Un sol eclipsado salió en Miami Beach, las nubes negras enlutaban la muerte del lanzador de los Marlins de Miami, José Fernández, el cubano de 24 años, no pudo cumplir una nueva aparición monticular programada para el día de hoy ante los Mets. Los reportes policiales indicaron que su bote, en el cual andaba con dos amigos más, colisionó como un trueno contra las rocas y quedó volcado la madrugada de ayer, dejando sin palpitar al pelotero y dos amigos más que lo acompañaban. El joven nacido en Villa Clara en la Isla del Encanto, le había puesto fin a su vida.
De todas las cosas que Fernández debió sufrir cuando joven la menos tormentosa fue la muerte, un solo impacto que apagó sus baterías. El muchacho había llegado a los 15 años a cumplir su sueño americano, en Cuba nunca vivió, anduvo de lugar en lugar buscando una escapatoria, vendió cebollas y tomates para comer, intentó huir en tres ocasiones, estuvo preso y cuando pensó que sería imposible pisar el suelo yanqui consiguió saltar al océano y llegar haciendo ruido que se iba a comer el mundo, y así lo hizo.
Rescató a su mamá
En su cuarta travesía en las aguas, como contó el propio pelotero en el 2013, saltó del barco porque una persona había caído al mar, lo hizo porque sabía nadar muy bien y de pronto miró que era su mamá; “si eso no te marca no sé qué lo hará”, dijo el joven carismático, que logró reunir a su familia y disfrutar de las cosas que le fueron coartadas por ser considerado “enemigo de la Revolución, enemigo de Fidel Castro”.
Fernández, novato del año en el 2013 y tercero en la votación del premio CY Young a los 21, era considerado como uno de los peloteros en la historia de la franquicia de mayor popularidad entre los fanáticos, como escribiría el estupendo cronista Dan Lebatar: “Un pelotero solamente igualado por Dontrelle Willis en contagio de entusiasmo y carisma”. Estamos hablando de un lanzador integral, un futuro Salón de la Fama de seguir con ese patrón de dominante en la colina, lleno de coraje e ímpetu en cada lanzamiento, fue un guerrero de la vida y un luchador en el campo.
Joel Sherman del New York Post, no pudo resistir en escribir unas líneas de un astro del beisbol e hizo una comparación con otros atletas que murieron cuando apenas comenzaban. “Como Len Bias, Oscar Taveras, Drazen Pétrovic, Hank Gathers y Sean Taylor”. “Me hizo recordar que yo estaba en Cuba en marzo. Vi la cresta de las olas sobre el malecón, y finalmente comprendí mejor el valor necesario para obtener la libertad”.
Un día más
Preliminarmente según Jorge Ebro, del Nuevo Herald, no hay indicios de que los tripulantes del bote fueran en estado de ebriedad ni bajo los efectos de drogas, pero a veces el destino no se comprende, el muchacho que apenas descubría el mundo en el pico del éxtasis de las comodidades que no pudo disfrutar en su totalidad, se suponía que debía lanzar el día que murió, frente Atlanta, pero después de tirar 111 lanzamientos el martes pasado contra los Nacionales de Washington en un año que tenía 181 entradas y dos tercios, el mánager decidió darle un día más de descanso, pero no se imaginó que sería el descanso eterno.
Un futuro brillante
El qué hubiera pasado con Fernández siempre taladrará la mente en los análisis, ¿Qué tan grande sería? En cuatro años en las Mayores, dos de ellos recortado por las lesiones, sumó 38-17 en victorias y derrotas, 589 ponches y una efectividad de 2.58.
Se apagó una estrella, el beisbol está de luto y aunque en Cuba lo hayan catalogado como enemigo de Castro, el mismo comandante seguro se sentaba en su sofá, prendía el televisor, encendía su puro y se deleitaba de las aperturas de un cubano de cepa. Llora Miami y llora el beisbol.