14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

La regeneración de la política

El regreso a las farsas electorales en las que se puede votar pero no hay derecho de elegir —de las cuales el somocismo fue  gran maestro y el orteguismo resultó alumno aventajado—,  plantea  la necesidad de que  la política democrática nicaragüense sea sometida a una evaluación crítica, con vistas a  regenerarla mediante la recuperación de sus valores fundamentales.

El orteguismo ha excluido de la participación en las elecciones  a la principal fuerza política de oposición, la única que podría darle la batalla electoral,  inclusive derrotarlo en el caso de que  los comicios fuesen  competitivos y  transparentes. De  esa manera  se   ha cerrado la posibilidad de  cambiar el gobierno por medio de elecciones, las  que han sido rediseñadas para que Daniel Ortega se perpetúe  en el poder y lo herede a   alguien de su propia familia o de su mismo partido. O sea que la democracia republicana ha desaparecido de Nicaragua.

Al decir democracia republicana nos referimos  a la auténtica democracia, que es necesario  diferenciarla  de otros regímenes que se hacen llamar “democracia popular”, “democracia del poder ciudadano”, “democracia directa”, etc., pero   no son realmente democráticos sino autoritarios, dictatoriales, inclusive totalitarios.

La democracia republicana   es aquel sistema de gobierno en el cual se respetan    las libertades individuales, donde la ley es igual para todos,  donde nadie  por muy poderoso que sea está por encima de los demás y   el ejercicio del poder es sometido a estrictos controles públicos.  Donde los gobernantes  rinden cuentas  a los ciudadanos y  el gobierno se renueva  periódicamente mediante elecciones limpias y competitivas. El único sistema en el que la persona humana puede desarrollar y aprovechar sus capacidades creativas.

Obviamente,  ese modelo de democracia es absolutamente opuesto al sistema político  autoritario que impera actualmente en Nicaragua y para establecerlo  habría que derrotar y  erradicar al régimen orteguista.

El sistema    democrático republicano se intentó construir  en Nicaragua en  los años de la democracia precaria, de 1990 a 2006. Sin embargo,   la debilidad de la cultura política nacional  y la fortaleza de los remanentes del viejo régimen autoritario –sandinista y somocista a la vez, que fueron derrotados pero no sepultados—, hicieron fracasar el proyecto  democrático cuando Daniel Ortega recuperó el poder y  el país volvió a ser sometido a  una dictadura.
La clase política democrática de Nicaragua tiene mucha culpa de esa regresión y   ahora debe  autocriticarse,  reconocer los graves errores cometidos y  comprometerse a superarlos, a no volver a confiar en caudillos o  aventureros políticos corruptos que se hacen pasar por demócratas,  pero no lo son.

Es posible   renovar     la política democrática y regenerarla éticamente. Todo es querer hacerlo. Los  métodos de organización y los estilos de dirección, los liderazgos individuales,  la relación con los ciudadanos, la vinculación de los objetivos políticos  institucionales con los problemas y aspiraciones materiales de la gente, todo eso tiene que ser  replanteado  pues de lo contrario  la dictadura orteguista podrá  perdurar tanto como la china y la cubana.

El debate está abierto  y no hay que ponerle limitaciones. Al menos en la  oposición tiene que haber libertad y practicarse la democracia, ya que en la sociedad y el Estado esto es, por ahora, prácticamente imposible.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí