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Adolfo Acevedo

LAPRENSA/ARCHIVO

Un escenario mundial muy preocupante

La preocupación dominante es que los líderes y las ideas tradicionales han ido perdiendo fuerza, mientras la economía mundial estaba entrando en territorio inexplorado y peligroso.

Los círculos dirigentes de los países desarrollados se encuentran enfrentando un panorama que no puede calificarse sino de preocupante. El fantasma del estancamiento secular y el insuficiente crecimiento económico se está asociando con un creciente descontento con el actual proceso de globalización y el ascenso de corrientes políticas muy peligrosas.

La preocupación dominante es que los líderes y las ideas tradicionales han ido perdiendo fuerza, mientras la economía mundial estaba entrando en territorio inexplorado y peligroso.

Las previsiones de crecimiento económico del Fondo Monetario Internacional (FMI), antes de la reunión de Ministros de Finanzas del mundo desarrollado, fueron revisadas de nuevo a la baja. Aunque una recesión generalizada no aparece todavía en el horizonte, se espera que el crecimiento se produzca a tasas cada vez más bajas.

En este escenario, los viejos paradigmas tienen poco o nada que ofrecer a quienes han ido quedando afuera de casi cualquier posibilidad de ascenso social y/o cuya posición relativa (o absoluta) se ha ido deteriorando en las últimas décadas.

La manera convencional de estimular el crecimiento económico ha sido la reducción de las tasas de interés por parte de los bancos centrales. Pero tras años de tasas de interés extremadamente bajas, y de dosis sistemáticas de flexibilización cuantitativa, que a estas alturas resultan no solo inefectivas sino contraproducentes, los bancos centrales se han quedado sin municiones.

Esta situación no resulta solo de las secuelas de la gran recesión global de 2008-2009, sino que tiene raíces estructurales más profundas. Estas encuentran su origen en más de tres décadas en las que los ingresos salariales reales, que constituyen la fuente principal de ingresos de los hogares de clase media, se han estancado o declinado, creciendo a tasas muy debajo del ritmo de crecimiento de la productividad.

A la compresión de los salarios reales en el mundo desarrollado contribuyó la incorporación a la fuerza de trabajo mundial de cientos de millones de trabajadores chinos y de otros países asiáticos de un gran peso poblacional.

Dado el peso que tiene el consumo de los hogares, el estancamiento o declinación de su ingreso mediano real creó un problema potencial muy serio de insuficiencia en la demanda agregada. Por algún tiempo, los hogares compensaron su pérdida de participación en los ingresos sobreendeudándose, para preservar sus niveles de consumo.

Como muestran las cifras hasta la recesión de 2008-2009 el sobreendeudamiento fue ante todo privado, más que público.

Tras la recesión, los hogares han visto constreñida su demanda de consumo cada vez más a lo que pueden solventar con sus ingresos estancados, mientras la insuficiencia de demanda se ve agravada por la implementación de políticas de austeridad en el mundo desarrollado y la pérdida de tracción de los países emergentes.

En la economía más grande del mundo, Estados Unidos, los “buenos empleos” del pasado para la clase media parecen estarse esfumando, gran parte de los empleos que se están creando son empleos de muy baja calidad y remuneración, el crecimiento de la productividad se ha estancado a tasas mínimas y no aparecen perspectivas de que el país retorne a la época dorada de la postguerra, cuando floreció a plenitud el denominado sueño americano.

En un contexto como este, los migrantes y los países competidores pueden ser fácilmente presentados, como una amenaza para el retorno del país a su época de grandeza. La historia enseña que esto muy fácilmente conduce a que se exacerbe la xenofobia y el rechazo a los “otros”, a los diferentes.

Existen suficientes razones para estar bastante preocupados. No solo por las tendencias de la economía mundial y los pronósticos cada vez menos optimistas sobre su evolución, o por el surgimiento de tendencias políticas en el mundo desarrollado que, debemos repetirlo, pueden resultar muy peligrosas, sino también por la incapacidad de las élites dirigentes de ofrecer una salida creíble o esperanzadora.

(*) Economista
[email protected]

Economía globalización políticas archivo

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