Actualmente en Nicaragua, cuando los asuntos políticos se enardecen o se complementan, la feligresía católica festeja en ocho departamentos con inusitado jubilo el 25 de de julio (recientemente finalizado) a Santiago Apóstol. Y a la vez a Santa Ana, la abuelita de Jesús, fiesta que se manifiesta bajo el sentido de la fe religiosa y en los hechos milagrosos que sus devotos creen gravitan a su alrededor.
En nuestro ámbito este es el tiempo de la cosecha, cuando la dorada espiga fecundada por el rocío del alba nutre desde el surco que cavó el arado con los colores fugaces del canto de los pájaros, el pan nuestro de cada día; es el tiempo de las flores, de la lluvia y del malinche que soberano extiende su cabellera naranja amarillo para engalanar desde los verdes campos los altares, del discípulo de Jesús cuya fiesta llena de gran colorido folclórico y de una variada diversidad de expresiones de mucha riqueza cultural que hace de Nicaragua un universo cosmopolita de arte y cultura.
Remembranzas históricas de vieja data religiosa revelan que en Jinotepe, Somoto, Boaco, Nagarote, Nindirí, Chinandega, Nandaime, Niquinohomo, Ometepe, se celebran con singular alegría y espíritu festivo conservando en su memoria lo inexplicable, lo que según las tradicionales narraciones de la piedad cristiana a través de los siglos han conformado los valores que encierra la historia.
Al respecto una de ellas dice que “el apóstol Santiago” en un día determinado de su vida, llegó a la Hispania romana para predicar por primera vez en esta tierra la doctrina de Jesús, su maestro, la misma que hace cerca ya de 500 años predicaran a nuestros antepasados los misioneros evangelizadores que acompañaron la conquista y se convirtieron en el alma y nervio de la empresa colonizadora, como de la fusión indígena español, la cual instituye una relación de conquista espiritual calcada en los modelos peninsulares prédicas, sermones, cultos y otros que son determinantes en el hombre colonial.
Nuestra tierra, una pequeña parte del mundo nuevo sometida o conquistada, irremediable ante la situación, abandona su viejo modelo y asimila tanto como otros pueblos de la América hispana la tradición hispánica, inspirada en la corriente política y religiosa de la edad media adquirida con gran interés por la Corona española la cual de inmediato desarrollo el fortalecimiento de las letra latinas y de las celebraciones religiosas reviviendo viejas tradiciones sagradas de contenido histórico.
A propósito de lo anterior cuenta una leyenda que a finales del siglo IX en una batalla entre moros y cristianos por la reconquista de España que se escenificaba en los campos de Logroño de la comarca de Clavijo (hoy La Rioja) se apareció un apuesto jinete montado sobre un brioso caballo blanco blandiendo en su mano una espada de plata con la cual combatía al lado de los cristianos matando a miles y miles de moros decidiendo la contienda a favor de los cristianos quienes agradecidos le llamaron desde entonces a este jinete, “Santiago Matamoros”.
Como es de imaginar la noticia de este inexplicable suceso se extendió por toda la península ibérica llenando de gran admiración a los cristianos creyentes quienes desde hacía algunos siglos atrás veneraban su memoria y visitaban su tumba en Santiago de Compostela de Galicia. Fue a partir de esta noticia que con mayor frecuencia le visitaban, lo cual hacían en busca de indulgencia para entrar directo al reino de los cielos y no pasar de la desagradable experiencia del purgatorio.
De esta manera el culto de veneración al apóstol Santiago o “Santiaguito” es un acto justificado en la historia de sucesos realizados desde el más allá en beneficio de la piedad cristiana quien hoy como ayer continúa devocionalmente rindiéndole el homenaje en una fiesta adornada de la tradición vernácula de nuestro pueblo manifestada en comidas típicas, danzas, como el güegüense, moros y cristianos, chinegros, diablitos, toro guaco, las inditas, indias lujosas, entre sones, marimbas y filarmónicas flautas y atabales son la máxima expresión de la alegría de un pueblo que en esta fiesta baila y canta para expresar su fe, “la fe que es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
El autor es historiador.