No he sido propiamente muy cercano a Arnulfo Obando, pero eso no me ha impedido apreciar sus cualidades como entrenador, pero sobre todo, como ser humano.
Si me tocara definirlo en una palabra, diría que es un servidor. Solo ha querido ser útil, sin importar el ámbito en que se mueve y sin detenerse en sus limitaciones.
Por eso lamento profundamente la afectación de su salud y sus consecuencias. Ha habido una solidaridad total con su situación, incluso hasta más allá de las fronteras.
Su vínculo como entrenador del tetracampeón Román “Chocolatito” González ha sido un reconocimiento a su esfuerzo, pero también a sus progresos y conocimientos.
No entraré en el debate de si ha provocado o no grandes cambios en Román, pugilista de un talento especial, pero es Obando quien ha estado ahí ahora en su mejor etapa.
Incluso, hace unos meses fue nominado para el premio de mejor entrenador del año junto a unas luminarias de los tinglados mundiales. Él ha hecho bien su trabajo.
Y para los periodistas ni digamos. Obando es super accesible y servicial. Entiende el trabajo de los medios y sin violar los códigos de su labor, facilita el nuestro.
Quizá esto debí decírselo a él en persona. He fallado en eso. Pero a menudo creemos que vamos a tener a la gente todo tiempo y olvidamos que somos pasajeros.
Si todos fuéramos capaces de decirnos las virtudes unos a otros —al igual que las críticas que nos hacemos— tendríamos menos corazones rotos y un mundo mejor.
Espero que Arnulfo se recupere y que vuelva a hacer lo que mejor hace: servir. A veces tienen que pasarnos cosas para reflexionar sobre lo que estamos haciendo.
De todas formas, nunca es tarde para expresarle el cariño y afecto a una persona, sobre todo si es un sentimiento sincero y genuino, pero debe ser en vida.
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