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Las sociedades actuales enfrentan el dilema de cómo resolver el fenómeno de la violencia intrafamiliar, que se asocia a la violencia extrafamiliar, porque los principios y valores de una sociedad son reflejo mismo de su núcleo: las familias. Problema más visible hoy día por la nueva cultura comunicacional social.

Violencia intrafamiliar
Las sociedades actuales enfrentan el dilema de cómo resolver el fenómeno de la violencia intrafamiliar, que se asocia a la violencia extrafamiliar, porque los principios y valores de una sociedad son reflejo mismo de su núcleo: las familias. Problema más visible hoy día por la nueva cultura comunicacional social. Y, por nuestra cultura machista, la víctima principal es la mujer y la niñez, siendo filosofía de vida que tanto el varón como, paradójicamente, la mujer, lo promueven y reproducen.

En cierto entrenamiento a líderes espirituales, les pregunté: una persona de 27 años que hoy ejerce violencia intrafamiliar, ¿donde estuvo hace 22 años? Respuesta lógica: era niño. A esa edad el menor estaba bajo la responsabilidad de sus padres o tutores; y en países subdesarrollados, quizás el 80 por ciento de esa responsabilidad recae sobre la mujer, misma que se vuelve víctima después. Entonces, bajo esa premisa lógica, la respuesta al problema de violencia futura en el mundo se encuentra hoy, en manos de todos los que tenemos menores bajo nuestra tutoría.

La formación de valores/antivalores se diseña y construye (o se omite) en el seno del hogar; y se complementa en la sociedad (iglesias, centros de educación, etc.), pero la familia es el ámbito por excelencia que define la calidad moral y espiritual de una sociedad. La palabra de Dios nos dice: “Enseña al niño a seguir fielmente su camino, y aunque llegue a anciano no se apartará de él” (Proverbios 22:6 RVC). También que “…se las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes… y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”. (Deuteronomio 6:7-9 RVC), es decir, permanentemente. Porque, contrario a la Teoría de la Pizarra en Blanco (John Locke, 1632-1704), cada ser humano viene a este mundo con talentos o capacidades innatas, como también con una predisposición a la violencia (observemos el comportamiento de los bebés cuando les falta algo), por lo que la corrección debe ser a temprana edad. Se trata de educar al individuo a convivir con ideas contrarias porque, entre menor capacidad se tiene de convencer con las creencias propias, mayor será la utilización de la fuerza bruta; el nivel de violencia (física o verbal) es inversamente proporcional a la fuerza de la razón.

Esta responsabilidad fundamental no puede ser sustituida por instituciones ni políticas de Estado (Ley 779, etc.), a como se promueve. El incremento de estos recursos tampoco es la solución porque se ataca el efecto y no la causa.
La verdadera riqueza de una sociedad es la capacidad de los individuos de presentar sus ideales en foros de debates donde la única fuerza a prevalecer debe ser el poder de las ideas, y las únicas armas a esgrimir, sus convicciones propias; esto dio lugar a los cambios profundos que transformaron al mundo hace siglos.
Dexter J. Cuthbert Sr. Economista.

 

El don de escuchar
Aristóteles decía, hay cosas que no se pueden enseñar, se tienen que aprender. Y la escucha activa se da por cuatro acciones. Escuchar, entender, hablar y obedecer.

Cuantas veces nuestra conciencia nos habla y no la atendemos, cuantas veces nuestro corazón nos pide que hagamos algo, por nosotros mismos, por la familia, por la comunidad o por nuestro país. O cuando estamos en una reunión y no prestamos atención porque no estamos concentrados, oímos pero no escuchamos. Y para tener éxito en la vida, se debe estar concentrado.

El otro asunto es, cuando los amigos nos llaman para contarnos sus problemas o situaciones, sin embargo; no los escuchamos, ya que estamos distraídos o tal vez porque no nos interesa lo que nos dicen. Y sabía usted que hace muy bien ayudarle a un amigo con solo el hecho de escucharle o darle un consejo. ¡Quién no necesita uno! Hay que ser lo suficientemente humilde e inteligente, para escuchar lo que muchos tienen que decir.

