No era la pelea estelar de la noche pero sí la de mayor importancia, se trataba de ver en acción al muchacho Melvin López, catalogado como prospecto dentro del boxeo nacional.
El combate tenía un favorito que era López sobre Ernesto Irías. Una noche en la cual dos invictos estrellarían sus nacientes récords ante los puños del contrario. El Puerto Salvador Allende tenía albergado a unas 200 personas que esperaban la reyerta. El final. Ganó la promesa del boxeo nicaragüense, sin dudas, pero quedó la duda de poseer suficiente aire sobre la tarima.
Cuando el réferi levantó la mano en señal de victoria de López por decisión mayoritaria, la gente abucheó. López no merecía ganar de esa manera. Para un retador como Irías que tiraba golpes anunciados, sin la movilidad requerida para cerrar espacios ni la velocidad y combinaciones para causar daño, logró sobrevivir los seis asaltos ¿cómo fue posible?
López careció de oxígeno, después de un primer asalto en el que Melvin castigó a los bajos y menguó las condiciones de Irías, en el segundo cedió terreno, se dedicó a moverse e Irías aprovechó para conectar su volado en varias ocasiones hasta impactar fuertemente al prospecto que soportó a base de amarres.
En el tercer asalto Melvin recuperó el terreno perdido para no volver a perder un solo asalto hasta el sexto, pero ahí permaneció la duda, tuvo chance de noquear y abrumar a Irías cuando este se quedaba sin respuesta, con la guardia baja y lento como una tortuga, pero el muchacho nunca se preocupó por abrumar en esos asaltos, se conformó con ganar y nada más, sin los ribetes de ser una victoria impactante ante un Irías discreto.