14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Cheslor Cuthbert: El big leaguer gallero

Cheslor Cuthbert es fornido, risueño y, hasta ahora, el beisbolista con la firma más cara en la historia del beisbol nicaragüense. Esta es su historia.

Llegó un momento en que don Luis Cuthbert tuvo que preguntarle a su hijo qué demonios quería hacer en la vida, si cuidar gallos o jugar beisbol. Cheslor Cuthbert tenía 11 años y adoraba a sus gallos, pero a su papá no le “cuadraba” que se desenfocara del juego por ellos. “Una vez le dije que iba a vender todas las cosas del beisbol y que iba a comprar gallos con el dinero”, cuenta su padre vía telefónica desde Corn Island, y mientras habla se escucha el canto de algunos gallos. Nadeska Cuthbert, una de las hermanas mayores de Cheslor, fue testigo de aquella advertencia. “Mi papá le dijo que si quería gallos los tuviese cuando se mantuviera a sí mismo”, narra su hermana.

Cheslor escogió el beisbol y cumplió con lo que su papá le dijo. Unos seis años después de haber hecho a un lado a sus animales, la organización de los Royals de Kansas City lo firmó por 1.35 millones de dólares, el bono más alto pagado a un beisbolista nicaragüense. Y seis años después de aquella firma se convirtió en el nica número 14 en llegar a las Grandes Ligas y apenas el cuarto jugador de cuadro, o sea que no es lanzador.

Cuando el ahora tercera base de los Royals empezó a ganar su propio dinero compró los gallos que quiso. Ahora su día no puede terminar sin antes llamar a casa para saber cómo están los 73 gallos, las 40 gallinas y los 160 pollitos que tiene. “Diario son fotos, videos y llamadas por horas con el cuidador sobre ellos. Son su adoración”, relata su hermana.

Pero todos saben que hizo bien eligiendo el beisbol. Ya ganó un anillo de Serie Mundial y en julio de 2016 fue nombrado el bateador del mes de los Royals. Está en la lista de los candidatos a Novato del Año de la Liga Americana y según algunos cronistas deportivos, si continúa jugando como lo está haciendo, va encaminándose a ser el mejor bateador en la historia de Nicaragua. Su papá, don Luis Cuthbert, sabía que algún día la vida de su hijo sería el beisbol, incluso mucho antes que este siquiera pensara en nacer.

El peloterito isleño
Cheslor Cuthbert cuando empezaba a jugar beisbol en las ligas infantiles de Corn Island. LAPRENSA/Cortesía
Cheslor Cuthbert cuando empezaba a jugar beisbol en las ligas infantiles de Corn Island. LA PRENSA/Cortesía.

Don Luis Cuthbert anhelaba un hijo varón. Era lo que más quería. Él, que había sido cácher, estaba seguro que si Dios le daba al hombrecito que había pedido lo entrenaría hasta el cansancio para que fuera beisbolista. Su esposa, doña Debbie Carlson salió embarazada por primera vez: fue una niña y se llamó Nilska. Luego vino la segunda y también fue una niña: Nadeska. Vino la tercera y, para variar, fue niña: Ninoska. Don Luis se alegró, claro, pero seguía buscando a su hijo.

El 16 de noviembre de 1992, a las 11:30 de la noche en el barrio South End, en Corn Island, Región Autónoma de la Costa Caribe Sur, doña Debbie Carlson dio a luz al cuarto hijo de la pareja y primero y único varón: Cheslor Jesly Cuthbert Carlson. “Mi papá dijo que sería beisbolista antes de que naciera. Desde que supo que era varón”, cuenta su hermana Nadeska Cuthbert. Don Luis afirma que su abuela es hija del último Rey Mosco, Robert Henry Clarence, y que por tanto Cheslor Cuthbert es descendiente directo de él.

