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José Israel Núñez Henríquez

La psicología del estalinismo

El culto a Stalin generó una corriente totalitaria conocida como stalinismo que usaba una retórica pragmática y demagogia populista, pretendía legitimarse como prolongación de la filosofía de Marx, Engels y Lenin. En paralelo, “en los años veinte la psicología debía ser materialista y a partir de los treinta también debía ser dialéctica. Así la psicología soviética se presentaba como una ciencia partidista, comprometida filosófica y socialmente con una visión marxista-leninista de la sociedad”, José María Zumalabe Makirriain. En consecuencia, haciendo uso de su estructura científica, la psicología soviética (manipulada como herramienta de empoderamiento) esbozó un modelo de comportamiento para forjar individuos sumisos, militantes acríticos, sin libertad a la réplica ideológica y privados del pensamiento heterodoxo.

Por consiguiente, la ideología totalitaria al permear el inconsciente colectivo de los pueblos fomenta el culto a los símbolos y a la personalidad tiránica, exacerba el nacionalismo anecdótico, monopoliza el pensamiento, por lo que subyace en el sujeto el estado mental del “esclavo interno”. La panacea del método teórico dialéctico sociocultural gravita en convertir al individuo en un número serial más del sistema, un tipo masificado (según Le Bonn en la masa deja funcionar la peculiaridad de cada individuo); “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”, una especie de “tabla rasa” preparada para el adoctrinamiento, pero ello en último lugar despersonaliza al individuo ya que se vuelve presa de un precario statu quo, haciéndole creer la efímera idea que es libre y que el poder “radica en su voluntad” nombrándolo como el único decisor de su futuro. En la masa predominan la ilusión y la fantasía sobre lo real, esta no existe sin un jefe supremo e insustituible.

¿Es posible someter la voluntad individual y desaparecer la personalidad consciente por sugestión y contagio en la masa?, “la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones o inducir comportamientos”, Chomsky.

Actualmente, los principios básicos stalinistas de manipulación y control siguen cobrando muchas víctimas en algunas sociedades (entre simpatizantes y/o partidarios) alrededor del planeta, estas se ven cautivas experimentado el síndrome del huérfano, “el padre puede o no ser culpable, pero continua siendo el padre”, es decir hay que soportarle pase lo que pase aunque intelectualmente puedan comprender y estar conscientes de las trágicas consecuencias del culto al “gran padre”, es por eso que las raíces de su incondicionalidad radica en parte al trabajo metódico de endeudarles moralmente en la sinuosa concepción de una lucha de clases, intoxicándoles a su vez de la afirmación fetichista que solo su indiscutible líder es capaz de conducirles a las reivindicaciones socioeconómicas históricamente negadas. En consecuencia, al hacer más dóciles a los individuos la egocracia gobernante y su casta jerárquica vegeta en un mundo subjetivo muy lejos de la realidad de sus congéneres que provoca una “patológica sordera” e indiferencia a los auténticos clamores ciudadanos. “La mentira no puede crecer hasta convertirse en la verdad, por más que aumente su poderío”, Rabindranath Tagore. Algunos expertos sugieren y con los cuales coincido que, “… los salvadores de la patria y los tiranos vienen al mundo a dividir y gobiernan para solo una parte de la nación condenando a la otra al exilio, el escarnio, la muerte o el silencio”. Por su parte Walter Laqueur cita en el libro Stalin. La estrategia del terror que los comunistas soviéticos “probablemente creían que el pueblo ruso necesitaba un individuo, no una abstracción (el partido) ni un muerto (Lenin) que lo inspirase”. Llegaron a la mejor excusa que tuvo Stalin para convertirse en símbolo.

El autor es ingeniero agrónomo

Opinión Engels Estanlinismo filosofía Marx archivo
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