Soy uno de las siete personas que seguimos con vida, de los integrantes del Grupo de los 27 que el 26 de junio de 1974 firmamos y emitimos la proclama No hay por quién votar, ante la farsa electoral que el somocismo realizaría el 1 de septiembre de ese año para reelegir al dictador Anastasio Somoza Debayle.
Desde entonces pasaron 42 años durante los cuales hubo alternancia de farsas electorales con elecciones más o menos libres y limpias. Pero ahora me encuentro otra vez en la situación de que no tengo por quién votar.
Escribo y publico este artículo en homenaje a la memoria del doctor Ramiro Sacasa Guerrero, precisamente hoy, 27 de septiembre de 2016, cuando se conmemora el 35 aniversario de su muerte.
El doctor Sacasa Guerrero fue uno de los promotores y firmantes del manifiesto No hay por quién votar de 1974. Cuando él murió la dictadura somocista ya había caído, pero los sandinistas la sustituyeron con otra dictadura.
21 días antes de su muerte —o sea el 6 de septiembre de 1981— el doctor Sacasa había sufrido un sospechoso accidente de tránsito que el diario LA PRENSA percibió como provocado y, por lo tanto, como un atentado. Esto lo menciona Melvin Sotelo en su libro Ramiro Sacasa Guerrero, el poder de servir, y recuerda que antes de morir el doctor Sacasa dijo a familiares y amigos cercanos: “Me jodieron”.
En la farsa electoral que denunciamos en 1974 con la proclama No hay por quién votar, los únicos candidatos eran el dictador Anastasio Somoza Debayle y un político conservador zancudo llamado Edmundo Paguaga Irías. Los 27 ciudadanos que en representación de siete organizaciones políticas y dos centrales sindicales (tres por cada una de ellas), firmamos aquel histórico documento, fuimos los siguientes:
Pedro J. Chamorro Cardenal, Ramiro Sacasa Guerrero y Uriel Argüello Pasos, por el Movimiento Nacional; Rafael Córdoba Rivas, Manuel Bermúdez y Emilio Álvarez Montalván, por Acción Nacional Conservadora (ANC); Alejandro Abaunza Espinoza, Pedro J. Quintanilla y Leopoldo Navarro, por el Movimiento Liberal Constitucionalista (MLC); Juan Manuel Gutiérrez, Víctor Manuel Ordóñez y Rodolfo Robelo Herrera, por el Partido Liberal Independiente (PLI); Manuel (Manolo) Morales Peralta, Eduardo Rivas Gasteazoro y Edgar Macías Gómez, por el Partido Social Cristiano Nicaragüense (PSC); Luis Sánchez Sancho, Álvaro Montoya Lara y Federico Kraudy, por el Partido Socialista Nicaragüense (PSN); Wilfredo Montalván, Rigoberto Palma y Orlando Blandino, por el Movimiento de Salvación Nacional (MSN); Domingo Sánchez Salgado (Chagüitillo), Domingo Vargas y Sebastián Castro, por la CGT Independiente; y Adolfo Bonilla, Carlos Huembes y Donal Castillo, por la Central de Trabajadores de Nicaragua (CTN).
De aquellos 27 seguimos vivos Edgar Macías, Wilfredo Montalván, Federico Kraudy, Carlos Huembes, Adolfo Bonilla, Donald Castillo y el autor de este artículo.
Por haber firmado la proclama No hay por quién votar —que sirvió de plataforma para la fundación de la Unión Democrática de Liberación (UdeL), en Masaya, el 15 de diciembre del mismo año 1974—, los 27 fuimos acusados por el juez de Policía, coronel GN Luis Ocón, ante el Juzgado Segundo del Crimen que estaba a cargo del juez Noel Estrada. Después de examinar detenidamente la acusación y tomar declaración a cada uno de los 27, el juez Estrada sentenció honestamente que no nos había encontrado culpables de ningún delito. Pero el coronel Ocón nos sentenció a la suspensión de nuestros derechos ciudadanos.
“Nos quitan lo que no hemos tenido”, fue el título del editorial que el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal escribió y publicó en la edición de LA PRENSA del 14 de agosto de 1974, un día después de la vengativa sentencia del juez de policía. Hablando por todos nosotros el doctor Chamorro Cardenal aseguró que “no se le puede quitar a nadie lo que no ha tenido” y agregó que “seguimos siendo nicaragüenses, empeñados en una lucha dura por la liberación de nuestro pueblo (…) comprometidos en la conquista de nuestros derechos —incluso el derecho a la ciudadanía—, que ha sido en este país suprimido para todos por los usurpadores del poder público”.
Han pasado 42 años desde la publicación de aquel histórico manifiesto, con el cual los 27 llamamos a la abstención en la farsa electoral del 1 de septiembre de 1974, rechazando frontalmente a la dictadura, pero todavía o de nuevo seguimos luchando por la misma causa.
Ramiro Sacasa Guerrero y Pedro Joaquín Chamorro Cardenal dieron sus vidas por la libertad y la democracia, el primero como consecuencia de un raro accidente automovilístico —más parecido a un atentado— cerca de la ciudad de León y el otro acribillado a balazos en el centro de Managua. Decenas de miles de nicaragüenses murieron y ríos de sangre de hermanos corrieron para que pudiera caer la dictadura somocista. Tuvo que haber otra sangrienta guerra civil para enfrentar a la (nueva) dictadura sandinista, hasta que por fin, en febrero de 1990, el pueblo nicaragüense conquistó el derecho de votar y elegir libremente. Y de manera muy significativa eligió a doña Violeta Barrios viuda de Chamorro.
Sin embargo ahora otra vez no tengo por quién ni por qué votar, porque, para decirlo con las palabras del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, los (nuevos) usurpadores del poder público sacaron del juego político a la principal fuerza de oposición y me quitaron el derecho de votar y elegir y en vez de elecciones lo que habrá es una farsa electoral, como la de 1984.
Respeto la opinión de quienes creen que el 6 de noviembre habrá verdaderas elecciones, o que, aunque sean viciadas, hay que ir a votar por cualquiera de los candidatos o para anular el voto. En este sentido comparto el criterio de los obispos, que en su comunicado del 22 de agosto pasado dijeron que “La decisión de votar o no votar o la de votar por determinada opción debe ser tomada por cada persona desde el interior de su conciencia”.
Desde el interior de mi conciencia de hombre libre yo he decidido que otra vez no tengo por quién —ni por qué— votar.