas.

La magnanimidad del gobierno colombiano, por instrucciones de Núñez, que le entregó un año de sueldos anticipados (2.400 pesos oro) más una apreciable suma para cubrir sus gastos de viaje (2.680 pesos oro), le permitió a Rubén organizar su traslado a Buenos Aires por la insólita ruta de Nueva York y París, por cierto no la más corta pero sí la que mejor convenía a su más cara ilusión: “la mayor ansia de su vida”, visitar París, la Ville Lumiére, “la ciudad del Arte, de la Belleza y de la Gloria; y sobre todo,… la capital del Amor, el reino del Ensueño”. En Nueva York se dio el famoso abrazo entre Darío y José Martí, quien llamó “hijo” a Darío.

El 13 de agosto de 1893, a los veintiséis años de edad, llegó Rubén a Buenos Aires para dar principio a una de las etapas más fecundas de su vida literaria.

EL APRECIO DE DARÍO POR NÚÑEZ

Darío apreciaba la obra poética de Rafael Núñez. En el número 2 de la Revista de América publicó el poema de Núñez “El ángel caído”. Rafael Núñez falleció en Cartagena el 18 de septiembre de 1894, cuando se disponía a viajar a Bogotá para asumir la Presidencia, llamado por el Presidente en ejercicio, don Manuel Antonio Caro. Cuando Rubén recibió en Buenos Aires la noticia de la muerte de su benefactor, le dedicó un poema publicado el día primero de octubre de 1894 en la portada del Nº 3 y último de la Revista de América:

RAFAEL NUÑEZ

Que sais je?

El Pensador llegó á la barca negra
Y le vieron hundirse
En las brumas del lago del Misterio
Los ojos de los cisnes.

Su manto de poeta
Reconocieron los ilustres lises
Y el laurel y la espina entremezclados
Sobre la frente triste.

A lo lejos alzábanse los muros
De la ciudad teológica en que vive
La sempiterna Paz. La negra barca
Llegó á la ansiada costa. Y el sublime
Espíritu gozó la suma gracia.
Y ¡oh Montaigne! Núñez vió la Cruz erguirse
Y halló al pie de la sacra Vencedora
El helado cadáver de la Esfinge!

Cultura Rafael Núñez Rubén Darío archivo

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COMENTARIOS

  1. Federico
    Hace 8 años

    Eran épocas en las que los bardos tenían importancia en vida pública, a diferencia de hoy día en la que, como pasa en Nicaragua, dominan mafiosos inescrupulosos bajo la oposición de sus acompañantes de otrora,

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