Cuando su hijo varón cumplió dos años le compró un guante, una bola y un bate y comenzó a pasar más tiempo con él enseñándole a jugar. “Como era capitán de barco salía al mar por siete u ocho días”, cuenta su padre. Ocasionalmente Cheslor salía al mar con él y durante un tiempo, aseguró que él sería capitán de barco. Le encantaba ir con su padre y también cuidar a sus gallos, que son sus animales favoritos.

Pero cuando tenía unos 10 años su papá vio su madera de beisbolista y empezó a entrenarlo cada vez más duro. Limpió y podó el monte del patio de su casa para que Cuthbert entrenara. Su casa aún estaba a medio construir y de una viga colgó una pelota para que Cheslor pasara bateándola y estampándola contra la pared todo el día.

Según Wilfredo Blanco, quien más tarde sería su entrenador, don Luis Cuthbert ponía a correr a Cheslor durante mucho tiempo, y si lo veía jugando algún otro deporte lo regañaba. “Don Luis lo desarrolló lo más que pudo, pero le forjó un carácter bien fuerte. Le decía: ‘¿Querés jugar beisbol? Andá corré’. Y si lo veía con una pelota de futbol le decía: ‘¿Vas a jugar futbol? Entonces botamos los guantes y las cosas de beisbol’”, cuenta Blanco.
Sin embargo también explica que fue gracias a esa disciplina que Cheslor pudo desarrollar su talento. El niño comenzó a jugar en equipos locales y su talento era notorio. En una ocasión fue a Guatemala con la selección nicaragüense de niños de 13 y 14 años, y pasó de ser un peloterito isleño a un prospecto de Grandes Ligas.

El alumno callado
Cheslor Cuthbert junto a su profesora de matemáticas Margarita Arauz en el Colegio Bautista. LAPRENSA/Cortesía
Cheslor Cuthbert junto a su profesora de matemáticas Margarita Arauz en el Colegio Bautista. LA PRENSA/Cortesía.

Cheslor Cuthbert aprendió Matemáticas haciendo cálculos con gallinas. Así le enseñó desde muy niño su abuelo materno en Corn Island. “Si tengo tres gallinas y me quitan tantas, ¿cuántas me quedan?”, le decía. Y por eso se volvió bastante bueno en la materia cuando entró al colegio.

La primera vez que Margarita Arauz, maestra de Matemática del Colegio Bautista, vio a Cheslor ella iba entrando al salón de clases y todos sus alumnos le gritaron casi al unísono: “¡Profe, profe! Tenemos compañero nuevo”. La maestra preguntó quién era y las miradas se dirigieron hacia un muchachito alto, moreno, risueño pero callado. Arauz preguntó su nombre: “Cheslor”, le dijo, y tuvo que pedirle que lo escribiera porque en ese momento le pareció impronunciable. Sin embargo, Cuthbert se convirtió en una especie de “hijo postizo” para ella. Todos los días llegaba al colegio y lo saludaba dándole un beso en la frente. De hecho, el hijo biológico de Arauz bromea diciendo que ella tiene más fotos con Cuthbert que con él.

Cheslor Cuthbert era un poco tímido y casi no hablaba. “Siempre fue callado y nunca fue peleador en el colegio”, dice Luis Cuthbert, su papá. Orlando Guadamuz fue su profesor de Química y aún recuerda lo tortuoso que era para Cheslor entender las clases en español, ya que su idioma natal era el inglés criollo. “Sus compañeros tenían que ayudarle, explicarle y hasta copiar algunos temas o traducirle lo que estaban diciendo los profesores porque no entendía”, asegura Guadamuz.

No era ningún secreto que aquel muchachito introvertido era un valioso prospecto para las Grandes Ligas. Él se lo había contado a algunos maestros y compañeros y estos pudieron comprobarlo cuando se hacían juegos de beisbol en recreo y en la clase de educación física. A pesar de esto, Guadamuz asegura que “no era un muchacho hiperactivo que quería llamar la atención, era bastante callado”.