Ahora, si usted quiere agradar a los demás, déjelos expresarse. Ser un buen escucha no solamente sirve para que el otro se sienta dueño de la situación. Si no, además, para conocer a la persona con la cual estamos hablando. Y el primer principio del amor es escuchar. Plutarco de la antigua Grecia lo decía de otra forma: aprenda a como escuchar y se beneficiará hasta de los que hablan mal. Escuche con atención, ya que Dios, nos dio dos oídos para escuchar más y una boca para que hablemos menos.

Algo que me llama poderosamente la atención es lo que dice la Biblia respecto al tema; en dos versículos distintos, Génesis 21. 12 cuando Sara pide a Abraham que corra a Agar, porque se sentía amenazado por el hijo que este tenía con ella y aun con su consentimiento, a ella no le parecía la idea, y Abraham acudió a Dios y Dios le respondió: “Escucha la voz de Sara en todo lo que te diga”. Más adelante en 1ra de Samuel versículo 8, 6 cuando los israelitas piden rey porque el profeta Samuel ya había envejecido, este consultó a Dios y Dios respondió de la misma manera: “Oye la voz del pueblo en todo lo que digan”. Es decir, escuchar es un llamado de todos. A sí que, mantenga su mente abierta, porque muchos tienen argumentos válidos, escuchar es más importante que hablar.

Ahora, reflexionemos en pensar, cuántas oportunidades perdemos porque no escuchamos con atención. Y como decía un proverbio árabe: “Jamás sabrá cuan cerca está, de una idea millonaria a menos que se disponga a escuchar”. Recuerde: lo que usted sabe, constituye su mayor riqueza. Lo que usted no escucha constituye su riesgo más grande. Así que  avanzaríamos mucho más, si prestáramos atención. Sea curioso, escuche; abra su mente y experimente nuevas posibilidades. Porque un oído sordo es evidencia de una mente cerrada.
Javier Lira. Motivador en liderazgo y desarrollo personal.
Nuestra identidad nacional
Tenemos la impresión  los nicaragüenses, que nos falta algo que nos identifique como tales. Y no se crea: esta búsqueda ha sido ardua y penosa debido a la desconfianza que abrigamos siempre de ser defraudados por nosotros mismos o por la historia en la elección de los personajes que representen la identidad  de nuestra  nicaraguanidad.

Rubén Darío, hasta la fecha, para los nicas  ha sido nada más que un modelo transitorio debido al desconocimiento de su persona y de su obra como esteta y creador. En síntesis, en el imaginario del nica, y en el de la juventud actual: “Darío no era más que un alcohólico”.
Augusto Calderón Sandino, va por el mismo camino.  “Fue un personaje que en un arrebato, se le ocurrió no estar de acuerdo de algo y decidió irse a la montaña a hacer desastres por un motivo que él creyó injusto”.

Armando Morales es el menos conocido por los nicaragüenses. Y los pocos que lo conocieron en vida, “siempre fue un fanfarrón, engreído, prepotente, indiferente y orgulloso”.

No obstante todo lo anterior, los nicaragüenses doblamos nuestras rodillas para invocar los nombres de nuestros tres héroes nacionales a fin de ser salvos  del  naufragio en el concierto de los  pueblos de la Tierra. No lo ocultamos: tenemos sed y hambre infinitas por nuestra identidad nacional.

Nosotros los indios, mestizos, nuestros hijos, y nietos, levantamos nuestros brazos a fin de que Darío, Sandino y Morales nos rescaten y liberen de la orfandad terrible en que nos encontramos inmersos. ¡Sin ellos, en nuestro país y fuera de él, continuaremos siendo esclavos, continuaremos siendo parias!
Eufracio Villanueva Ugarte. Abogado.

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