Armando Manzanero “nunca” se va a retirar de los escenarios

Le ha puesto banda sonora a los momentos más especiales de parejas de varias generaciones y, a sus 80 años, el cantante y compositor mexicano Armando Manzanero sigue siendo un ferviente defensor del amor y de la música romántica, a la que ve “tan necesaria como el aire para respirar”.

Manzanero en esta entrevista habla de su lucha por los derechos de autor en el enrevesado panorama que enfrenta la industria, los momentos más destacados de su carrera y su carácter infatigable, por el que, asegura, “nunca” se va a retirar.

“El buen amor va a existir siempre”

“La música romántica es una música que, contra todo lo que digan, lo que se piense, es una música necesaria. Así como los pulmones necesitan de aire, el romance necesita de una canción”, afirma tajante Manzanero (Mérida, 1935).

El autor de éxitos como Somos novios, Adoro, Esta tarde vi llover o Contigo aprendí, asegura que “todo el mundo cree en el amor”.

“Posiblemente la vida que se está llevando ahora, esa vertiginosidad con que el mundo se lleva, lo desvirtúan un poco, pero el buen amor va a existir siempre, y prueba de ello es que todos los que hacemos música romántica seguimos viviendo muy bien”, argumenta.

A pesar de que su nombre ha quedado vinculado con el bolero, él prefiere dejar de lado ese término, para hablar en su lugar de “música romántica”.

“Esta música está por encima de todo lo que venga, todo lo que haya, incluyendo el reguetón. No creo que nadie haga el amor al compás de un reguetón”, añade el músico.

Toda una vida de creaciones

La carrera de Manzanero está acompañada por cifras de vértigo: cuenta con 400 canciones y cerca de treinta producciones discográficas, y presume de que ha “escrito de todo, lo mismo tropical que rock and roll”.

Sus temas, que han sido traducidos a varios idiomas y versionados incontables veces, han sido interpretados por artistas como Tony Bennett, Luis Miguel, Alejandro Fernández, Christina Aguilera o Julio Iglesias, entre otros.
En 1947 comenzó a dedicarse a la música, primero con pequeños trabajos como el que tuvo en el Circo de los Hermanos Padilla, donde tocaba los timbales.

“Yo no ensayé ni practiqué nada, escribí mi primera canción y mi primera canción fue grabada, y fue un tema importante”, asevera el artista en relación con su primer éxito, Nunca en el mundo, que data de principios de la década de los cincuenta.

Más tarde le llegó el reconocimiento internacional, cuando el cantante chileno Lucho Gatica popularizó en 1959 su canción Voy a apagar la luz.

Ahora le resulta difícil mencionar las canciones que más disfruta cantar: “Cuando hay un buen ambiente, cuando las cosas están bonitas, cuando todo el mundo oye, cuando hay una buena compañía, no hay preferencia para ninguna”, añade.

La canción que no le gusta

“La única canción que nunca me gustó fue Parece que fue ayer, no me gustó porque fue un encargo para un presidente de la República (Gustavo Díaz Ordaz, 1964-1970). Son esas cosas donde entra la adulación, el mercantilismo y todo lo que no tiene que ver con el arte”, confiesa.

Sobre el escenario, se decanta por la conexión que experimenta con la cantante peruana Tania Libertad, con quien dice: “Me entiendo muy bien y con ella todo fluye, todo es hermoso, sin que haya cabida para los ‘exabruptos’”.

Dejar de trabajar: “jamás en la vida”

“Yo he sido un tipo inmensamente suertudo”, asegura el artista, recordando el apoyo que ha tenido de su gente desde que sacó su primera canción, y cómo siempre han creído en él.

Sentado en su despacho de la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) que preside, dice que no va a dejar de trabajar “jamás en la vida”, porque “me gusta mucho hacerlo. Tengo todos los años del mundo, y he tenido mis tiempos en donde piensan que ya no doy más, que se terminó mi época, pero cuando surge una oportunidad, ahí entro, y les hago entender que no es cierto”.

“Usted me ve que vengo recto, ni cojeando ni en silla de ruedas, ni estoy sin poder contestar a lo que me está preguntando”, enfatiza.

“Me preocupo por estar ocupado todos los días, porque dicen que la ociosidad es la madre de todos los vicios, y a mí me encanta mucho la ociosidad”, bromea el artista, quien mantiene extensas jornadas de trabajo que comienzan a las 6:00 de la mañana y, en ocasiones, se prolongan hasta la noche.

De hecho, considera que su época “más importante” en la vida es la última, la que va de Nada personal a esta parte, y que incluye temas como Por debajo de la mesa y Dormir contigo.

Esta etapa viene marcada por sus inicios con Laura Elena Villa, su ahora esposa, a quien dedicó el tema Nada personal. En aquel entonces, entre él y “Laurita”, como la llama con cariño, “una muchacha de la mitad de años”, a la cual “tenía una admiración enorme y hasta un cierto amor bonito, no había nada personal, aunque finalmente acabó siéndolo”, recuerda.

Lucha por los derechos de autor

Manzanero señala que “desde que tengo uso de razón, siempre tuve admiración por una buena canción de otro compositor y nunca tuve ningún respeto para ninguna que fuera una mala o fea canción”.

Manzanero, un ferviente defensor de los derechos de autor, opina que “el destino de la vida de un compositor lo socorre: cuando no hay mucha cantada, hay buenos dividendos de regalías, y cuando las regalías bajan por cualquier cosa, también hay buena cantada”.

Como presidente de la SACM, reconoce los obstáculos que la asociación tiene que afrontar, y se defiende diciendo que “como dice la canción, no somos ‘monedita de oro’”.

“La sociedad de compositores todos los días va a vivir con un problema de alguien que no quiere pagar por desconocimiento, por desconfianza, mucha gente piensa que nosotros cobramos y nos quedamos con el dinero”, apunta.

Resalta el problema del crimen organizado, que afecta especialmente a la recaudación de varios estados, como Tamaulipas, Guerrero y Michoacán, porque mientras la SACM cobra “con palabras”, los delincuentes cobran “con metralletas”.

“En el panorama actual, hay que hacer entender al usuario que la canción tiene un dueño y, cuando se hace uso de ella, hay que pagarla”, concluye Manzanero, matizando que no se refiere a la gente que canta un tema “en su casa”, sino a aquellos que emplean la música de un autor con fines comerciales.