¿Quién es ese muchachito?
Cuthbert cuando jugaba en equipo de beisbol de la UNICA. LAPRENSA/Archivo
Cuthbert cuando jugaba en equipo de beisbol de la UNICA. LA PRENSA/Archivo.

“Cheslor Cuthbert por Guillermo Murillo”, se escuchó el anuncio en todo el estadio. Hubo un cambio en la tercera base. La selección nicaragüense de niños de 13 y 14 años iba perdiendo 2-1 ante Estados Unidos en un torneo regional en Guatemala. El muchachito que iba hacia la caja de bateo a su turno se veía fuerte.

Wilfredo Blanco, cazatalentos de beisbol y exscout de los Mets de Nueva York, no acostumbraba a ver categorías de niños a la hora de buscar prospectos, pero ya que andaba por ahí decidió apoyar a Nicaragua en el juego. Estaba con Willie Hooker y el peloterito que iba a batear pegó un jonrón con dos strikes, dos bolas y dos jugadores embasados.

Le llamó la atención y le preguntó a Willie Hooker que como se llamaba el jugador. “Blanco, dejame ir allá para averiguarte”, le dijo Hooker, mientras se dirigía al dogout para averiguar los datos. Regresó con un nombre anotado en un papelito: “Cheslor Cuthbert”.

Blanco volvió a Nicaragua y aprovechó el inicio de la Mayor A para buscar al niño de 14 años por cielo y tierra. Llegó hasta El Viejo, Chinandega y anduvo preguntando hasta que dio con alguien que lo conocía.

—Mirá, ¿vos no conocés a un muchachito que se llama Cheslor Cuthbert? A su papá le dicen Sacky —preguntó.

—¡Aaaahhh! Sí. Ese es el hijo de Sacky. Yo tengo un barco como él y lo conozco.

Don Wilfredo Blanco le mandó su tarjeta a don Luis Cuthbert y le dijo que lo llamara. Acordaron que don Luis le mandaría a Cheslor para que lo entrenara. Blanco se dedicaba a desarrollar y entrenar prospectos. Se llevaba a los jugadores durante tres o cuatro años para conseguirles una firma y él se quedaba con un porcentaje del bono que consiguiera el pelotero.

Cheslor Cuthbert junto con el primera base de los Royals de Kansas City, Eric Hosmer
Cheslor Cuthbert junto con el primera base de los Royals de Kansas City, Eric Hosmer.

“Desde que firmó Cheslor, a los 16 años de edad, lo conocí y me pareció un buen muchacho. Jugamos varias ligas juntos en las Menores y ahí comenzamos a andar juntos y se fortaleció la amistad. Cuando era más joven, él (Cheslor) siempre trabajó fuerte y creció. Se esforzó y se le presentó la oportunidad de jugar en las Grandes Ligas y la está aprovechando. Tiene mucho talento”.

Eric Hosmer, primera base de los Royals de Kansas City y amigo de Cheslor Cuthbert.

Jugar, jugar y no hablar

No era sorpresa para nadie que Cheslor Cuthbert era un niño tímido y que a duras penas podía decir algunas palabras. Don Wilfredo Blanco notó eso los primeros tres o cuatro meses. Lo veía triste e incluso le manifestó a algunos colegas que probablemente el niño se iba a ir a casa porque lo veía muy desanimado. Podía ser porque a su casa viajaba poco; cada nueve meses iba a Corn Island para ver a su familia. Pero no, no era eso.

Cuando le hablaba, Cuthbert le contestaba solo asentando con la cabeza o diciendo: “Sí, no, no sé”. “No sé cómo no me di cuenta y no sé cómo lo hizo. Pero él pasó sin hablar tres meses. No nos habíamos dado cuenta de que no hablaba español”, explica Blanco.

En una ocasión Rafael Bournigal, supervisor de los Mets, vio jugar a Cuthbert y le dijo a Blanco que entrenaría con él un rato. “Tiene pinta de que va a ser un buen jugador de Grandes Ligas”, le dijo.

