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orteguismo
Pedro Belli

¿Voto nulo o abstención?

Ninguno de los dos. Hay que votar. Votar nulo o abstenerse es darle a Ortega precisamente lo que quiere: una victoria que pueda vender como “limpia y arrasadora”. Ortega ha logrado dividir a la oposición. Ahora lo único que le falta es inhibir el voto opositor. Ortega debe estar gozando viendo que dentro de la oposición hay muchos que le están ayudando convenciendo a la oposición que no vote.

¿Cuál es su cálculo? Hay un voto duro de alrededor del 30 por ciento de los inscritos que siempre votará por Ortega. La oposición no tiene ese voto duro. En 2011 apenas tres de cada diez opositores votó, comparado con siete de cada diez en 1990. Entre más se abstenga la oposición, mejor para Ortega.

Según la última encuesta de Borges y Asociados 76 por ciento de la población quiere votar, pero solamente 44 por ciento quiere votar por Ortega. Si las elecciones de noviembre arrojaran las mismas cifras, Ortega ganaría la presidencia, pero perdería el control de la Asamblea y por ende de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y del Consejo Supremo Electoral (CSE), lo cual sería un enorme logro. Si al igual que en 1990, siete de cada diez opositores votaran, la oposición ganaría las elecciones. Para la oposición, los números a favor de abstenerse no dan. Sin embargo, muchos opositores la promueven.

El grupo de los 27, por ejemplo, llamó a la abstención el 16 de agosto. ¿Por qué?
La abstención ilegitimaría a Ortega. Si no votamos, dicen los abstencionistas, el gobierno de Ortega sería ilegítimo. Este es un argumento muy débil. Si nos abstenemos de votar, como en 2011, Ortega ganaría por el voto duro a su favor. ¿Alegaríamos fraude? ¿Alegaríamos intimidación? Si nosotros mismos hacemos campaña para no votar ¿cómo vamos a alegar intimidación? ¿Cómo vamos a alegar fraude? Ortega podrá ganar limpiamente sin intimidar y sin fraude. Por eso, no entiendo por qué hay gente opositora promoviendo la abstención de la oposición, en vez de promover la abstención del voto orteguista.

Me deja más perplejo aún la falta de un plan para el siguiente paso. El grupo de los 27 dice que absteniéndonos “abriremos la puerta de la esperanza de par en par para que finalmente lleguen los vientos de cambio y construyamos… la Nicaragua que anhelamos”. Linda poesía, pero esto no es un plan de acción. Ninguno de los abstencionistas tiene un plan de acción realista y convincente para el 7 de noviembre en adelante. A mi modo de ver, esta es una falla fatal en su estrategia.

Ortega se robará las elecciones. Hay que votar precisamente para evitar el fraude. Es fácil robarse tres puntos, pero robarse diez puntos es muy difícil. Si el voto opositor es masivo, el fraude también tendrá que ser masivo. Y si la oposición denuncia el fraude vigorosamente con pruebas fehacientes, la legitimidad de Ortega sería seriamente cuestionada. Como dijeron los del Grupo de los 27, en su primer comunicado, antes de que se volvieran abstencionistas: “La ciudadanía debe estar presta a denunciar [el fraude] enérgicamente ante la nación y el mundo, si este fuese consumado”. He aquí un verdadero y sensato plan de acción: Votar. Si hay fraude, denunciarlo.

No hay por quien votar. Esto no es cierto. Hay cinco partidos de oposición participando en las elecciones. Una cosa es que no haya por quién votar y otra es que no nos gusten los candidatos. Hay demasiados candidatos. La división de la oposición es un problema serio. Ortega ganó en 2006 porque logró dividir el voto. Al menos que los votantes se inclinen por un partido, como ha sucedido en el pasado, Ortega ganará de nuevo. Por desgracia, en el panorama político no se perfila un partido dominante ni un deseo de unirse. Sin embargo, todavía es temprano y en política cuatro meses son una eternidad. Nuestra labor como votantes es estudiar acuciosamente a los cinco partidos de oposición y votar por el más atractivo para empezar a romper el control absoluto de los orteguistas. Si ningún candidato o partido nos gusta, habrá que escoger el menor de los males. Pero hay que votar. Como repite la Corporación: “La culpa no es de los que se equivocan, la culpa es de los ausentes”. Aunque me equivoque, yo voy a votar.

 El autor es doctor en Economía.    

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