Joseph Schooling es mucho más que un joven sonriente que ha colocado a Singapur en el mapa olímpico. Es también un ejemplo de tenacidad y superación. Una esperanza para países, como el nuestro, que nunca han conquistado una medalla olímpica.
Nosotros perdimos una gran oportunidad en 1984, cuando la miopía de dirigentes deportivos de la época, impidió que Michele Richardson compitiera por nuestro país. En cambio, ganó plata para EE. UU. en 800 metros estilo libre de la natación en Los Ángeles.
No imagino esa celebración de haberlo hecho por Nicaragua. No hay nada más conmovedor que subir al podio, recibir una medalla y escuchar el himno de tu país (cuando ganás el oro). Aún viéndolo a distancia solemos impactarnos porque sabemos lo que eso significa.
Una medalla implica una enorme cantidad de recursos, pero también necesita de dirigentes con visión y de atletas comprometidos con la búsqueda de la excelencia. Schooling fue a conocer a Michael Pelphs en el 2008 en China. Se percató que era humano. No le hizo sombra en Londres 2012, pero lo venció en Río 2016.
El chavalo pensaba en grande y tenía que lo apoyaba y compartía una misma visión. Pero aquí, no deberíamos vivir todo el tiempo lamentando por el suceso de Richardson o declarando que jamás conseguiremos una presea. Nadie ha dicho que sea fácil. Al contrario, es harto difícil. Pero objetivamente, ¿se ha intentado?
Schooling es producto de un largo proceso, rodeado de condiciones. Actualmente estudia en la Universidad de Texas, en Austin. Antes estuvo en Jacksonville, Florida, a donde se movió desde sus 13 años. Ahora tiene 21 y un intenso trabajo tras de sí. Ahora es recibido con honores en su patria.
La oportunidad para nosotros, es descubrir el talento temprano, colocarlo en las mejores manos locales, mientras se le saca del país hacia una universidad que le garantice sus estudios y el progreso en el ámbito deportivo. Esto tampoco es sencillo, pero es posible. Se trata de establecer lo contactos.
Ahora, lo más sencillo es que nos sigamos viendo con sentido de lástima, quejándonos de la pobreza del país y de nuestra incompetencia. Pero si se intenta seriamente, quizá se podría cambiar la historia. Pero antes, sin duda, tenemos que cambiar nuestra mentalidad. Ahí está el mayor obstáculo.