La Alianza Evangélica Nicaragüense que —según sus líderes— agrupa a más de nueve mil iglesias cristianas no católicas, se pronunció brevemente sobre la problemática electoral. El pronunciamiento evangélico, fechado el 5 de agosto corriente, llama a los poderes del Estado, al pueblo nicaragüense y los partidos políticos que participen en las “elecciones”, a actuar con cordura y respeto a la Constitución y pide al Consejo Supremo Electoral permitir la observación internacional.
Pero el pronunciamiento evangélico elude los temas principales y más críticos de la problemática electoral, como son la exclusión —por decisión arbitraria del régimen dictatorial— de la principal fuerza de oposición y la destitución golpista de 28 diputados opositores.
La timidez del pronunciamiento evangélico se debe quizás a que reconocidos líderes de esa comunidad religiosa son también militantes políticos que participan como candidatos en la farsa electoral que está en desarrollo. Sin embargo hay que reconocer que al menos el pronunciamiento no justifica los desmanes orteguistas.
En cambio, de la Conferencia Episcopal de Nicaragua se espera un pronunciamiento claro y firme sobre la situación electoral. Los obispos se han caracterizado por enfocar con franqueza y sin temor los problemas sociales y políticos más escabrosos de la nación. Y de manera coherente y sistemática han denunciado la falta de autenticidad y transparencia electoral en Nicaragua.
Ahora que en vez de elecciones honestas y competitivas el régimen orteguista está montando una farsa electoral, vale la pena recordar la declaración de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, en marzo de 1984, cuando la dictadura sandinista programaba un simulacro de elecciones parecido al de ahora. En aquella ocasión los obispos manifestaron, entre otros conceptos fundamentales, que:
“a) El voto es un deber responsable. Para que tenga sentido y pueda elegir en conciencia exige: capacidad de discernimiento y libertad. b) Un cristiano no puede votar en conciencia contra los principios de libertad que le exige su fe. c) Nadie puede estar obligado a votar en contra de su pueblo para beneficiar a un grupo particular. Los partidos existen para el pueblo y no para sí mismos, ni para dominar al resto de la ciudadanía. d) A nadie puede obligársele a votar en contra de su propia conciencia”.
Por cierto que algo muy parecido había declarado la Conferencia Episcopal 10 años atrás, en 1974, cuando el dictador Anastasio Somoza Debayle montó una farsa electoral para reelegirse y 27 valerosos ciudadanos, encabezados por Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en nombre propio y representación de 7 partidos políticos opositores y dos centrales sindicales proclamaron “No hay por quien votar” y llamaron a la abstención electoral.
“El partido único repugna a la naturaleza humana”, sentenció la Conferencia Episcopal en aquel entonces, en una vibrante Carta Pastoral que molestó mucho al dictador.
Una modalidad de partido único es el partido hegemónico, en nuestro caso el FSLN, que está sustituyendo las elecciones con una farsa electoral y pretende obligar a los ciudadanos a votar contra su conciencia y su dignidad.