—¿En qué idioma le hablo? —preguntó Bournigal.

—En el idioma que vos querrás. Él habla inglés —le dijo Blanco.

“Le preguntó algo en inglés, regresó y me dijo: ‘Este muchacho no habla español’. Y así fue que nos dimos cuenta”, dice Blanco, quien lo llevó donde profesores para que mejorara con el idioma.
Cuando Cuthbert empezó a entrenar se olvidó de ser capitán de barco. “¿Por qué voy a ser capitán de barco si tengo la oportunidad de ser un big leaguer?”, le dijo a su entrenador.

Su rutina durante tres años era más o menos así: se levantaba a las 5:00 de la mañana y se iba a clases a las 6:00. A las 11:00 o 12:00 salía de clases y almorzaba. A las 2:00 de la tarde debía empezar a entrenar en el campo de don Bosco. A las 5:00 iba al gimnasio y cuando salía iba donde alguno de sus profesores tutores para mejorar en clases. A las 8:00 regresaba y saltaba y hacía ejercicios de elasticidad en casa, y cuando terminaba, debía dormir. La rutina incluía los sábados y domingos. Cuando tenía un tiempo libre jugaba beisbol en videojuegos.

La firma millonaria
Actualmente juega como tercera base de los Royals de Kansas City. LAPRENSA
Actualmente juega como tercera base de los Royals de Kansas City. LA PRENSA.

Las primeras veces que Levi Luna, cronista deportivo, escuchó de Cheslor Cuthbert fue cuando se rumoraba que un muchachito que jugaba en el equipo de beisbol de la Unica iba a firmar en cualquier momento. “Era un niño muy tímido, poquísimas palabras, pero haciendo mucho ruido con su bate. Había algo que él quería mostrar. Era una persona introvertida pero quería dejarte saber que era alguien que podía hacer mucho por su carrera deportiva”, expresa Luna.

Como periodista era su obligación saber que firmarían a un nicaragüense por el bono más alto en la historia del beisbol nacional. A medianoche del 2 de julio de 2009 Cheslor Cuthbert firmó por 1.35 millones de dólares con los Royals de Kansas City.

Y aunque era una cantidad exorbitante para un muchachito de 16 años, don Luis Cuthbert sabía que el dinero no era importante porque nunca les faltó. “Yo trabajaba en mi barco y cuando necesitaban algo yo se los daba. Si salían les daba 20 pesos para el pasaje y así”, asegura.

Aquel niño isleño debutó en Grandes Ligas el 7 de julio de 2015 y actualmente juega como tercera base, sustituyendo a Mike Mustakas, quien está lesionado.

Ya empató a Marvin Benard con 100 hits en su año de novato y ha roto varios números de otros jugadores nicaragüenses. Edgard Rodríguez, scout de los Yankees de Nueva York y periodista deportivo, lo calificó como el mejor tercera base en la historia del beisbol nica. Levi Luna asegura que si sigue jugando a como lo está haciendo este año, es probable que se convierta en el mejor pelotero de la historia de Nicaragua. En 2016 llegó a promediar más de .300 de bateo y ha hecho jugadas defensivas aclamadas por los narradores deportivos y periodistas internacionales.

En la organización de Kansas City, a Cuthbert le llaman “El Niño”, y Eric Hosmer, uno de sus amigos más cercanos, primera base de los Royals de Kansas City, aseguró que es imposible no quererlo. Ambos se conocen desde que Cheslor jugó en el entrenamiento de primavera con Hosmer y desde entonces son muy buenos amigos. “Cuando era más joven, él (Cheslor) siempre trabajó fuerte y creció. Se esforzó y se le presentó la oportunidad de jugar en las Grandes Ligas y la está aprovechando. Tiene mucho talento”, aseguró Hosmer.

En Corn Island solo le dicen “Ches”. Cuando llega de vacaciones es normal verlo caminando por las calles en short y chinelas, jugando beisbol o cuidando a sus gallos.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí