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La “toma de Caracas”

Más de un millón de  ciudadanos   venezolanos  participaron en la “toma de Caracas” de este 1  de septiembre, convocada   por la oposición para   demandar   que  no se  siga poniendo obstáculos al referendo revocatorio del mandato presidencial de Nicolás Maduro.

Nada pudo impedir que se   realizara la manifestación política  opositora  considerada como la  más grande de toda la historia de Venezuela. Las represalias contra los presos políticos, el  encarcelamiento de líderes democráticos, las amenazas con quitar la inmunidad a los parlamentarios opositores, los cercos  militares a la gente que viajaba  desde muchos lugares del país para sumarse a la marcha, el terrorismo psicológico oficialista sobre un inexistente  plan de golpe de Estado,  nada de eso doblegó al bravo pueblo como lo llama  el Himno Nacional de Venezuela.

Cabe suponer, por lo consiguiente,  que si no se hubiera impedido a muchísimos ciudadanos la movilización desde el interior del país  hacia  Caracas, hubieran participado  en la manifestación del jueves pasado    por lo menos dos millones de personas, porque el pueblo de Venezuela está decidido  a no seguir soportando al régimen de Maduro y su fracasado y desastroso  “socialismo del siglo 21”.

Nicolás Maduro hizo el ridículo,  primero con sus acusaciones falsas e  irresponsables que hizo  contra la oposición,  para intimidar a los ciudadanos  e impedir o al menos reducir su masiva participación en “la toma de Caracas”; y segundo, con la concentración oficialista paralela    a la que asistieron  menos de cinco mil personas, en su gran mayoría empleados públicos,  en un esfuerzo inútil   por contrarrestar la  gigantesca manifestación opositora.

La de Maduro fue  una demostración de  “escuálidos”, como llamaba burlonamente Hugo Chávez a las no muchas  personas opositoras que hace algunos años se atrevían a salir a la calle,  para protestar contra la dictadura y reclamar sus derechos  políticos, como ocurre actualmente —y por ahora—  en Nicaragua. Es que las multitudes salen a las calles y desafían la represión del poder autoritario, por muy agresiva y criminal que sea,  cuando   se crean  y combinan las  condiciones políticas y sociales  apropiadas y la paciencia de los ciudadanos llega a  su límite y lo rebasa.

La oposición venezolana quiere y propone una solución democrática, cívica e institucional de la crisis de Venezuela, como  es el referendo revocatorio del mandato presidencial de Maduro, previsto en la Constitución para casos como este. Precisamente  ha sido en demanda de esa salida civilizada de la crisis,  que se realizó  la toma de Caracas y tendrán lugar próximamente otras grandes movilizaciones populares. La violencia es un recurso exclusivo del autoritario, intolerante y represivo régimen chavista.

Pero Maduro ya no tiene escapatoria de la crisis terminal   causada por el mismo régimen chavista. Maduro   no puede evitar el colapso de su gobierno ni siquiera masacrando a la población opositora,  que  se fortalece  cada día más.

El plan de  sustituir la democracia representativa   en América Latina,  con el proyecto autoritario de la  revolución bolivariana o  socialismo del siglo 21, claramente está siendo derrotado. El populismo va de retroceso, cayó en Argentina y Brasil y sufre una crisis terminal en Venezuela que impacta en los demás países del Alba, incluyendo a  Nicaragua.  El futuro de América Latina no es la dictadura,  sino la libertad y la democracia.

Editorial Toma de Caracas Venezuela archivo
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