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Franklin Caldera

Cisnes, gavilanes y molinos de viento

Rubén Darío: un cisne entre gavilanes (2016), estación ineludible en la bibliografía dariista, es otra muestra de la profundidad y el carácter controversial de Erick Blandón Guevara (Matagalpa, 1951) como ensayista.

La obra expone el aprovechamiento de la gloria del poeta por diferentes corrientes políticas para alimentar sus intereses y reenfoca a Darío como intelectual liberal-progresista inmerso en la problemática de su tiempo.

Advertimos en Blandón la tendencia generalizada en nuestros escritores de ver molinos de viento en cada vuelta del camino, más con el propósito de demonizar a los presuntos victimarios que reivindicar a las supuestas víctimas.

Con respecto al enfoque del poeta como víctima, señalemos que Rubén no sufrió más agravios que la mayoría de los grandes artistas de su tiempo, habiendo gozado en vida de una fama y un prestigio que poetas desgarrados como Bécquer, Dowson o Carriego, nunca soñaron. Esto, sin olvidar que, a fin de cuentas, el peor enemigo de todo artista-creador es el que lleva dentro.

Habría sido interesante que el autor ahondara en la aparente discordancia entre la actitud desafiante de Darío ante la política imperial de Estados Unidos (EE. UU.) en la Oda a Roosevelt y su posición conciliatoria en Salutación al águila, que destaca la pujanza de la sociedad estadounidense, con su concepción calvinista del éxito y el trabajo.

Ubicar temporalmente el antiyankismo y el antimperialismo despeja las dudas sobre esta supuesta inconsistencia:

El antiyankismo partía de una posición de rivalidad de América Latina con EE. UU., cuando naciones como Argentina y Chile habían logrado un alto grado de desarrollo. La nación del norte era vista como un competidor con los dados cargados. Su intervencionismo generaba resentimientos, pero su sistema político-económico (identificado con el progreso y la democracia) se planteaba como una meta.

A partir del auge del castrismo-guevarismo, EE. UU. se perfila como la bête noire, única potencia capaz de frenar la expansión de la revolución marxista-leninista a escala mundial, condición indispensable para pasar de la dictadura del proletariado (todo en poder del Estado) al comunismo (un mundo sin clases y sin gobierno; algo tan difuso, según Bertrand Russell, como la segunda venida de Cristo).

Desde esta perspectiva, el enemigo es tanto el poder imperial como la economía de mercado y la democracia representativa de EE. UU. Después de la desmembración de la URSS, el antiyankismo mesiánico permanece vigente en América Latina (muchas veces de la lengua al diente) avivado por una izquierda transmoderna, más casuística que doctrinaria.

Un cisne entre gavilanes cuestiona insistentemente al poeta Pablo Antonio Cuadra (1912-2002) y otros vanguardistas por proclamar a Darío icono del mestizaje indo-hispano.

Recontextualizando las tesis, perfectamente válidas, de multietnicidad y pluriculturalidad desarrolladas en Barroco descalzo y Discursos transversales, Blandón vislumbra en lo que llama “esencialismo indo-hispano” la intención de excluir otras etnias (afrodescendientes, indígenas sobrevivientes, etc.).

En una época en que el Caribe permanecía desligado de la cultura dominante del Pacífico, la intención de PAC (que promovió la incorporación de la literatura caribeña a la del Pacífico en la década de 1960) no fue excluir componentes étnicos de nuestra nacionalidad sino destacar el elemento indígena en la poesía de Darío (Es con una pluma que me quito de debajo del sombrero con la que escribo), aunque esto puede interpretarse de manera diferente aplicando al pasado conceptos del presente.

La proyección retroactiva de lo “políticamente correcto” es valioso instrumento de estudio, pero utilizada como herramienta de juicio político, se convierte en un juggernaut que deja pocos títeres con cabeza.

Desde este enfoque, el indio en la poesía de PAC es el “estetizado de la leyenda precolombina” o el “indio como ruina” (presente, explica Blandón, en Tutecotzimi de Darío) y la motivación de PAC para considerar a Rubén precursor de Sandino, fue su preocupación por preservar la herencia colonial (católica) española “amenazada por la influencia luterana de EE. UU.”

El libro proyecta una imagen negativa de los vanguardistas granadinos que desalienta el interés por ellos. Habiendo producido Nicaragua poetas de categoría continental (entre los que PAC ocupa lugar destacado), nuestros intelectuales deben estimular (sin perder la objetividad y el ojo crítico) el conocimiento de la obra de estos poetas, no solo fuera del país, sino y sobre todo, dentro.

Darío tuvo ascendencia africana, pero su poesía no contiene elementos de la cultura caribeña en grado suficiente para considerarla expresión de un mestizaje nacional más pluralista, excepto si aceptáramos que toda manifestación artística es automáticamente representativa de la ciudadanía multicultural.

Blandón se detiene ligeramente en la devaluación del poeta durante la década de 1980, señalando un posible antecedente de esta actitud: la celebración en Varadero, Cuba (1967), del centenario del nacimiento de Rubén, evento descrito por Eliseo Diego como “balacera” contra el poeta nicaragüense. Aunque hubo tímidos intentos de proclamarlo precursor del “futuro socialista de la humanidad”, los dirigentes sandinistas no supieron proyectar a Darío más allá de su Oda a Roosevelt y muchos compartían la visión cubana de considerarlo un tanto burgués (esteticista) con relación a Martí que murió empuñando un arma.

En los últimos 25 años, Darío ha recuperado su condición de máxima gloria nacional con abundancia de publicaciones sobre su vida y obra. No obstante, con el predominio de la tecnofilia, habrá que preguntarse qué tan bien lo conocen las nuevas generaciones. Y de qué manera su pensamiento puede coadyuvar a afianzar una identidad nacional entorpecida por posiciones políticas crecientemente irreconciliables.

El autor es crítico literario.

Opinión Nicaragua Rubén Darío archivo

COMENTARIOS

  1. Carlos Jose Espino Matute
    Hace 8 años

    De la forma en que van las cosas, muy pronto nuestros niños estudiantes conocerán mejor a una “líder revolucionaria” de apellido Murillo que a nuestro más grande valor que tenemos. He podido constatar que ha habido estudiantes que se les pregunta donde nació el panida, y se quedan en el limbo!!.

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