Debo refutar por respeto y convicción, la aseveración de la exguerrillera Mónica Baltodano, quien tras una larga entrevista en la sección Domingo de LA PRENSA del pasado 28 de agosto, que el diario sintetiza bajo el título “Polito está coqueteando con el poder”, todo ello como parte medular de su particular evaluación del reciente mensaje de la Conferencia Episcopal.
No le llamaré “Polito” al cardenal Leopoldo Brenes porque no lo conozco lo suficiente, ni desde hace muchos años como para llamarlo con apodos o diminutivos y por respeto a su alta investidura al frente de la Iglesia católica de Nicaragua. No puedo aceptar ni de forma, ni de fondo, “Polito coqueteando”, porque me resulta ofensivo.
Dice doña Mónica que el Mensaje de la Conferencia Episcopal “es un mensaje temeroso, ambiguo. No se corresponde con los mensajes que otros obispos han dado, que han sido transparentes y claros. Yo diría que se aleja del rol profético de la Iglesia. Y creo que es responsabilidad de ‘Polito’, porque lo vemos muy cercano al poder jugando con la lógica del poder, ya no lo vemos como alguien ecuánime”.
Acto seguido da a entender que el cardenal ya pactó o está a punto de pactar con el Gobierno: “Sí, el Gobierno mantiene un trabajo permanente de cooptación de todo aquel que pueda ser cooptado, y de búsqueda de alianzas y pactos. Ortega pactó claramente con Obando y Bravo, tiene un pacto con el gran capital y evidentemente está haciendo esfuerzos para que la jerarquía católica se pliegue a sus puntos de vista, parece que hay resistencia de algunos puntos de vista, pero Leopoldo Brenes es de los más proclives a ese acercamiento con el Gobierno y el poder. Está coqueteando con el poder”.
Debo decir en primer lugar que no esperé que el Mensaje Episcopal fuera a decir otra cosa diferente que referir a todos los católicos a que voten o no voten según se los dicte su conciencia a la luz de las “situaciones de hecho creadas por decisiones irregulares en torno a las próximas elecciones que han originado posturas y reacciones muy diversas en la población”.
Es decir, los obispos no le dicen a la conciencia del individuo, que es lo más sagrado del ser humano, lo que debe hacer, porque sería un menosprecio a la conciencia, sino que la usen. Quizás doña Mónica esperaba un Mensaje de los obispos como si fueran oposición política, un “no hay por quién votar” como el del grupo de los 27 o el de los destituidos diputados de la oposición.
Pero los obispos se colocan en el papel que les corresponde como guías espirituales y dicen con gran claridad: “Votar es un derecho. La decisión de votar o no votar o la de votar por determinada opción debe ser tomada por cada persona desde del interior de su conciencia”, y agregan para no dejar jerónimo de dudas: “Un católico debe decidir consciente de que si la opción que elija está colaborando con la construcción de una sociedad más justa, favoreciendo al bien común de toda la población y abonando al fortalecimiento de un sistema político democrático y pluralista en el país”.
Esta recomendación, como expresa el doctor Carlos Tünnermann en un artículo publicado el lunes pasado en que evalúa el Mensaje de los obispos, es válida no solo para los católicos, sino para cualquier ciudadano.
El cardenal Leopoldo Brenes al frente de la Conferencia Episcopal actuó con cautela, pero sobre todo, con respeto a la conciencia del individuo. Hubiera sido demasiado, que además de dar luces, le dijera a los votantes qué deben hacer: el ser humano se convence mucho más de las decisiones que toma racionalmente, que de las que se le imponen o le dictan.
Además, este mensaje de la Conferencia Episcopal atribuido por doña Mónica a la “coquetería de Polito con el poder” o a su blandenguería, no anula o elimina los anteriores que en efecto, fueron muy explícitos.
También hay que observar, que en otros procesos electorales la Iglesia ha llamado a todos los ciudadanos a salir a votar, por cualquier opción de su preferencia y esta vez lo dejan a su conciencia, salir o no salir, votar o no votar.
El autor es periodista y exdiputado del PLI arbitrariamente destituido.